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El vía crucis de Gustavo Durán, un enigmático exiliado español perseguido por el FBI

La Residencia de Estudiantes recibe de las herederas del músico y militar republicano documentos sobre el espionaje que sufrió en los años cuarenta

Pablo de Llano Neira
Gustavo Durán, en el centro, durante la Guerra Civil.
Gustavo Durán, en el centro, durante la Guerra Civil.ROBERT CAPA

Gustavo Durán (Barcelona, 1906-Atenas, 1969) fue un personaje enigmático del exilio español. Músico vocacional, íntimo de Lorca, Alberti y Buñuel en los años dorados de la Residencia de Estudiantes, líder militar durante la guerra, analista de inteligencia para Estados Unidos justo después, perseguido político en los propios EE UU y finalmente alto funcionario de Naciones Unidas. Su vida es un novelón con trazos de drama romántico, bélicos, de espionaje, de thriller político. Y los mimbres de la trama están custodiados en el archivo de la Residencia, al que sus hijas acaban de añadir, en el cincuentenario de su muerte, tres nuevos fajos con cientos de documentos del FBI.

Las primeras pesquisas de la agencia federal sobre Durán datan de inicios de 1943. El exiliado, casado con la estadounidense Bonté Crompton y nacionalizado, solicitó un puesto en un organismo vinculado a asuntos de defensa y se pusieron en marcha los mecanismos para comprobar su historial. En los meses iniciales de informes las referencias sobre Durán eran excelentes. Leemos: “Sus vecinos lo definen como un hombre muy educado y al 100% con la causa aliada”. Directivos del Museo de Arte Moderno de Nueva York, donde había trabajado como director musical en el área de documentales de Buñuel, garantizaron “su anhelo por hacer de América su hogar”. Pero pasados unos meses, en los documentos empiezan a brotar las sospechas de que era un agente soviético infiltrado, sobre todo hacia finales de año, cuando se muda a La Habana para trabajar para la embajada estadounidense por mediación de su gran amigo Ernest Hemingway, quien estaba urdiendo con la legación diplomática una chapucera red de espionaje para descubrir a fascistas en Cuba. El escritor recomendó a Durán, al que había conocido en la Guerra Civil, calificándolo de “genio militar y de la inteligencia de los que sale uno cada 100 años”. El embajador Spruille Braden se queda prendado de la capacidad de Durán, lo convierte en su asistente y lo lleva con él en 1945 a Buenos Aires para conspirar contra Perón. Mientras, el FBI sigue acopiando material sobre aquel extraño español políglota, exquisito y cerebral; entre otras cosas, un artículo del diario franquista Arriba que lo describía como “una mezcla de ferocidad y depravación”.

“Era quizá el jefe del Ejército republicano más odiado por todos los franquistas”, escribió sobre Durán su amigo Alberti. El músico, que había estudiado en el Real Conservatorio en los años veinte, dejó aparcada su carrera artística a principios de los treinta porque no creía que tuviese suficiente talento. Fue concienciándose durante la República y al estallar la guerra decidió luchar contra el golpe.

Gustavo Durán leyendo durante la guerra.
Gustavo Durán leyendo durante la guerra.ARCHIVO DE LA FAMILIA DURÁN

Entre 1936 y 1939 se reveló como un talento para la organización militar y acabó siendo teniente coronel al frente del XX Cuerpo del Ejército. Con la guerra quedó atrás su pasado de dandi que se hermanó con Lorca y se codeó con la crema parisina mientras vivió allí con su pareja de entonces, el pintor Néstor Martín Fernández de la Torre. Mutó en un estratega que despachaba con oscuros agentes de Moscú y mandos republicanos como el general Vicente Rojo. Tanto brilló en la contienda que pasó a las páginas de dos célebres novelas: Hemingway lo cita en Por quién doblan las campanas y Malraux basó el protagonista de La esperanza en él.

La periodista francesa Simone Tery lo entrevistó en las trincheras y escribió: “Quienes lo conocieron antes de la guerra no dan crédito a sus ojos”. Un capitán que combatió con Durán habló a Tery de su pasión por la disciplina militar: “Una noche me explicó largamente por qué no debíamos dormir en colchones demasiado blandos, ni usar agua de colonia. Me hizo una lírica apología del garbanzo”.

“Veía su papel en la guerra como el mayor logro de su vida”, comentaba su hija Jane en noviembre a EL PAÍS en casa de su amiga Gloria García-Lorca, sobrina del autor del Romancero gitano. “Pero no hablaba mucho de su pasado”. Jane, poeta, publicó en 2002 en inglés el poemario Silencios desde la guerra civil española, que acaba de editar Renacimiento en una versión bilingüe. Los versos finales de su primer poema sintetizan el dolor de Durán por perder la guerra, por perder su tierra:“Él entrega sus armas. / Él levanta sus brazos. / Él no lo contará”.

Su hija Lucy, musicóloga, describe a su padre como un hombre a la vez extrovertido y dueño de su privacidad, que “expresaba sus dolores íntimos a través de la música”. El mes pasado, el Instituto Cervantes dedicó a Durán en su sede de Madrid un concierto homenaje, dirigido por Lucy, en el que se interpretaron partituras inéditas que reflejaban su estilo, una atractiva mezcla de folclor español y latino, timbre moderno y disonancias: “notas que entrechocan, mostrando sus propias angustias”, comenta su hija.

Si bien Durán no era hombre dado a hablar de sus sufrimientos, llegó a decir que no fue la guerra lo que más daño le hizo, sino su persecución en EE UU, que inició el FBI de John Edgar Hoover y en los cincuenta continuó el senador McCarthy durante su caza de brujas. En 1955 fue exonerado por completo. Su biógrafo Javier Juárez, autor de Comandante Durán (Debate, 2009; en 1997, Horacio Vázquez Rial noveló su vida en El soldado de porcelana), sostiene que no fue comunista: “Lo que sucede es que, cuando comienza la guerra, se da cuenta de que la República necesita un Ejército organizado y se acerca al partido que representa eso frente al caos”.

Desde 1946 Durán trabaja para la ONU y en 1956 se le asigna un puesto en Santiago de Chile. Las aventuras de quien ya es un diplomático maduro lo llevarían luego a una misión de Naciones Unidas en el Congo durante la guerra de descolonización y terminarían con su trabajo como delegado de la organización en Atenas, donde aprendió griego y endulzó su tiempo libre traduciendo al español poemas de Kavafis, versiones que acaban de ser publicadas por Pre-Textos bajo el título Días finales en Grecia.

Gustavo Durán tocando el piano.
Gustavo Durán tocando el piano.ARCHIVO DE LA FAMILIA DURÁN

En sus últimas semanas de vida tanteaba la posibilidad de que el régimen de Franco le permitiese volver a visitar España. Un infarto le cortó la ilusión. Durán fue enterrado en una parcela de tierra cedida por un campesino en Alones, una aldea sin cementerio de Creta.

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