Leonor Watling: “Veníamos de un jardín y ahora estamos más incómodos”
La actriz, ante las pinturas negras de Goya, habla del presente sin olvidar que es mortal y que la fama también deteriora el órgano más potente del ser humano, la discreción y la elegancia
Tenía 23 años cuando Manuel Vicent le pidió que leyera en público algunas partes de Son de mar, su novela premiada con el Alfaguara, y ella era un manojo de nervios en la Feria del Libro de Madrid, expuesta a las miradas que veían nacer en ese momento a una actriz (cantante también, con Marlango) que ha llegado a trabajar con los grandes directores pero que jamás (jamás) olvidó que es mortal y que la fama también deteriora el órgano más potente del ser humano, la discreción y la elegancia. Luego fue la protagonista de aquel Son de mar que dirigió Bigas Luna. Y aquí está, elegante, con su mascarilla, ante las pinturas negras de Goya, en la sala más noble del Círculo de Bellas Artes, hablando del presente. En el pasado, 2010, le había dicho a este mismo periodista que “en España somos de extremos virulentos”. Era una muchacha de 35 años.
Pregunta. Y ahora, ¿cómo es este país para usted?
Respuesta. Para todos es más áspero, más incómodo. Veníamos de un jardín, un huerto repleto, y cuando estás bien económicamente estás contento, estás viviendo y haciendo tus cosas, y no te molesta tanto lo de alrededor. Ahora creo que estamos todos más a flor de piel, más incómodos. Entonces, todo lo que haga el de al lado lo miramos, opinamos, nos molesta. Pero porque no estamos bien nosotros, y no solo España, sino en general.
P. Es un terremoto global. ¿Le ha afectado en su vida?
R. Seguro. No soy capaz de decir en qué medida, pero al final, como artesana, como artista, esto cuesta mucho… Estás trabajando con el material que tienes, con lo que sientes alrededor, con lo que recibes, y lo que recibes es más incómodo y más duro y más difícil. No sé decirte en qué medida, pero estoy segura de que si hubiera otro clima estaría diciendo otras cosas.
P. ¿Qué le gustaría estar haciendo ahora?
R. Me gustaría estar pudiendo escribir, me está costando muchísimo, y me gustaría mucho estar rodando. Echo mucho de menos trabajar en esa parte. Estamos tocando y girando, y menos mal que tengo eso. Pero la interpretación es un bicho.
P. ¿Y por qué no está interpretando?
R. Ahora mismo porque no me han ofrecido nada. Es un trabajo tan dependiente de lo de fuera que cuando hay es maravilloso… Se estrenarán ahora cosas que he hecho, en televisión la segunda temporada de Nasdrovia, y una película de Félix Viscarret, preciosa, basada en la novela Desde la sombra, de Juan José Millás, aunque la película se llamará No mires a los ojos de la gente. Paco León está increíble como protagonista, es un actorazo… Pero la vida de actor, o de actriz, es muy dura en ese sentido, estás en casa, esperando…
P. Esa novela dice mucho de dentro…
R. Muy complicada de hacer. Un tipo que se encierra en un armario de una casa. Está ahí, escondido… De repente, tiene cosas de la cuarentena, “resonancias de los que nos ha pasado”, decía Paco. Es como si releyeras cosas y estas van adquiriendo sentidos nuevos.
En las plataformas hay muchas cosas que ver, pero igual son cosas que no te dejan nada
P. ¿A esa relectura se ha sometido usted también?
R. No. Intento no hacerme objeto de estudio ni tener una opinión objetiva. A mí no me ayuda mucho, no me sirve. Me sirve hacer. Cuando me siento para una entrevista digo “ah, no lo había pensado”, pero en mi vida no se me ocurre.
P. Ahora es como un confinamiento, otra vez… ¿Cómo le fue a usted en este encierro?
R. Durante el confinamiento estuve parada muy poco tiempo, estuve haciendo el audiolibro de Harry Potter, ¡siete libros! Desde enero a diciembre metida como en otra realidad. A mí me salvó, fue maravillosa la convivencia con Gloria Tarridas y con Adrián Velasco, que era el técnico de sonido, los tres como en nuestra burbuja. Y rodando Nasdrovia. He salido como si hubiera hecho un viaje paralelo y me he encontrado con la gente herida. Estamos todos un poco heridos.
