Un granito de arena literario para defender a Ucrania frente a Rusia
Editores y representantes de varios países exsoviéticos toman iniciativas en la feria del libro infantil y juvenil de Bolonia para recaudar apoyos y fondos a favor de las víctimas de la invasión
Nunca más podrán leer. Ni hacer cualquier otra cosa. La fiscalía ucrania estima que más de un centenar de niños han muerto ya en su país por la invasión de Rusia. Y, de tantas vidas truncadas, la escritora Masha Serdiuk y la ilustradora Tetiana Laiuzhna han elegido 13. Las han reconstruido, narrado y dibujado con un estilo crudo, sin filtros. Y en pocos días las han juntado en un libro, cuyas únicas dos copias han conseguido llegar hasta la mesa del espacio dedicado a Ucrania justo en la entrada de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia. Con The War: The Children Who Will Never Get to Read Books, las autoras ucranias quieren enviar un recordatorio ante los miles de profesionales y visitantes que desfilan por el evento. Y un impulso para que otros también ayuden.
“Podemos hablar, pero lo que importa son los hechos”, sentencia Žanete Vēvere Pasqualini, agente, traductora y responsable de la caseta de su Letonia natal en la feria. Y lo cierto es que especialmente los países más sensibles al miedo soviético, por su historia y situación geográfica, intentan estos días aportar su granito de arena literario a la causa ucrania. Se trata de darle ánimo, pero, sobre todo, ingresos. Así que, cuando Alīse Nīgale negocia con otros editores la venta de obras de su sello letón, Liels un mazs, también presenta el catálogo de algunos compañeros de profesión ucranios, que no pudieron atender el evento. “Para que su negocio pueda continuar. Y para hablar alto y claro”, apunta. Žanete Vēvere Pasqualini recuerda además que en su capital, Riga, la Administración decidió rebautizar la vía donde se encuentra la embajada rusa como calle de Ucrania independiente. Justo lo mismo aprobó, pocos días antes, el Gobierno de Vilnius, capital de Lituania.
En realidad, Ucrania sí tiene su propia caseta profesional en la feria, del Instituto nacional del Libro. Pero se encuentra vacía. El mensaje ya de por sí es evidente: están ocupados sobreviviendo. Pero, además, las paredes están cubiertas de frases como “#StandWithUkraine” o “Stop Russian Aggression”. Sobre las mesas, decenas de folletos ofrecen varios enlaces para traducir desde el ucranio, realizar donaciones o consultar el catálogo de venta de los editores locales que tendrían que haber estado aquí. La feria de Bolonia —a la que este diario ha sido invitado por la organización— acoge además una muestra dedicada a libros e ilustraciones del país, y ha rescatado de sus archivos las obras ucranias que le quedaban. Junto con los libros de ese país que también han traído varios editores, se han podido llenar varias estanterías justo en el pasillo que da acceso al recinto ferial. Por ahí, este año, no ha podido transitar ningún representante oficial ruso, ni tampoco editores vinculados al Gobierno de Putin: la feria ha prohibido su participación.
En la caseta de Tbilisi, capital de Georgia, venden láminas para recaudar fondos para Kiev. Y en la de Lituania exponen en un lugar destacado los libros ucranios traducidos a su idioma, mezclados con sus obras nacionales publicadas en la lengua del país ahora invadido. “Tenía 18 años cuando nos independizamos. Recuerdo los tiempos soviéticos. No quiero que vuelvan ni un solo minuto”, apunta Rūta Valentaitė, responsable de proyectos del Instituto de Cultura de Lituania. Y entrega un folleto donde se invita a toda la comunidad literaria a actuar. ¿Cómo? “Incluyendo a creadores y editores ucranios en vuestros programas y eventos; publicando sus libros; ayudando a los artistas que han llegado a vuestros países a encontrar trabajar; ampliando las colecciones de vuestras bibliotecas con obras ucranias; consiguiendo libros para los refugiados”, son algunas de las propuestas.
En eso último trabajan también desde la caseta de Polonia. “Estos días estamos tratando de juntar y transportar unos 8.000 títulos de sellos ucranios más allá de la frontera”, explica Gabriela Del, del Instituto polaco del Libro. Cuenta que se sintió fatal contactando a los editores: andaban luchando por sus vidas, y ella pedía comprarles libros. Pero dice que las respuestas fueron muy positivas. Y también confía en el poder terapéutico de la literatura para las decenas de miles de ucranios que se han refugiado en Polonia. Así que intentan que los desplazados tengan algún libro en su idioma natal. Nunca compensará todo lo que han perdido. Pero, al menos, es una distracción familiar. Y un pequeño vínculo con casa.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.