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Columna
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La hora de las escritoras malas

En medio de la polémica sobre la autodeterminación de género, la autora trans Camila Sosa Villada se llevó el premio Sor Juana a la mejor novela publicada en español por una mujer

La escritora argentina Camila Sosa Villada, en la Feria del Libro de Guadalajara (México) el 3 de diciembre de 2021.
La escritora argentina Camila Sosa Villada, en la Feria del Libro de Guadalajara (México) el 3 de diciembre de 2021.ULISES RUIZ (AFP)
Javier Rodríguez Marcos

“Una hija travesti, escritora, un monstruo de ese tamaño, retorcido de sí mismo, prisionero del mundo, siempre proclive a caer en pozos cada vez más hondos, un animal plañidero, solitario, siempre con ganas de rebelarse hasta contra los vientos a favor. Hay que tener una templanza de oro para ser padres de sujetos así, como yo”. En el mismo libro en el que Camila Sosa Villada escribe el párrafo anterior relata que su madre la enseñó a leer y su padre ―machista, violento, alcohólico y homófobo―, a escribir. Lo recuerda como el gesto de amor de un hombre que protege a su hija del analfabetismo. Lo primero que recuerda haber escrito, con cuatro años, es su nombre de varón: Cristian Omar.

Sosa Villada lo cuenta en El viaje inútil, un libro de apenas 100 páginas publicado este año en España por La Uña Rota en coedición con Documenta, el sello argentino que lo lanzó en Latinoamérica en 2018. Entre ambas fechas han pasado muchas cosas en la vida de su autora. Entre otras, que debutó como narradora con Las malas (Tusquets), el relato descarnado de su vida como prostituta en un ambiente lumpen. El año pasado, en medio de la polémica sobre la autodeterminación de género que dividió a la militancia feminista, la Feria del Libro de Guadalajara (México) le otorgó el premio Sor Juana Inés de la Cruz a la mejor novela publicada en español por una mujer.

Instituido en 1993 y con un palmarés formado por nombres como los de Elena Garro, Margo Glantz, Cristina Rivera Garza, Claudia Piñeiro, Almudena Grandes o Laura Restrepo, llegará un día en que un galardón así no sea necesario, pero hoy sigue funcionando como un radar impagable. Fue el caso de Camila Sosa, que afirma escribir sobre “las travestis” ―no usa la palabra trans― como forma no solo de reconocer a las que considera las “últimas revolucionarias”, la “última bohemia”, sino también de remontar el desprecio ancestral y hacer visible una pieza que faltaba en el inconsciente colectivo: “Develarlo, ponerle palabras a eso para que la gente lo lea y lo escuche”.

Sin embargo, y siendo innegable el interés sociológico, el gran valor de sus libros es, sobre todo, literario. Su cortante prosa vuela tan alto como su agudeza para analizar la extrema desigualdad social. O como su maestría para dar con metáforas que ilustren la metamorfosis de un cuerpo humano. “Lo que la naturaleza no te da, el infierno te lo presta”, escribe Sosa Villada. La semana pasada contó en un coloquio en la FIL que, pese a las críticas que recibió “por frívola”, se había “puesto las tetas”: en los años que relata en Las malas, “ser bonita o ser fea” marcaba la diferencia entre comer o no. Furia y fiesta, su escritura nace del horror hasta que afloran los buenos recuerdos, que emiten siempre una luz especial. Ella lo dice así: “Llorar de alegría es como llover con sol”.

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Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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