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LEER PARA CREER
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La oruga fuma y los demócratas son satánicos

Trump no solo violó la verdad sino también la verosimilitud que al menos salva la buena literatura

Berna González Harbour
Donald Trump en su último discurso como presidente de Estados Unidos antes de viajar a Florida.
Donald Trump en su último discurso como presidente de Estados Unidos antes de viajar a Florida.CARLOS BARRIA (REUTERS)

La verdad no es materia esencial en literatura, pues los hechos, sentimientos y giros han pasado por la mano arbitraria del autor, por la memoria elástica de sus personajes y por las contradicciones de la esencia humana, tan retorcida como la propia vida. Si ésta es puñetera en general, cómo no va a serlo en esa especie de contrato de arras entre un autor que ofrece una construcción y un lector que acepta el juego para disfrutar, para evadirse o para aproximarse a la realidad de una forma más digerible que la de verdad. Hablamos de ficción, claro.

Otro asunto es la verosimilitud. En el juego establecido en ese contrato no escrito entre autor y lector, la regla principal es que todo sea creíble, que las casillas del tablero se salten sin trampas porque, si aparecen, al escritor se le caerá la credibilidad. Hasta el género del absurdo tiene sus dados.

Verdad. Verosimilitud. Credibilidad. Ya hemos sacado a la mesa tres palabras importantes, menú básico de la convivencia porque la vida fuera de ellas es desgraciada y peor. En literatura, decíamos, la clave es la verosimilitud, no la verdad. En política creíamos que el mínimo exigible era la verdad, pero el rizo que ha dado Trump a la historia no solo no ha incluido la verdad en el menú sino que, como en un pésimo libro al que le fallan las costuras, tampoco la verosimilitud. En la bandeja, todo podrido.

“Hay verdades y hay mentiras”, dijo Biden en su discurso de inauguración. Y la obviedad fue necesaria porque una de las recetas del trumpismo consiste en arrojarte no las pruebas de los “hechos alternativos” que defienden, sino el reto de que tú demuestres que hay pruebas de lo contrario. Es su coletilla. La subversión de la verdad al cuadrado.

John Matze, jefe de la plataforma ultraderechista Parler en la que se movilizaron los trumpistas hasta desembocar en la toma del Capitolio, ha protagonizado un momento importante de este tiempo histórico en la entrevista que le hace Kara Swisher para su podcast en The New York Times. Quien hoy quiera estar informado de lo que está pasando, debe escucharlo. Buena pieza de periodismo. El diálogo es un choque clarificador entre la verdad y la “verdad alternativa”, que no es otra cosa que la mentira. Brillante desenmascaramiento en el que hay que reconocer que Matze no se queda nunca sin respuesta, porque llega un momento en que a preguntas sobre qué prueba tiene para defender su afirmación, el jefe de Parler dice tan contento: “¿Y qué prueba tiene usted de que eso no ha ocurrido?” Y ahí está el choque que estamos viviendo. Entre la verdad y la mentira, que ha costado a Parler su expulsión de Amazon.

Pero hablábamos de verdad (ya traicionada) y hablábamos de verosimilitud (también). ¿Qué ha ocurrido para que muchos trumpistas crean que los demócratas son una secta de satánicos pedófilos o que hubo fraude electoral? ¿En qué momento cambió el tablero de juego para que, en lugar de saltar las casillas, algunos acepten que un conejo hable, que una oruga fume, que se crece o se mengua, como en Alicia en el país de las maravillas, sin sorprenderse por ello?

Verdad es la esencia del periodismo, la política, la historia. Verosimilitud, la de la buena literatura. Trump no solo violó la verdad sino también la verosimilitud que al menos salva esa buena literatura. Ni la una ni la otra tuvieron sitio bajo el manto de Trump, que educó otros instintos a los que, ahora, a ver quién les echa el galgo.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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