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Atraco perfecto durante la ‘mascletà’

Ferran Torrent recrea en una novela el robo del Banco Exterior en Valencia en 1992

Miquel Alberola
El novelista Ferran Torrent, en una calle de Sedaví (Valencia).
El novelista Ferran Torrent, en una calle de Sedaví (Valencia).MÓNICA TORRES

Los protagonistas de las tres últimas novelas de Ferran Torrent (Sedaví, 68 años) se desenvuelven en un estado de crisis permanente en el que surgen nuevas formas de vida. Él creó una en el primer título de la serie, Una comida un día cualquiera (Jot Down, 2017). Lo llamó “el Segundo Sistema”. Lo compone una serie de gente que vive y se nutre del primer sistema pero al margen de la ley: “Todo lo que hacen es ilegal”, remarca con entusiasmo identitario tras acometer un arroz meloso en el restaurante de su amiga Carmina en El Saler (Valencia). A aquel título le sigue Individuos como nosotros (pendiente de aparecer en Destino en castellano) y ahora esta editorial ha publicado la traducción de la tercera entrega: Poder contarlo (Destino), donde el novelista recrea el robo nunca esclarecido del Banco Exterior de España en Valencia, en el que los atracadores aprovecharon el bullicio de la mascletà fallera para llevarse más de cien millones de pesetas de 1992.

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Para escribir esta novela, que él retrotrae al momento de la transición política con un sustancioso incremento del botín (1.500 millones de pesetas), ha tenido que meterse en la piel de los delincuentes. “Me he convertido en un atracador, porque soy el cerebro del atraco”, confiesa. Fue al banco varias veces, recorrió otras tantas el trayecto que tenían que hacer el 1 de marzo de 1983 hasta llegar al coche y emprender la huida. Cronometró el tiempo, midió el recorrido. Se cercioró de que los ladrones podían pasar desapercibidos en la escalera de acceso a la entidad, ponerse las máscaras, sacar las metralletas de plástico e iniciar el asalto mientras en la calle se disparaba la mascletà con la muchedumbre apelotonada mirando cómo estallaba el cielo. Y, sobre todo, se aseguró de que tras el robo, los cacos, cada uno con una bolsa, podían cruzar la calle con gente y en tres o cuatro minutos llegar hasta el vehículo.

La autoría del robo del banco, que en la novela se llama Intrans, ha planeado en los títulos anteriores del Segundo Sistema, situados en los años de corrupción del PP, como una asignatura pendiente de la policía y del comisario Tordera, que siempre sospechó de la saga de rufianes de kilómetro cero engendrados por Torrent (el Llargo, el Messié, el Gordo, el Mítico Regino...). Personajes tan cohesionados en el delito como en la desconfianza mutua, porque en Poder contarlo “todos los que entran, mojan”. El autor también recupera al detective Toni Butxana, al periodista Marc Sendra y al exboxeador Hèctor Barrera. Todos deambulan de forma coral por la trama a un vertiginoso ritmo. “Para mí, el patrón era Uno, dos y tres (1961), de Billy Wilder, que no para del primer minuto al último. Y eso es lo que quería para la novela. Siempre están pasando cosas”, apunta.

Torrent no trabaja con argumentos sino con ideas que va enhebrando. En el libro no hay prácticamente descripciones. No hay narración: hay diálogo. Y el diálogo imprime velocidad. “Un personaje cuando dialoga se describe. Las descripciones obstruyen la fluidez de la novela”, justifica. Además, la ironía que supura toda su obra lo obliga a no hacer diálogos largos, sino cortos e impactantes. Poder contarlo fluye con celeridad como una comedia por una trama principal y subtramas que se abren y se cierran, que se expanden con personajes secundarios que entran y salen y cuyo protagonismo va dando forma a la novela. Para no perderse en el laberinto que tejía mientras la escribía, empapeló parte de la pared ante su mesa de trabajo con una lámina con todos los personajes principales, los secundarios, las veces que aparecen y el leit motiv de la novela. Asimismo, utilizó una libreta con sinopsis de los capítulos como retrovisor.

Ferran Torrent no se considera escritor sino novelista. Sostiene que un escritor hace "otras cosas", mientras que él solo escribe novelas. Es el único autor en catalán en Valencia que vive de sus libros, particularidad que lo convierte “no en una especie rara, sino en una especie de tiro al blanco”, por urticaria que suscita en parte del gremio: “Solo me preocupo de las cosas que tienen remedio”, desecha. Ha escrito cerca de treinta libros, la mayoría de los cuales han sido traducidos al castellano. Varias de sus novelas han sido llevadas al cine, como Un negro con un saxo (1989) y Gracias por la propina (1997), ambas dirigidas por Francesc Bellmunt, y es uno de los autores predilectos del entrenador Pep Guardiola. Su libro más vendido en castellano es La vida en el abismo, con el que quedó finalista del premio Planeta en 2004. El galardón pudo cambiar su vida, pero para evitarlo cambió su número de teléfono y se centró en lo que considera que sabe hacer.

Con todo, su obra se vende mejor en francés y en alemán que en castellano. Al preguntarle por la causa responde con otra pregunta de complicada respuesta: “¿Qué autor en catalán ha vendido libros traducidos al castellano?”, y deja un silencio muy expresivo. Desde su punto de vista, el mercado en castellano se comporta con normalidad con los escritores en gallego y euskera, algo que, lamenta, no ocurre con los autores en catalán, aunque confía en que algún día se normalice la situación. Ni siquiera le sirve el ejemplo de Josep Pla, quizá el escritor catalán con mayor resonancia en Madrid. “Tuvo un eco. Francisco Umbral le dio cancha, Dionisio Ridruejo lo tradujo, pero no tuvo una entrada importante en el mercado en castellano”, arguye. “Creo que eso todavía está ahí”, se duele.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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