Vagueando
Mi ignorancia y mi pereza son más poderosas que el virus y la muerte
Cuántas veces tienes que decir que estás releyendo un libro cuando en verdad lo estás leyendo por primera vez, pero temes que si lo confiesas el que te escucha concluya que eres un inculto o que te has pasado la vida tomando el sol en las piscinas municipales de tu pueblo y comiendo patatas fritas y leyendo revistas del corazón. No sé qué demonios he hecho con mi vida, me he pasado la vida vagueando, piensas. Bueno, ahora por fin, confinado, a ver si me acabo de leer, yo qué sé, las cincuenta mil páginas de Galdós y de Dickens y de Balzac que me faltan o aprendo la lengua rusa o la japonesa, pero hete aquí que me levanto de la mesa y me voy al sofá y le doy al mando de la tele y allí me quedo, hipnotizado, viendo Sálvame.
Cambio de canal y veo una tertulia sobre el virus. Me engancho. Cambio de canal y sale un egiptólogo hablando de un virus de hace tres mil años. Cambio de canal y sale Hitler, por los 75 años de su muerte. Cuando mido el tiempo que llevo viendo la tele una voz de mi conciencia me dice airada “vuelve a Galdós, vago, más que vago, maleante cultural”. Me asusto. Dios santo, mi vida intelectual va directa al pudridero. Es el confinamiento, que te hace caer en un abismo de indolencia y de pereza. La voz dice “además, en las novelas sale mucha más gente que en la televisión, que siempre salen los mismos”. Coño, esto es verdad.
Pero sigo viendo la tele, ahora hablan de que se cumplen 70 años del viaje que hizo Frank Sinatra a Tosa de Mar para controlar qué demonios estaba haciendo en España su amada esposa Ava Gadner. Y lo que estaba haciendo era vivir un romance con el torero Mario Cabré. Los hombres podían tener aventuras y las mujeres no, hasta que llegó Ava Gadner. Su relación con Cabré no fue seria, porque ella amaba a Frank Sinatra. Pero entonces esto costaba entenderlo, ahora puede que también, por eso volvemos una y otra vez a la vida de Ava Gadner. Tanto Mario Cabré como Ava murieron en el mismo año y los dos solos: 1990. Ava lo hizo un 25 de enero, Cabré un 1 de julio. Imagino que ya haría tiempo que no sabrían nada el uno del otro. Es lo que tiene la vejez y el deterioro físico: elimina la memoria.
Sigo con la tele. Y llega un milagro. En la 2 ponen una película que no había visto nunca, se titula Se necesita chico, de 1963. Me quedo asombrado. Estoy viendo una obra maestra del cine español cuya existencia me era desconocida. ¿Por qué nadie me habló de esta película jamás? Es una obra maestra, de una belleza y una dulzura excepcionales. Algo aprendo: mi ignorancia y mi pereza son más poderosas que el virus y la muerte.
Babelia
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