El dandi que se la jugó por Lorca en los años cincuenta
Agustín Penón propuso al alcalde de la localidad natal del poeta que se abriera una casa museo y se le levantara un monumento por suscripción popular en plena dictadura franquista
Debieron pensar que era un marciano. Aunque Agustín Penón, aquel hombre elegante y amable, un dandi de exquisitas maneras, resultaba buena gente y llevaba consigo excelentes referencias, ya que su primo, José Figueres Ferrer, era entonces presidente de Costa Rica. Allí había acabado su familia al comienzo de la guerra civil española, aunque más tarde él se trasladara a Nueva York. De allí viajó a Granada con una propuesta que en el año 1955 en el Ayuntamiento de Fuente Vaqueros resultaba excéntrica, atrabiliaria, fuera de lugar en la provincia franquista andaluza. Aunque casi lo logra. ¿Qué quería Penón? Una casa museo para Federico García Lorca en el pueblo donde nació en 1898 y una estatua. Por suscripción popular…
Muchos ni sabían quién era el poeta. Un silencio grave había borrado su nombre de la Vega granadina y de la capital. Por vergüenza, por miedo, por impotencia. Por obligación. A Lorca lo habían asesinado nada más comenzar la guerra y punto. Pero que no se hablara de aquello en su tierra no significaba que ya se le empezara a glorificar fuera de España. Agustín Penón quiso hacerle justicia dentro. Al menos lo intentó.
Muchos estudiosos del poeta reconocen a Penón una labor pionera a la hora de intentar averiguar qué ocurrió con Lorca, como pasa también respecto a Gerald Brenan o Claude Couffon en un caso cuyo primer libro de impacto mundial fue firmado por Ian Gibson. También se asombran con su actitud temeraria. Los documentos que ha descubierto ahora Juan Carlos García de Polavieja dan fe. “He decidido dedicar parte de mi vida a que Penón sea más conocido”, asegura el investigador. En ello anda: recabando datos e impulsando a la vez un congreso sobre su figura que quedó suspendido en la pandemia y se celebrará este año en noviembre.
Por el camino ha descubierto esta increíble historia. La del exiliado español que vuelve en pleno franquismo a Granada para desagraviar al poeta y al tiempo dar noticia entre sus paisanos de su fama universal sin que ello le supusiera correr apenas riesgo.
El entusiasmo no conoce a veces los límites del miedo. Así que Penón se trasladó de vacaciones a Europa junto a su amigo, el mítico profesor teatral William Layton, que acabaría creando su laboratorio escuela en España. Ambos vivían entonces en Nueva York y trabajaban con éxito como guionistas de radio con un programa titulado Don Quaquero, que los había tenido cinco años viajando por América Latina.
Su intención durante las vacaciones era visitar Barcelona, la ciudad donde había nacido Agustín y que abandonó junto a su familia en 1936. Después se desplazarían a Granada con esa misión especial: buscar los rastros de Lorca en su origen y trasladar la admiración que el mundo comenzaba a sentir por él. “Su poesía les había cambiado la vida”, dice Polavieja. “Un amigo le había regalado el Romancero gitano en 1937 y se obsesionó con él”.
Así que el 17 de febrero de 1955 llegaron a la ciudad andaluza. “En principio iba a quedarse unos días, al final, fueron dos años”, comenta el investigador. Allí trabó amistad con quienes le conocían bien, como la familia Rosales o Emilia Llanos. El forastero llamaba la atención entre aquellos que se lo encontraban o lo recibían, en parte por su entusiasmo y en parte también por su inconsciencia. Pero, ¿dónde hallar el término justo de la justicia cuando vives bajo el cloroformo de una dictadura?
Sin que viera mayor inconveniente en ello, Penón pidió audiencia al alcalde de Fuente Vaqueros, Alberto Antonio Martín Jiménez. Tal como cuenta él mismo en Miedo, olvido y fantasía, recuperado por Marta Ossorio en una edición del sello Comares, describe así al edil: “Es un hombre de unos 50 años, va sin afeitar y en mangas de camisa; seguramente le habrá llegado el aviso urgente de nuestra presencia en el pueblo cuando estaba en el campo y se ha venido directamente a conocernos sin entretenerse en más. Es afable y está muy interesado en saber nuestras intenciones”.
