‘La traviata’ toma la temperatura a la nueva normalidad en el Teatro Real
El coliseo regresa a la actividad con un ‘verdi’ adaptado a las exigencias pospandemia
Todo fue raro, pero funcionó. Si una institución operística en Europa podía dar uno de los primeros pasos en la nueva normalidad musical era el Teatro Real. Se la jugó ayer en una prueba que tuvo a todos sus iguales pendientes. Ha sido el primer coliseo en programar un gran título como La traviata con orquesta y coro completos en la era de la covid-19, casi 100 días después del inicio del confinamiento.
Y lo ha logrado. Con cuidado y con extrañeza, con audacia y con cautela, pero lo ha logrado. Una hora antes se formaron las colas de entrada. El público llegó vestido de gala, pero con mascarilla. El vestíbulo fue un clamor de cariñosos codazos en el día del reencuentro. Si las buenas intenciones iban a ser algo más que eso, aún no estaba claro. Pero para el director general del Real, Ignacio García-Belenguer, ya era un buen indicio: “Espero que la expectativa del placer supere al miedo”, deseó.
Antes de que se levantara el telón para esta Traviata verdiana semiescenificada, el periodista Iñaki Gabilondo pronunció unas palabras en nombre del teatro y pidió un minuto de silencio en memoria de los muertos. “Nada es sencillo ahora, tampoco lo es estar esta noche aquí”, aseguró. Pero cómo renunciar a lo que, también en sus palabras, un día dijo Cervantes respecto a la música. Ese arte que, según el autor del Quijote, sirve “para componer los ánimos descompuestos”.
Parte del éxito de anoche se basó en la pericia protocolaria. También en una firme voluntad de doblegar el desánimo y acabar con las incógnitas. Y en una eficacia transversal de equipos que van desde los acomodadores, atentos y protegidos, a las taquillas. Desde el personal técnico y de seguridad a los músicos, el coro y los artistas.
El foso quedó ampliado al doble y ganó terreno a un patio de butacas mermado, con las separaciones establecidas y la debida protección. El descanso se extendió a 40 minutos para desinfectar foso y escenario. Fue otra demostración de que solo la paciencia permitirá ver en la nueva normalidad a una orquesta con 76 miembros y un coro de 51 cantantes. Nicola Luisotti los dirigió desde el podio, encapsulado en una mampara, con la distancia debida. El sonido es otro, y la dimensión que adquiere, desconocida.
Marina Rebeka y Michael Fabiano encabezaban anoche un reparto que variará en las 27 representaciones previstas. Ella se llevó las mayores ovaciones de un público deseoso de aplaudir. Por ahora, al 50% del aforo. A partir de mañana se pondrán a la venta 6.000 entradas más, ya que aumentará el porcentaje de ocupación.
Los casi cuatro meses de silencio que ha vivido el Teatro Real se rompieron con la obertura de La traviata. Ese hilo de sonido que marcan los violines y que simboliza ese último vínculo con la vida, tal vez sea la mejor manera de regresar. “De sumarse a la movilización por recuperar la normalidad”, como dijo Gabilondo. Le escuchaba desde el patio de butacas Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, recién nombrada presidenta honorífica del patronato del teatro.
También acudieron Nadia Calviño, vicepresidenta económica del Gobierno, e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, a las que acompañó la consejera de Cultura madrileña, Marta Rivera de la Cruz. También estaba el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, y ministros como José Luis Escrivá, de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.
Todas esas personalidades (y otras) fueron testigos del regreso, junto a una audiencia tan paciente como ansiosa de volver a escuchar música en directo. El público resultó excepcional en su comportamiento, como correspondía a una noche que supone un antes y un después para el Teatro Real.
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