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El Reina Sofía reabre con un recorrido limitado a un cuarto de su colección

El sábado podrán acceder gratis al centro 938 visitantes en una selección que incluye el ‘Guernica’, Dalí, Miró o Ángeles Santos. El tope de asistentes a la sala del mural de Picasso será de 30 personas

Nicola Wohlfarth, jefa de Gabinete del Museo, supervisa la sala de 'Guernica' este miércoles.
Nicola Wohlfarth, jefa de Gabinete del Museo, supervisa la sala de 'Guernica' este miércoles.©Jaime Villanueva (EL PAÍS)

El Museo Reina Sofía ya está listo para regresar a la vida. Cuando el sábado abra sus puertas -después de casi tres meses cerradas-, los 938 visitantes que podrán transitar por sus salas se encontrarán una oferta reducida. Solo podrá visitarse íntegramente la planta dos, con el Guernica, Miró, Salvador Dalí o Ángeles Santos como reclamos, entre otros artistas que avanzaron sorteando la amenaza de los fascismos del primer tercio del siglo XX. En total, 300 piezas a la vista. Algunas partes del claustro, la terraza y el jardín, con una pieza de Cristina Iglesias (Pozo V -III-, 2011), instalada en torno a la pasada edición de Arco, dos semanas antes del estado de alarma, también estarán abiertas al público, que subirá y bajará por ascensores diferentes.

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El visitante con mascarilla seguirá las pautas sanitarias que se indican en vinilos pegados en el suelo de los pasillos y las paredes previas a la entrada de las salas. En los interiores de las estancias se ha decidido no incluir señalización, ni regular cada paso de las visitas. No hay rastro de los círculos anaranjados y flechas azules (que recuerdan a las marcas del Camino de Santiago) ante el icono del museo. Solo podrán contemplar Guernica 30 personas a la vez, siempre separadas entre sí y sin límite de tiempo. El peso de la nueva normalidad recaerá sobre la conciencia de cada visitante y las llamadas de atención de los vigilantes.

El director del museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, este miércoles junto al 'Guernica'. En vídeo, Borja-Villel explica que el museo abrirá con un aforo de 900 personas. Vídeo: EP

“Es más seguro ir al museo que sentarte en una terraza”, sostiene Nicola Wohlfarth, jefa de Gabinete del museo. La duda es saber cómo va a influir el miedo en la necesidad de volver al centro. “La centralita no para: llaman preguntando cómo va a ser la reapertura. Creo que no hay tanto miedo como la semana previa al cierre por estado de alarma. Esta situación ya no es nueva para el ciudadano, todos hemos pasado por un supermercado”, añade. El museo Reina Sofía no ha sido rediseñado para su reencuentro con el público. No hay una selección de las ocho décadas de arte que componen la colección permanente. Casi sesenta salas y cuatro décadas de historia del arte quedan fuera de la selección, y solo 22 habitaciones están abiertas al paseo y a la mirada. La dedicada a Salvador Dalí -en la que únicamente pueden permanecer 37 personas al mismo tiempo- ha tenido, eso sí, baile de obras, con incorporaciones inesperadas: el Ángelus arquitectónico de Millet (1933) y El hombre invisible (1929-1932).

Pérdidas millonarias

Este fin de semana la entrada será gratuita, a partir de entonces y mientras se prolongue esta situación (la previsión es ir habiendo salas a medida que vaya extinguiéndose el estado de alarma) tendrá un precio reducido de cuatro euros. No hay previsiones de cuál será el número de personas que se apunten a la reapertura del centro, que antes de la pandemia de la covid-19 sumaban cerca de 6.000 cada jornada. Las pérdidas de ingresos por entrada que ha sufrido el museo en estas casi 12 semanas ascienden a 1,6 millones de euros. Y medio millón de euros menos por la falta de alquiler de espacios.

Los protocolos sanitarios se reparten en forma de vinilo.
Los protocolos sanitarios se reparten en forma de vinilo.©Jaime Villanueva

A diferencia que en Italia, el Museo Reina Sofía no tomará la temperatura al público que acceda al antiguo hospital diseñado por Francisco Sabatini. Lo más excepcional en el museo postcovid no es el dispensador de gel hidroalcohólico colgando de las paredes, ni el vinilo que avisa cuántas personas pueden sentarse en ese banco, ni la prohibición de tocar (que ya se practicaba), ni siquiera la pegatina que pide distancia de seguridad. Lo extraordinario en este museo que está naciendo es la pérdida del papel. El tránsito a la era digital, revolucionado por el peligro de contagio, ha extinguido las hojas de sala plastificadas, que colgaban en las entradas de las salas. Eran seres en peligro de extinción que han sido reemplazados por los códigos QR. La nueva forma de leer el museo es desde el smartphone... quien lo tenga.

Junto a los folletos también han muerto las visitas: la fiebre por la masa, por los récords y las filas, ha dado paso a una experiencia más pausada y menos conflictiva. De la antigua normalidad sabemos que los museos atestados desembocan en una experiencia estresante. El nuevo museo se parece más a un museo y menos a un rebaño.

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