El monstruo y el ángel
István Szabó es un director húngaro que alcanzó alguna fama fuera de Hungría en 1967, cuando con Padre ganó el gran premio del festival de Moscú. Desde entonces, y pese a que en aquellos años era difícil para un cineasta de la Europa comunista trabajar fuera de las fronteras de su país, Szabó estaba predestinado, por sus características de cineasta brillante y rentable, a cruzar esas fronteras. Y lo hizo en 1980. Un año después, con Mephisto, se convirtió en un cotizado director occidental. Su escasa obra posterior, en especial Coronel Redl, consolidó una carrera que, aunque se prodiga con cuentagotas, logra convocar la mágica palabra éxito. De ahí las facilidades que Szabó tiene para entrar en la producción europea de lujo y obtener en ella carta blanca para exigir presupuestos.
Cita con Venus
Dirección: István Szabó. Guión:Michael Hirst y Szabó. Fotografia: Lajos Koltai. Música: Richard Wagner. Producción: David Puttnam. Reino Unido, 1991. Intérpretes: Glenn Close, Nlels Arestrup, Moscu Alcalay, Macha Meril, Erland Joseplison. Cines Palacio de la Música, Cid Campeador, Aluche, Juan de Austria y (en V. 0.) California.
Solidez
La película cuenta con una producción esmeradísima y no podía esperarse menos estando al frente de ella el británico David Puttnam, uno de los productores más solventes del actual cine europeo. Szabó necesita apoyos como éste para dar a sus películas esa solidez arquitectónica que siempre busca y a la que raramente sobrepasa: se queda en ella y su cine no pasa de solemne y bien construido, pero con la fuerza narrativa situada por debajo de esa brillantez que se percibe en un filme producido por mentalidades, como la de Puttnam, libres y generosas.No obstante, Cita con Venus es una obra resuelta con menos retorcida sofisticación, con más sencillez que Mephisto y Coronel Redl. Y es seguro que Puttnam no es ajeno a ello: rebaja los humos grandilocuentes de Szabó y le obliga a poner la mirada más cerca de los comportamientos veraces -pese a que esta Venus sea un asunto de los grandes: la representación del proceso de un montaje de la ópera de Wagner Tannhauser- e inmediatos de la gente, lo que hace a su película más creíble, menos novelesca en el mal sentido de la palabra, que sus predecesoras.
Sin llegar a ser un buen filme, Cita con Venus merece la pena verse. Más aún: es indispensable, para quien ame el cine, verlo. Y no por el cuidado en la producción y la dirección a que hemos aludido, sino por la presencia en la pantalla de una actriz descomunal, la estadounidense Glenn Close, que lleva a cabo una creación tan bella y conmovedora que resulta excepcional desde cualquier ángulo.
Glenn Close hace una creación individual genial dentro de una creación colectiva simplemente digna. Y rompe todos los moldes, incluido los suyos propios.
La celebridad de esta actriz es reciente, pese a que sobrepasa los 40 años, y se ha amasado con composiciones -sobre todo dos: las de Atracción fatal y -de personajes monstruosos, encarnaciones bestiales en un caso de la agresión de una demente compulsiva y en otro de la agresión de una obscena degustadora del dolor ajeno. Pero en Cita con Venus, la actriz rompe ambos moldes y construye lo contrario: un ángel, un prodigio lírico que aporta al cine algunas de las escenas de amor más intensas y delicadas de cuantas hemos visto en los últimos años.
Babelia
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