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Cine
Columna
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Clint Eastwood, tan grande como irregular

El cineasta ha cumplido 90 años. En sus 38 películas hay obras maestras y su trabajo en la década de los noventa y en los primeros años de este siglo permaneció en estado de gracia

Carlos Boyero
El cineasta Clint Eastwood, en una rueda de prensa en el festival de Cannes.
El cineasta Clint Eastwood, en una rueda de prensa en el festival de Cannes.JEAN-PAUL PELISSIER (REUTERS)

Existió una larguísima época en Hollywood en la que había fecha de jubilación para los directores viejos, incluidos los que llenaron de arte sus películas. Daba igual que hubieran enriquecido a las productoras y donado felicidad al público. Las compañías de seguros, tan cautas ellas, y los grandes estudios sentían pavor ante el jaleo que se montaría si esos directores ancianos la palmaban en medio del rodaje. Afortunadamente, eso ha cambiado. Woody Allen, que va a cumplir 85 años, sigue haciendo cine al ritmo de siempre, a pesar de que muchas productoras e intérpretes le hayan anatemizado. Y Clint Eastwood, que ha llegado a los 90 años, tampoco ha lanzado la toalla en su profesión ni está buscando una postrera residencia de ancianos.

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¿Se ha ganado un puesto en el Olimpo la obra de Eastwood, podemos certificar que es un incontestable clásico, el autor de un arte que perdurará en el tiempo? Para mi gusto ha realizado varias obras maestras. Su trabajo en la década de los noventa y en los primeros años de este siglo permaneció en estado de gracia, pero también existen bastantes películas grisáceas en su filmografía como creador, que no pasarán a la historia, incluida su decepcionante y olvidable etapa final.

Haces memoria y descubres su autoría en 38 películas. Son muchas, es normal que haya altibajos. Pero su trabajo como director y como actor siempre han gozado del éxito. El público de varias generaciones ha sentido fascinación ante su magnética presencia, le concedieron un estrellato duradero, pagaban la entrada por verle en la pantalla, independientemente de la calidad del producto.

Le ha ocurrido desde la trilogía que interpretó a las órdenes de Sergio Leone. Nunca habló mucho. No le hacía falta. Disponía de los atributos del héroe. La mayoría de los tíos querían parecerse a él. Sus personajes eran viriles, solitarios, introspectivos, misteriosos, gente de acción, nada dispuestos a recibir órdenes, presuntos perdedores que siempre acababan ganando. Y disponía de un físico, una pinta y una capacidad hipnótica deslumbrantes.

Clint Eastwood da indicaciones a los actores Samuel E. Wright y Forest Whitaker durante el rodaje de 'Bird'.
Clint Eastwood da indicaciones a los actores Samuel E. Wright y Forest Whitaker durante el rodaje de 'Bird'.GETTY

Pero este actor, al que le sobraba trabajo, también estaba empeñado en contar historias con una cámara. Jamás ha aparecido su firma en esos guiones, pero está claro que muchas veces ha poseído instinto para captar el atractivo de ellos y para imprimirles su poderoso sello. Arrancó con Escalofrío en la noche. Tenía un punto inquietante desarrollando el acoso que sufre el presentador de un programa de radio por una fan dispuesta a cargárselo si la sigue rechazando. Su cine posterior me dejó escasa huella.

Hasta que en el año 88 hace un impresionante, sentido, complejo y emocionante retrato de Charlie Parker en Bird. O sea, palabras mayores. Esa vena creativa, ese cine desasosegante y lleno de fuerza se va a prolongar durante mucho tiempo. No tengo duda de que voy a disfrutar hasta el final de mi existencia con un puñado de películas que llevan su firma. Sin perdón me parece el último gran wéstern de la historia del cine. La trama, las imágenes y los sonidos funcionan magistralmente, con tono realista pero también épico en esta profunda descripción de la violencia, la venganza, el indeseado retorno por motivos de supervivencia de un antiguo asesino a su vieja profesión.

Este hombre, que jamás ha tenido el menor complejo para afirmarse públicamente en su derechismo, su devoción por Donald Trump, paradójicamente ha sido en su cine el cronista más implacable y sombrío de las heridas en su país

La secuencia final, en la que William Munny abandona a caballo, en medio de la lluvia y los truenos, ese pueblo en el que ha perpetrado la matanza de los villanos que representaban a la ley y el orden, gritándole a los atemorizados habitantes del pueblo: “Si me entero de que volvéis a hacer daño a las putas, os juro que regresaré para mataros a vosotros y a vuestras familias” posee el aura y la grandeza que impregna a las obras maestras.

Y cómo olvidar la huida de un delincuente que lleva como rehén a un niño en la inquietante Un mundo perfecto. La historia de amor a lo largo de tres días mágicos, condenada a un desenlace trágico que los protagonistas recordarán hasta su muerte, entre el fotógrafo y la mujer apaciblemente casada en Los puentes de Madison. La turbiedad moral y ambiental de Medianoche en el jardín del bien y del mal. La tensión, la atmósfera, la angustia y el salvaje final de una historia que empezó en la infancia, cuando un crío fue secuestrado y violado por pedófilos sin alma, en la estremecedora Mystic River. La conmovedora relación entre un machacado entrenador de boxeo y una perdedora ancestral que sueña con la gloria y el dinero que le proporcionará luchar en el cuadrilátero en Million Dollar Baby. La redención de un viejo republicano, racista y gruñón, ofreciendo su vida para salvar la de unos inocentes desamparados en Gran Torino.

Si Eastwood se hubiera despedido con el emotivo testamento que suponía ‘Gran Torino’ significaría un broche más que digno a su carrera

Si Eastwood se hubiera despedido con el emotivo testamento que suponía Gran Torino significaría un broche más que digno a su carrera. Lo que ha realizado después, a excepción de la muy curiosa Richard Jewell, prefiero olvidarlo. Ojalá que aún le queden fuerzas mentales y físicas al anciano Eastwood para realizar una última y magistral película. Este hombre, que jamás ha tenido el menor complejo para afirmarse públicamente en su derechismo, su devoción por Donald Trump y su desprecio hacia Obama, paradójicamente ha sido en su cine el cronista más implacable y sombrío de las heridas en su país, el defensor de aquellos con los que se ensañó la vida. Este permanente triunfador nunca le dio la espalda en su cine a los perdedores.

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