Fallece en México Virgilio Fernández del Real, uno de los últimos brigadistas internacionales
El republicano español se exilió en el país latinoamericano tras participar como enfermero en la Guerra Civil
Virgilio Fernández del Real, uno de los últimos brigadistas internacionales vivos, falleció el martes a los 100 años de edad en la ciudad de Guanajuato, en México. El exiliado español padecía de problemas respiratorios y de corazón. Enfermero de formación, se enlistó en el Ejército republicano tras estallar la Guerra Civil. Participó como miembro de las Brigadas Internacionales en la defensa del Guadarrama y en la Batalla del Ebro. Tras pasar por un campo de concentración francés, se exilió a México, país que adoptó como suyo y adonde trasladó su activismo político de izquierdas.
Fernández del Real era parte fundamental del exilio republicano en el país, que este año cumple 80 años. Mari Carmen Moreno, miembro de la mesa directiva del Ateneo Español de México y nieta de un brigadista internacional, lo conoció hace tres años durante una exposición sobre la Guerra Civil. Él llevaba una boina negra de la que pendía un pequeño banderín republicano. "Era la historia viva", asegura. "Somos hijos de una República que se intentó borrar y él representaba para nosotros, los descendientes, el saber que seguía viva".
Nació en 1918 en la ciudad marroquí de Larache, por entonces parte del protectorado español, y pasó su juventud entre Sevilla y Córdoba, donde estudió enfermería. El estallido de la Guerra Civil lo sorprendió de practicante en el Hospital Princesa de Madrid. Ejerció de enfermero entre las filas republicanas y combatió junto al Batallón Dombrowski, creado en 1936 en Albacete y formado por entre 3.000 y 5.000 voluntarios mayoritariamente polacos.
Como parte del batallón, el enfermero participó en la defensa de Madrid, asediada por las tropas franquistas, y en la ofensiva de Brunete, lanzada por el Ejército republicano para intentar debilitar el cerco sobre la capital. Con el avance franquista, el batallón se disolvió. Fernández del Real cruzó la frontera hacia Francia, donde pasó unos meses internado en el campo de concentración de Saint Cyprien, levantado para acoger a los refugiados españoles.
En otoño de 1939 emprendió el camino a su exilio definitivo en México. Desembarcó junto a su madre y su hermano en Veracruz, el principal puerto de entrada de los desplazados republicanos. La cartilla migratoria mexicana, cuya copia digital se puede encontrar en el portal de archivos españoles, muestra a un joven de 20 años con bigote y cabello peinado con raya. Se le describe como un hombre fuerte y de nariz recta, sin documentos ni religión declarada y de profesión, pasante de medicina.
Naturalizado mexicano en 1942, estudió pediatría en Monterrey y contrajo matrimonio con la artista canadiense Gene Byron. Juntos, compraron una parte de la antigua hacienda colonial de Santa Ana, fundada a finales del siglo XVIII por un comerciante minero en la ciudad de Guanajuato, en el centro del país. Tras la muerte de Byron en 1987, Fernández del Real decidió crear un museo dedicado a la obra pictórica y cerámica de Byron. Lo sostuvo con sus propios ahorros y fue su director hasta su fallecimiento.
Vivió el resto de su vida en Guanajuato, en una casa que le recordaba a su infancia andaluza; un patio interior con una fuente en el centro, al estilo cordobés. Antiguo militante comunista y simpatizante de Morena, el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador, Fernández del Real había apoyado el reciente giro izquierdista en la política mexicana, aunque no había ahorrado críticas. "Era muy político, muy luchador; decía que Morena estaba demasiado a la derecha para él, pero que era necesario un cambio", recuerda su segunda esposa, Estela Cordero. En una de sus últimas publicaciones en Facebook, había cargado contra la situación de la sanidad pública y hecho un llamado a aumentar el número de hospitales y médicos. "Necesitamos hacer un buen servicio médico, universal, gratuito y de calidad", escribió.
Raramente hablaba de su participación en la Guerra Civil. Estela Cordero afirma que le resultaba muy doloroso. "Le impresionó mucho ver esos cuerpos atravesados", explica. "No quería volver a vivir todo aquello". Sin embargo, en los últimos años se había abierto a contar su historia a los interesados -en enero está previsto que salga publicada una biografía-. En 2018, 99 años de edad apoyados en un bastón, viajó a Caspe, uno de los principales escenarios de la Guerra Civil. Frente a las colinas áridas del municipio aragonés, Fernández del Real presenció el homenaje a las Brigadas Internacionales. Llevaba, cómo no, la boina negra con la bandera republicana.
Babelia
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