La cultura, espacio libre de rebrotes
El sector esgrime la eficacia de sus protocolos sanitarios y batalla para que no se le meta en el mismo saco que a los locales de ocio nocturno como ha ocurrido en Cataluña
”No ha habido rebrotes en los espectáculos culturales, nos hemos reinventado por nuestra salud y la de la cultura. Entre todos y todas lo estamos consiguiendo. Si nos hacen cerrar de nuevo, pasará mucho tiempo hasta que podamos volver a ver cultura en directo. Te necesitamos: enseña al mundo que eres, somos y hacemos #culturasegura”. Este mensaje ha circulado en los últimos días en las redes sociales como una llamada de socorro de los profesionales de la cultura después de que la Generalitat de Cataluña anunciara el viernes su decisión de prohibir “todas las actividades de tipo cultural, espectáculo público, recreativo, deportivo y de ocio nocturno” para frenar la ola de rebrotes en esa comunidad, lo que suponía la paralización de festivales tan señeros como el Grec, el Cruïlla XXS o el Fes Pedralbes.
Decenas de artistas y profesionales de toda España se unieron rápidamente a la campaña para reivindicar los recintos culturales como espacios seguros, a la vez que criticaban que se los equiparara a una discoteca o un pub. La propia alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, reconoció que era incongruente que playas y bares siguieran abiertos mientras se obligaba a cancelar espectáculos. El lunes la Generalitat permitió que siguieran los festivales, pero mantiene la prohibición de manera general, por lo que la batalla continúa abierta. El sector teme que la situación se reproduzca en otras comunidades y pide que no se le meta en el saco del “ocio nocturno”, pues sus condiciones de seguridad son diferentes.
El epidemiólogo Jesús Molina, portavoz de la Sociedad Española de Medicina Preventiva, Salud Pública e Higiene, considera que es un error equiparar ambas actividades. “No solo porque los teatros, los cines y los festivales están cumpliendo a rajatabla las medidas de seguridad, sino por el comportamiento del público. Los espectadores en general respetan las normas en todo momento, mientras que en las discotecas el descontrol aumenta a medida que pasan las horas, los clientes beben, se olvidan las distancias y se relaja la vigilancia. Solo hay que ver dónde se están registrando los brotes”, asegura el especialista. “Las actividades culturales son seguras. Tanto o más que viajar en avión o tren”, añade.
Margarita del Val, viróloga del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, no teme por el público, sino por los artistas. “No veo el mismo riesgo para los espectadores, que seguro que mantienen las distancias, que para los actores o cantantes. Con vocalización fuerte, el riesgo de contagio es alto incluso manteniendo las distancias. Está bien documentado el caso de un coro en EE UU [en el Estado de Washington] en el que se produjo un contagio masivo en un ensayo en interiores pese a que no hubo contacto entre ellos. En estos casos el requisito mínimo debería ser un espacio exterior, manteniendo las distancias y sin nada de contacto, pero no sé si eso estaría fuera de riesgo”, afirma Del Val.
Cualquiera que haya ido al teatro, al cine o a un concierto desde que la actividad cultural empezó a reanudarse en España a mediados de junio se habrá dado cuenta de que el sector ha hecho los deberes. Aforos reducidos incluso por encima de los porcentajes marcados por ley, distancia entre espectadores, higienización y toma de temperatura en los accesos. Es difícil toparse con alguien de frente y mucho menos con los típicos corrillos que amenizan los estrenos. Hasta puede que haya policías vigilando, como la semana pasada en el festival Celsius 232 de Avilés. Todo es más tristón, cierto, pero se compensa con la emoción de ver de nuevo a alguien de carne y hueso en un escenario.
Gestores, productores, técnicos y artistas de todas las disciplinas han mantenido en los últimos meses reuniones continuas para estudiar juntos la manera de volver a la actividad de forma segura, lo que ha dado como resultado unos protocolos muy detallados tanto para los artistas como para el público. “Por eso es injusto que se establezcan prohibiciones de manera genérica, sin tener en cuenta nuestra singularidad. Eso nos estigmatiza y nos desmotiva”, lamenta Carlos Morán, presidente de la red de teatros y festivales públicos Redescena.
El festival de teatro Olmedo Clasico (Valladolid) es un ejemplo de cómo la generalización de las normativas, sin tener en cuenta las singularidades de cada sector, se cobra víctimas en la cultura. La organización de la cita, que tenía previsto celebrar su 15ª edición del 24 de julio al 2 de agosto, anunció el sábado su cancelación por la imposibilidad de cumplir las nuevas restricciones decretadas la semana pasada por la Junta de Castilla y León, que establecen la obligatoriedad de mantener una separación de un metro y medio entre los espectadores aunque lleven mascarilla, sin distinguir por tipo de actividad ni si se desarrolla al aire libre, como era el caso de este festival. “Habíamos sacado a la venta incluso menos entradas de las que nos permitía el anterior decreto, pero aun así mucha gente que había comprado localidades habría quedado fuera. Si nos hubieran consultado, quizá habríamos podido introducir matizaciones en la norma. En todo caso, entendemos que la situación es difícil y respetamos la decisión”, explica su director, Germán Vega.
En el ámbito privado, han surgido incluso proyectos de investigación de nuevas tecnologías para que el público se sienta seguro, como el ensayo que se está desarrollando en el teatro Pavón Kamikaze de Madrid para probar la eficacia de un sistema de ionización que descontamina los recintos en tiempo real. “Así no hay que esperar a que los espectadores salgan para desinfectar: el aire se renueva continuamente”, explica el escenógrafo Eduardo Moreno, impulsor del proyecto.
De la mano con los profesionales ha trabajado el Ministerio de Cultura. El Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem) ha redactado un protocolo certificado por el Ministerio de Sanidad que está sirviendo de referencia para el sector. “Hemos querido contribuir con una especie de paraguas general para que las compañías no se encontraran con normativas muy diferentes en cada comunidad. Hemos trabajado mucho con el sector para poner la bandera azul en los recintos culturales. Y podemos garantizar que son espacios seguros”, asegura Jaime Guerra, director del Departamento de Coordinación del Inaem.
Babelia
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