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Ezio Frigerio y Franca Squarciapino

El escenógrafo y la figurinista de la ópera 'Il Trittico'

Alfonso Armada

Ezio Frigerio y Franca Squarciapino trabajan juntos desde hace 15 años, casi el mismo tiempo que llevan casados. Ezio, uno de los escenógrafos más prestigiosos de Europa, conoció a Franca cuando ésta interpretaba El sí de las niñas, de Moratín, en Nápoles. Ella se convirtió en su asistente y se aficionó a los figurines. Abandonó su carrera de actriz: "Era demasiado tímida". Frigerio ha realizado la escenografía y Squarciapino el vestuario de II Trittico, ópera que hoy se estrena en el teatro de la Zarzuela de Madrid.

El origen del apellido Squarciapino es siciliano y se refiere, según señala su propietaria, "a cuando un rayo parte un árbol". Franca Squarciapino conserva, a sus 47 años, parte de la timidez que la impulsó a abandonar su piel de actriz. "Era un sufrimiento continuo. Es mejor quedarse fuera del escenario". Al inicio de su colaboración con Frigerio -diez años mayor que ella- "las cosas no eran siempre fáciles. Él era el maestro", si bien ahora Frigerio puntualiza que, en caso de discrepancia, él sigue siendo el maestro. Ella, que conserva inequívocos acentos juveniles, dice que "el hombre no quiere verse derrotado". Pero deja entrever que pueden llegar al acuerdo.Cuando diseña figurines, primero dibuja una base real y luego juega. Mientras que ella disfruta realizando figurines para ballet, a Frigerio le desagrada, porque la escenografía queda al margen. Los bailarines reclaman todo el espacio".

Frigerio ha colaborado en repetidas ocasiones con Giorgio Strehler y su Piccolo Teatro de Milán. En Madrid se ha podido admirar su talento en las escenografías que realizó para La tormenta, de Strindberg, o Arlequín, servidor de dos amos, de Goldoni, dirigidas por Strehler. En cine trabajó a menudo con Vittorio de Sica, y con Bernardo Bertolucci en Novecento.

Confiesa que es escenógrafo porque lo que más le gusta de esta labor es que le permite "recordar el perfume del pasado". Para él, la infancia es una lente en su interior que le deja ver todos los otros pasados. "Es fácil encontrar allí el siglo XVIII o el XIX y todo lo anterior". Su infancia fue "magnífica. No terminaba nunca", era como un verano perpetuo, en una gran casa de campo de su padre cerca del lago de Como.

Del pasado también recuerda que se hizo marino porque quería ver y leer. Su padre -"era fascista"- lo perdió todo después de la guerra, y Frigerio se embarcó en un mercante que tocaba en puertos franceses, españoles y africanos. Nombra a Salgari y a Conrad, y conserva el tatuaje de un ancla en el brazo izquierdo que le grabaron "entre Barcelona y Canarias". Una enfermedad le obligó a abandonar el mar. Desdeñó la pintura porque le entristecía ver sus cuadros colgados "en una triste casa burguesa".

A Ezio Frigerio le gusta mucho su oficio, pero confiesa que el teatro le aburre, y que otro tanto le pasa con la ópera y con el cine. A la hora de hacer su trabajo, defiende la necesidad de ser infiel al autor clásico como "la mejor manera de serle fiel". En su escenografía de Il Trittico ha llevado la ambientación a fines del XIX, cuando Puccini componía, y no al tiempo marcado por el libreto.

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