P. ¿Qué deja en usted lo que hace interpretando otras vidas?
R. Me encanta. Me da mucha libertad, me deja vivir muchas cosas sin consecuencias. Es increíble. Creo que lo buscamos todos, por eso vamos al cine, para vivir una historia, y luego salir, tomar un café, no haber hecho nada de aquello en que te has visto envuelto desde la pantalla. Interpretar es eso de verdad: convertirte en otra cosa y que no tenga consecuencias. Para alguien que es tímida y reflexiva como yo es un regalo.
P. ¿Y qué ha hecho de usted el mundo que ha vivido?
R. Mucho, mucho, trabajar con mucha gente, el equipo en el cine… En la música… Los músicos estamos muy solos, somos como seres unicelulares que de vez en cuando compartes en un festival, pero el cine es un panal de abejas. Se echa de menos ese compañerismo, conocer a gente que no tiene nada que ver contigo, pero con la que estás de manera profunda y de verdad.
P. ¿Cree que es consciente la sociedad, y sus dirigentes culturales, del papel testimonial que tiene el cine español, a la par o por encima de la literatura?
R. La literatura es un ejercicio más solitario; en los libros que ha hecho Almudena Grandes hay muchas voces que cuentan España, pero es una voz, con el eco que tenga. El cine es algo más social, más abierto, hay más voces metidas en cada historia. Igual por eso da la impresión de que cuenta más España, porque creo que es una obra más conjunta… ¿Y cómo es tratado el cine? Pues como la ciencia, como el medio ambiente, como la educación… Estamos todos un poco a lo nuestro, si por ahí pasa una película la ves, no sientes que sea responsabilidad tuya, que el cine dependa de ti como espectador, del mismo modo que no sientes que la sanidad dependa de ti. Me parece que somos muy infantiles respecto a la responsabilidad social que tenemos.
Los músicos estamos muy solos, somos como seres unicelulares que de vez en cuando compartes en un festival, pero el cine es un panal de abejas
P. Lo cierto es que los cines no se llenan y se le echa la culpa al cine.
R. Requiere esfuerzo ver una buena película, requiere madurez, porque te va a pasar algo y cuando salgas a la calle vas a sentirte distinto. En las plataformas hay muchas cosas que ver, pero igual son cosas que no te dejan nada. Vi en el cine El poder del perro, de Jane Campion, y sí que requiere esfuerzo ver una buena peli, que te conmueve. Es como enamorarte, como implicarte, muchos no queremos. Ir al cine tiene más que ver con una relación que enrollarte con alguien en la barra de un bar.
P. ¿No será que se está construyendo una sociedad indiferente al conocimiento del otro?
R. A eso me resisto, soy viejuna, muy analógica, me tocan mucho las pelotas todas las aplicaciones, y me jode mucho que haya gente sentada en los bancos con los que puedas hablar. Pero me resisto al pesimismo de “antes estábamos mejor”. Encontraremos maneras de comunicarnos profundamente y de tener relaciones profundas y significativas.
P. ¿Qué ha empeorado?
R. La velocidad. Estoy abrumada de opciones y de películas y de discos y de estímulos. No puedo más. Me encierro mucho, me clausuro, no me enfango en redes. En eso soy muy inglesa. Me cuesta mucho discutir. Cuando estoy muy superada, me encierro.
P. Decía que somos extremos virulentos...
R. No me gusta generalizar un país, pero sí es cierto que hay mucha gente enfadada y asustada. La velocidad que a mí me hace encerrarme a mucha gente le asusta mucho y se agarra muy fuerte e intenta que nada se mueva. De ahí viene también el populismo, agarrarse a lo que parece sólido. Y no lo digo de España tan solo, lo ves en la Inglaterra de Boris Johnson, en la América de Trump. La necesidad de tener jefes así, en uno y en otro bando. En medio es muy difícil estar ahora mismo.
Babelia
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