Viaje por la memoria de la España abandonada
El fotógrafo Navia publica el libro ‘Alma tierra’, un homenaje a las gentes que resisten en comarcas a punto de morir
El fotógrafo José Manuel Navia acaba de regresar de un viaje, como él dice, "a la memoria de la tierra y del paisaje", por la España vacía, vaciada, abandonada o extinta, como se quiera llamarla. Ha sido más de un año por las Tierras Altas de Soria, La Bureba de Burgos, la montaña palentina, el Campo de Montiel, en Ciudad Real; el Maestrazgo (Teruel y Castellón), Laciana, en León… hasta 25 lugares de ocho comunidades autónomas. De hablar con sus gentes, pocas y mayores, y pasear por esos pueblos dejados de la mano de Dios ha surgido su trabajo, de tono elegiaco, Alma tierra, compuesto por 158 fotografías y una exposición que puede verse, en su primera parada, en la Diputación de Huesca, con 70 imágenes, hasta el 6 de enero de 2020.
Navia (Madrid, de 62 años) cita los Cantos del poeta italiano Leopardi para explicar el título de su proyecto. “Ojalá con vosotros yo yaciese / y mi sangre regara esta alma tierra”. Ahí está “el respeto al territorio y a quien vive él”, dice el fotógrafo, convencido de que en España se asiste “a la muerte de una cultura, la campesina”. Para Alma tierra, un precioso volumen publicado por Acción Cultural Española (AC/E) y Ediciones Anómalas, se ha nutrido también de su archivo. "Un 30% de las imágenes, el resto es material nuevo". Hay imágenes desoladoras, como la solitaria parada de autobús en un pueblillo de la Alcarria, "que tenía sentido cuando había gente, ahora hay 16 censados", y el transporte de viajeros solo pasa una vez por semana "y bajo demanda, si avisas por teléfono", señala. O las botellas vacías de una antigua taberna de paredes desconchadas en La Bureba.
Una sensación similar provoca las vistas de pueblos abandonados o detalles como esa ventana, atravesada por ramitas, de una escuela cerrada en Huesca. Una derrota que incluso resulta bella en su cámara. “Es un proyecto estético, no una tesis, sino un ejercicio visual de una realidad que me ha tocado vivir”, añade en referencia al origen rural de sus padres. Lo que ha evitado Navia son las prisas habituales de la prensa, “porque esta gente está harta de que hablen con ellos un minuto o ni hablen y luego cuenten cómo viven; yo en cada comarca pasé una media de 10 días". Tampoco ha querido convertir a sus retratados “en símbolos de nada”. “El pobre, la víctima… los arquetipos son peligrosos en la fotografía”.
El libro es, como escribe Julio Llamazares en un texto que acompaña a las imágenes, “un alegato contra la marginación de unos españoles por parte del resto”. Un mensaje que completa Navia: “Un homenaje a los que resisten en esa España interior abandonada". El roce con estas personas quiso que añadiera testimonios a lo que cuentan sus fotos. Como el de una mujer de un pueblo del Maestrazgo: “Quiero quedarme porque aquí todo me habla”. Sentencias que definen un modo de vida austero: “En los pueblos se vive de lo que no se gasta”, le soltó un hombre de la Alcarria. Hay incluso quien se lo tomaba con humor: “Nos tendrían que pagar por mantener el campo abierto”.
Más allá de unas frases lapidarias, lo que ha captado Navia es “que en la gente mayor de esos lugares hay una sensación de final del mundo que conocieron y en la gente de mediana edad los hay que se han ido al campo con unas ideas románticas y ficticias que no van a funcionar".
Para una cuestión tan compleja, no hay una solución sencilla. “El Estado debe hacer algo porque el problema también es para los urbanitas”, señala. Sin embargo, esas actuaciones deben ser delicadas. Si Navia empezó citando a Leopardi, acaba con el antropólogo Julio Caro Baroja: “Él decía que cuantas más gentes de ideas utilitarias existan, más aumentará la población urbana y más disminuirá la rural”. Navia pone como ejemplo de ello lo que vivió en 2018 en La Bureba. "Se abrió el peaje de la autopista del Norte, los vehículos que antes pasaban por los pueblos para no pagarlo, pero dejaban allí su dinerillo, dejaron de hacerlo”. Como tituló días después un periódico de la zona: “Apocalipsis en la Nacional 1”.
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