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Tres veranos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘Tres veranos’: Conflictos de clase en el Brasil contemporáneo

Es una obra que arranca vacilante pero que va ganando peso con el metraje

Imagen de 'Tres veranos', película de Sandra Kogut. En el vídeo, el tráiler con subtítulos en español.
Javier Ocaña

Algo se mueve en el cine brasileño de los últimos años, a caballo de sus problemáticas sociales y de sus cambios políticos: desde 2015, se han estrenado en España Una segunda madre y Madre solo hay una, de Anna Muylaert; Doña Clara (Aquarius), de Kleber Mendonça Filho; los documentales Hotel Cambridge, de Eliane Caffé, y Cinema Novo, de Eryk Rocha; Como nuestros padres, de Laís Bodanzky; Siempre juntos (Benzinho), de Gustavo Pizzi; El canto de la selva, de Renée Nader Messora y João Salaviza, y ahora nos llega con un poco de retraso Tres veranos, de Sandra Kogut. Acercamientos a la realidad social del país, a la lucha entre los de arriba y los de abajo, a las dificultades de la clase trabajadora, y a los titubeos y caídas morales de la burguesía. Buena parte de ellos, dirigidos por mujeres, y la mayoría, protagonizados por personajes femeninos.

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Como también le ocurría a Una segunda madre, Como nuestros padres y Siempre juntos, Tres veranos es una obra que arranca vacilante pero que va sedimentando conforme el relato y los personajes superan los desequilibrados modos de filmación. A Kogut, la directora, se la nota incómoda en las secuencias de grupo de la primera media hora, con innumerables (y feos) planos medios, cuando lo que domina es la conversación en la masiva celebración familiar, casi a la manera de la mexicana Nuevo orden, aunque con una expresividad artística mucho más modesta. Momentos en los que la minoritaria élite blanca no deja de volcar su condescendencia, cuando no su soberbia, con el servicio de la casa, perteneciente a la mayoritaria comunidad negra.

Sin embargo, tras la llegada de la policía y la detención de los dueños, acusados de corrupción, la película descuella. Sin la presencia de la clase superior en la mansión de verano, los hasta entonces sometidos pasan a ser dominadores del hogar y del lujo (los paralelismos con la coreana Parásitos, del mismo año, son evidentes), y, como en la interesantísima y alegórica película española Los fieles sirvientes (Francesc Betriu, 1980), la situación amenaza con desmadrarse hacia un lugar donde el liberalismo económico tiranice a las reivindicaciones y a la justicia social.

Estrenada en el Festival de Toronto de 2019, y posteriormente galardonada en Málaga con el premio de la Crítica y a la mejor actriz (Regina Casé, a la que ya disfrutamos en Una segunda madre), Tres veranos logra finalmente lo que la mayoría de sus antecesoras cinematográficas: volcar en la espontánea y aguerrida mirada de una valiente mujer la propia mirada de la película; ácida, crítica, seductora y en modo alguno maniquea.

TRES VERANOS

Dirección: Sandra Kogut.

Intérpretes: Regina Casé, Jéssica Ellen, Gisele Fróes, Rogério Fróes.

Género: drama. Brasil, 2019.

Duración: 94 minutos.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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