Muere Ezio Frigerio, referente del teatro y la ópera internacionales
El creador italiano ha fallecido a los 91 años tras una dilatada carrera como escenógrafo, figurinista y director
Ha muerto este miércoles a los 91 años Ezio Frigerio. Había nacido en Erba el 16 de junio de 1930 y ha fallecido en Lecco, en la orilla sur de su muy querido y natal lago de Como y junto al surgimiento del río Adda, cuyos puentes tantas veces dibujó. Estudió unos cursos de arquitectura en el Politécnico de Milán, donde se matriculó en 1948, el semillero de la arquitectura moderna italiana y donde estudiaban en ese momento también Gae Aulenti y Vittorio Garatti, entre otros brillantes proyectistas, que también desarrollaron carreras como escenógrafos. Frigerio no llegó a licenciarse y cambió de rumbo matriculándose en el Instituto Náutico de Savona, embarcándose a navegar un tiempo breve como oficial de cubierta. Mucho después contaba que lo que más amó de esa etapa era el uniforme blanco entorchado en oro.
En 1951 la pintura lo atrapa y se convierte en el único discípulo del pintor abstracto Mario Radice, con quien entabla una sólida relación de amistad y enseñanza hasta convertirse en su maestro vital, su guía estético. A mediados de los años 50 encuentra a Giorgio Strehler, director ya del Piccolo Teatro de Milán y esto es decisivo, puede decirse que para ambos. Uno de los primeros trabajos de envergadura que Strehler le encargó fue los diseños de vestuario de La casa de Bernarda Alba, de Federico García Lorca, que acompañaban a unos decorados de Luciano Damiani.
Poco a poco el inquieto Ezio derivó hacia la escenografía, un cambio facilitado en parte por sus estudios de dibujo arquitectónico y que iban a ser la tónica plástica y base estética de su inconfundible estilo constructivo y monumentalista. En su primer y aventurado viaje profesional a Roma, conoce a Vittorio de Sica, y diseña para él Liolà, de Luigi Pirandello, en el Teatro Quirino de Roma, con un gran éxito que los hace girar por toda Italia. La amistad y magisterio de De Sica derivó en que Frigerio diseñara escenarios de filmes como Los secuestrados de Altona (1962); Ayer, hoy y mañana (1963) e Il Boom (1963). Desde Roma también diseñó escenarios para Eduardo De Filippo. Empezó en el ballet gracias a su amistad con el coreógrafo francés Roland Petit (1924–2011), para quien diseñó Coppélia, El Cascanueces, y Cyrano De Bergerac hasta hacer Nana en la Ópera de París.
Seguidamente, Rudolf Nureyev lo elige como escenógrafo y entablan, con su mujer, la figurinista Franca Squarciapino, una amistad a tres para siempre, muy sólida y basada en el coleccionismo de arte y los sueños hechos realidad a través de grandes montajes. Primero hicieron Romeo y Julieta para el London Festival Ballet y sucesivamente, en la Ópera de París El lago de los cisnes, una versión nueva de Romeo y Julieta, La bella durmiente y por fin La bayadera en octubre de 1992, último trabajo del ruso, que moriría en enero de 1993. Frigerio diseñó la tumba de Nureyev por encargo de la Fundación Nureyev y, al parecer, había ya un expreso deseo del bailarín en tal sentido.
La vinculación de Frigerio y Squarciapino con el Teatro alla Scala sería de por vida, partiendo de Strehler, pero ampliándose al ballet. Óperas como Simon Boccanegra, Falstaff, Fidelio, Lohengrin, Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y otras son recordadas entre los montajes más señeros de los últimos 50 años en el coliseo milanés. Y hay otro récord: firmó 11 veces el diseño de la obra de apertura de temporada: el mítico debut en San Ambrosio, el 7 de diciembre. Tras años con vestuarios y mucho quehacer en la Piccola Scala, fue en 1966 con Capuleti e Montecchi, de Bellini, dirigida por Renato Castellani y bajo la dirección de Claudio Abbado (que también debutaba), su bautizo como escenógrafo “scagliero”. Le siguieron Los Troyanos y Hernani con Luca Ronconi, y Fidelio con Werner Herzog. En las décadas siguientes hizo hasta 12 montajes en la Ópera de París, entre ellos Le Nozze di Figaro (1975, con Strehler) y tres títulos con Liliana Cavani: El caballero de la rosa, Ifigenia in tauride y Medea (Cherubini). París lo consagró a otra escala y nivel, lo colocó en la historia.
Es Frigerio, además de escenógrafo, un severo director artístico, referente fundamental de la escena teatral, de ballet y operística internacional desde los años sesenta del pasado siglo XX. En 1972 se casa con Franca y se afianza la unión profesional, un dúo imbatible que ha sido garantía de calidad, refinamiento y empaque que no ha estado exento de críticas por una cierta ampulosidad desmedida; un crítico estadounidense los calificó como “nuevos manieristas de altos vuelos y gamas cromáticas lujuriosas”. En 2017 Frigerio recibió la Medalla de Oro de las Bellas Artes del Estado español.
Frigerio ni nació en Milán ni presumía de que el traje de Arlequín [Arlecchino] para un Goldoni de Strehler fuera suyo; frecuentemente bromeaba con esto. Sencillamente estilizó un figurín del setecientos para adecuarlo al peculiar físico del actor principal de la “commedia”. “Los lugares comunes hacen tanto daño como las mentiras”, declaró en una entrevista para este diario hace dos décadas. Entre sus amigos y colaboradores españoles estaban a la cabeza Núria Espert y Lluís Pascual. Con la primera hizo el Turandot para la reapertura del Teatro del Liceo de Barcelona y luego la Tosca en el Real de Madrid; también hubo una Carmen en Covent Garden y una Traviata en Glasgow. Con Pascual también hubo muchos trabajos de mérito. Y en un Goldoni, tuvo Frigerio una idea sofisticada y memorable: para señalar el paso del tiempo, las sillas cambiaban, se iban renovando, desde butacones rococó hasta llegar a racionalistas del siglo XX o de Bauhaus.
Varios de sus ayudantes en tan dilatada carrera fueron luego grandes escenógrafos y figurinistas, como Luisa Spinatelli, Mauro Pagano (prematuramente desaparecido), Domenico Franchi, Giuliano Spinelli y Riccardo Massironi.
En Madrid, su gran exposición fue en 2006 en el Centro Cultural de La Villa de la Plaza de Colón, una amplia y esmerada muestra de todos sus trabajos para el teatro, la ópera y el ballet, donde también ha dejado su firme y personal sello.
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