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Crítica | El médico de Budapest
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘El médico de Budapest’: la experiencia del anciano Szabó

Es una de esas películas habituales en las filmografías de cineastas ancianos: despreocupada de ciertos detalles formales e incluso tosca, realizada con urgencia, y, a cambio, rabiosamente libre

Klaus Maria Brandauer y Károly Eperjes, en 'El médico de Budapest'. En el vídeo, el tráiler.
Javier Ocaña

En un mundo como el contemporáneo, de convicciones más basadas en el empecinamiento del ideal teórico que en la razón práctica de ese ideal, en la soberbia y la superioridad moral que en una verdadera intelectualidad, en el apoyo a un férreo arquetipo político, casi como el que es hincha desde niño de un equipo de fútbol, el cine de István Szabó se hace más necesario que nunca. El gran tema del húngaro, el que pulula por toda su carrera en películas tan formidables como Coronel Redl, Mephisto, Hanussen (El adivino), Taking Sides y Sunshine, y en otras algo menores como Relatives y The Door, ha sido el de la contradictoria actitud del ser humano ante los conflictos históricos y políticos, ante guerras y dictaduras, ante los envites prácticos de la existencia, junto a sus consecuencias personales. Sesenta años de carrera del ya octogenario director, y ahí sigue, esta vez con El médico de Budapest. Una obra que, aunque solo sea de soslayo y en la parte final de su relato, recupera una vez más sus esencias cinematográficas y éticas, en torno esta vez a la corrupción municipal en tiempo de paz y a los errores del pasado.

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Es El médico de Budapest una de esas películas habituales en las filmografías de algunos cineastas ancianos: despreocupada de ciertos detalles formales, realizada con la urgencia del que ya no cree tener mucho tiempo para entretenerse en finuras (o fruslerías), un tanto deshilvanada e incluso tosca en algún pasaje; y, a cambio, rabiosamente libre y profundamente sabia, con el conocimiento del que lo ha visto y vivido todo en torno a la política y a la religión, a la bondad y a la maldad, y no precisamente teórica sino puramente práctica. El retiro como médico de familia en su pueblo natal de un prestigioso cardiólogo tras su jubilación forzosa, sus encuentros con su más bien arpía madre, con un antiguo amor de juventud, con un nuevo desafío sentimental otoñal, y la lucha desigual con el corrupto alcalde ocupan un relato quizá un tanto abrupto pero casi siempre interesante. Y, de fondo, recuperando una vez más otra de las esencias de su obra, la ópera y el canto, como en otro de sus grandes títulos: Cita con Venus.

Las contradicciones personales de Szabó, que en 2006 hizo público el escalofriante hecho de que fue confidente de la policía secreta comunista durante sus años universitarios tras ser incluido en una lista negra que le hubiera llevado a prisión o a la muerte junto a uno de sus amigos, no son difíciles de imaginar. Pero he ahí la consistencia dramática posterior de su obra. Sus reflexiones sobre la huida interior, sobre la dicotomía entre el convencimiento teórico y la encrucijada práctica, han quedado impresas en sus películas. El legado, o quizá la expiación, de un artista complejo.

EL MÉDICO DE BUDAPEST

Dirección: István Szabó.

Intérpretes: Klaus Maria Brandauer, Károly Eperjes, Dorottya Udvaros, Ági Szirtes.

Género: drama. Hungría, 2020.

Duración: 118 minutos.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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