La reunión no fue mal. “Agustín le habla sin más preámbulos de lo famoso que es Federico García Lorca, de lo que se le admira en América y de sus intenciones de escribir un libro sobre él”, comenta Polavieja. Y sin apenas rodeos, le suelta la propuesta: “¿Por qué no abrir una suscripción internacional para levantar un monumento a Federico aquí, en Fuente Vaqueros, el pueblo donde nació, además de una casa museo?”.
Penón no solo ve justicia poética en la propuesta. También un polo de atracción turística adelantada a su tiempo, años antes de que empezara a desarrollarse el país en esos términos y una oportunidad de lucimiento político. “Le sigue adornando la historia con la fama que le puede proporcionar a Fuente Vaqueros, el beneficio económico que tendría para su pueblo, el reconocimiento a su labor como alcalde…”. Y finaliza asegurándole que el dinero lloverá sobre el pueblo desde todas las partes a través de la suscripción internacional para el monumento.
El alcalde no se asusta por la idea. Es más, promete sopesarlo y pedir permiso. En unos días acudirá a una reunión de autoridades en el Gobierno Civil de Granada donde, le adelanta, puede presentar el proyecto. A esas alturas entran dudas, visto hoy, de si el alcalde sabía en qué país vivía y Penón qué tipo de lugar había dejado atrás su familia.
No recibió respuesta. Pero tampoco eso le desanimó. Un mes más tarde volvió al Ayuntamiento para que le informaran. “El edil les dice que, después de su visita, ha ido a ver al gobernador civil de Granada, Servando Fernández Victorio, para trasladarle su propuesta”, cuenta Polavieja. El gobernador, precavido aunque tampoco cerrado en banda, le contestó que no quería autorizar el monumento personalmente, pero que mandaría preparar una carta oficial pidiendo permiso para realizar la campaña de una suscripción internacional.
La iniciativa sube otro peldaño. “El mismo gobernador, como tenía que ir pronto a Madrid por asuntos oficiales, se encargaría de entregarle en mano la petición al entonces ministro de la Gobernación, Blas Pérez González”. Sin embargo, ahí es donde saltan las alarmas. Tocaba andar con tiento. El régimen estaba haciéndose querer por Estados Unidos, y Penón llevaba pasaporte norteamericano. Un arma de doble filo y un escudo al tiempo. “Que alguien con esas credenciales en Granada pretendiera editar una biografía de García Lorca era algo tan preocupante para el régimen que el asunto se llevaba a nivel de dos ministerios: el de la Gobernación y el de Asuntos Exteriores”, afirma Polavieja.
Los del último no dudaron en requerir informes incluso del cónsul general de España en Nueva York, Román de la Presilla. Querían indagar en su lugar de residencia, conocer sus intenciones. Piden lo siguiente: “Le agradecería hiciese discretas averiguaciones sobre su persona, ideología, importancia literaria, etc. Y nos comunique el resultado”.
El cónsul solicitó ayuda a su colega en Costa Rica, y este les dice que la familia del interesado mantiene la nacionalidad española y goza allí, apunta, “de merecido prestigio”. La madre del investigado y las del entonces presidente, José Figueres Ferrer, eran hermanas. En cuanto a Agustín en particular, apenas le conceden mucho reconocimiento y una circular del ministerio de Asuntos Exteriores fechada el 13 de febrero de 1956, descubierta ahora por Polavieja, afirma: “No parece que tenga una personalidad muy descollante”.
Aquel primer intento quedó en nada. Tuvieron que pasar 30 años para que el 29 de julio de 1986 se inaugurara la casa museo en Fuente Vaqueros. Tampoco el libro que quiso escribir vio la luz. Pero su rastro resultó fundamental para quienes vinieron detrás. “La obra y la figura de Agustín Penón Ferrer es aún poco conocida, a pesar de lo que ha supuesto el resultado de la documentación que guardó en su famosa maleta”, cuenta Polavieja. La custodió William Layton y se convirtió en una especie de enigma casi de Grial para seguir el rastro lorquiano: “En ella había entrevistas, fotos, cartas, certificados oficiales e incluso algunos originales lorquianos que hemos podido conocer gracias a él”, asegura Polavieja, que lo contó en el documental La maleta de Penón.
Todo ello se debatirá en el congreso itinerante que quedó aplazado y tendrá lugar en varias localidades: Granada, Málaga, Madrid, Barcelona, Fuente Vaqueros, Víznar, Valderrubio. Finalizará en San José de Costa Rica, donde Penón está enterrado. “Allí depositaremos ramos de olivo de Víznar sobre su tumba”, comenta Polavieja, “para que comience a ser tan conocido como se merece”.
Babelia
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