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La batalla de una mujer que sufrió un error en su fecundación in vitro llega al teatro

‘El grito’ recrea la pelea judicial de ocho años de un caso real ocurrido en Canarias

Vídeo que acompaña el estreno de la obra teatral 'El grito', con la participación de Núria Espert, Rosa Montero, Natalia Menéndez y otras profesionales de la cultura.
Rocío García

“Grito aunque muchos se nieguen a escucharme. Grito aunque quieran silenciarme con mentiras y humillaciones. Grito… hasta que un día pueda dejar de gritar”. La actriz Núria Espert pronuncia estas palabras en un vídeo, con la voz de fondo de la cantaora Rocío Márquez, en el que varias profesionales de la cultura, como Rosa Montero, Natalia Menéndez, Pilar de Yzaguirre o Ana Fernández, lanzan un grito contra las injusticias que se cometen día a día contra las mujeres.

El vídeo acompaña al estreno en Madrid de la obra teatral El grito, escrita a cuatro manos por las dramaturgas Amaranta Osorio e Itziar Pascual, que se inspiraron en el caso real de una mujer que batalló durante ocho años en los tribunales en Canarias por un error en la fecundación in vitro a la que se sometió. La mujer, madre de mellizos, fue fecundada con el semen de un donante anónimo, no con el de su pareja, tras lo cual fue abandonada, acusada de adúltera, estafadora y mentirosa. Al final de una lucha titánica, y con la ayuda de una abogada de oficio, consiguió una sentencia favorable de una jueza.

Nació del tesón de la veterana activista y productora Pilar de Yzaguirre, quien, a sus 85 años, ha unido en ‘El grito’ sus dos pasiones: las artes escénicas y la lucha por los derechos de las mujeres

Dirigido por la argentina Adriana Roffi, el montaje estará hasta el 4 de abril en el teatro Fernán Gómez de Madrid. Un espectáculo que nació del tesón de la veterana activista y productora teatral Pilar de Yzaguirre, quien, a sus 85 años, ha unido en El grito dos de sus grandes pasiones: las artes escénicas y la lucha por los derechos de las mujeres.

La obra, cuyo título hace referencia al famoso cuadro El grito, de Edvard Munch, reúne muchas de las preguntas que se han hecho sus autoras a lo largo de su vida como dramaturgas y como mujeres. “Preguntas que tienen que ver con la incredulidad de la sociedad ante las circunstancias de las mujeres, la cultura de los cuidados, la maternidad, la relación madres e hijas, la lucha por la equidad, el derecho al respeto y el derecho a una vida en la que la presunción de inocencia sea una realidad”, asegura Itziar Pascual, premio Nacional de Teatro para la Infancia y la Juventud 2019.

Nuria García y Ana Fernández, en un ensayo de 'El grito'.
Nuria García y Ana Fernández, en un ensayo de 'El grito'.Xavi Vilanova

Fortaleza y libertad

Pascual advierte que El grito no es teatro documento. “Hay un estudio exhaustivo de documentación, de conocimiento del proceso y del corpus de sentencias que se fueron dando en esos ocho años. Sin embargo, hemos introducido algún componente de ficción sobre el nombre real de las personas implicadas, el entorno y el contexto cultural y geográfico en el que tiene lugar la acción”, dice la autora, que niega toda intención de criticar al sistema judicial, pero sí de reflejarlo en este caso concreto. “Fue una jueza, imprescindible en esta historia, formada en violencia de género y rigurosa, la que firmó la sentencia definitiva. Hay en El grito también un acto de esperanza y confianza en todas esas mujeres cualificadas y preparadas con capacidad para comprender qué efecto tienen las mentalidades en las vidas de las personas, tal y como se decía en la sentencia”, finaliza Pascual.

La directora Adriana Roffi ha acometido este poderoso texto sin ideas preconcebidas. “Escuchando a los actores es como yo voy dando forma al montaje, me gusta enseguida ir al escenario. Mi trabajo de análisis tiene que ver más con la acción que con el trabajo de lectura en una mesa, que me aburre mucho. Para mí, es imprescindible que los actores tengan fortaleza y libertad para crear o concretar. En el escenario es donde profundizamos cada escena y cada sentimiento”, explica tras un ensayo la directora, que ha ideado una escenografía con tres espacios concretos y dinámicos, todos a la vista siempre, que van mutando a lo largo de la función y que exige la colaboración activa del espectador.

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