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Lisbeth Salander se despide de ustedes

Llega la sexta entrega de 'Millennium'. Tras 100 millones de ejemplares vendidos, será la última... al menos para David Lagercrantz, el escritor que continuó la historia de Larsson

La actriz Rooney Mara en un fotograma de la saga 'Millennium'.
La actriz Rooney Mara en un fotograma de la saga 'Millennium'.

La chica que vivió dos veces comienza con un mendigo muerto en pleno Estocolmo. Lo encuentran en uno de los parques de Södermalm, la isla que sirve de epicentro de las novelas de la serie Millennium y el lugar donde residía su creador, Stieg Larsson y, casualidad, David Lagercrantz, el escritor encargado de continuar con su trabajo.

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La historia es de sobra conocida. Larsson, periodista sueco, escribió una trilogía policiaca —Millennium— que no llegó a ver publicada. Un infarto acabó con él en 2004, cuando tenía 50 años. El primero de los volúmenes se puso a la venta a los pocos meses y el éxito fue colosal. Las aventuras del periodista de la revista Millennium Mikael Blomkvist y la hacker Lisbeth Salander convirtieron a Larsson en un autor de éxito mundial. En 2015 se habían vendido 80 millones de copias. Actualmente, superan los cien millones.

Claro que hace tiempo que Millennium dejó de ser una trilogía. La chica que vivió dos veces (Destino), que se publica hoy, es la sexta y última de la serie, y la tercera escrita por Lagercrantz. En la editorial sueca, Norstedts, insisten en que estamos ante el capítulo final de la historia, y que no tienen (ni buscan) sustituto para el escritor que sucedió a Larsson. Como el autor original, Lagercrantz viene del mundo del periodismo de investigación, pero mientras en las fotos de Larsson se le ve con sobrepeso y el color de piel de quien apenas ve la luz del sol, Lagercrantz parece un aristócrata. En parte, lo es: su apellido es muy conocido en Suecia. “Vengo de una familia pija, sí. Una familia en la que ha habido mucha gente brillante, pero también tiene un abundante historial de enfermedades mentales y suicidios”, cuenta en la oficina de su agente en Gamla Stan, el centro histórico de Estocolmo, convertido ahora en un parque temático para los miles de turistas que pasean por sus calles.

Alto, delgado, muy moreno, acaba de volver de vacaciones. “He estado con mi familia en una pequeña isla de nuestra propiedad en Finlandia”, explica, dispuesto a afrontar los trámites promocionales del trabajo por encargo que le ha ocupado desde 2013. “Es el fin, es cierto. Ha sido fantástico y soy feliz por haberlo escrito, pero no lo volvería a hacer. Quizás me embarcaría en otro proyecto loco, pero tendría de ser completamente distinto a este”.

David Lagercrantz
David LagercrantzAnna-Lena Ahlström

Aparenta sentirse más aliviado que triste por dejar atrás a sus héroes. “Me siento liberado, sí. Sé que, durante un tiempo, seguiré pensando en ellos de vez en cuando. Volverán a mi memoria cuando no lo espere. Pero ahora quiero escribir algo que sea completamente mío. He firmado un contrato por tres libros. Tengo dos personajes nuevos, de diferentes procedencias”, explica, deteniéndose al darse cuenta de que tal y como lo cuenta, parece todo muy similar a Millennium. “Es más o menos la misma melodía. Pero creo que estos no son tan duros. Porque yo soy más neurótico que Lisbeth y Mikael. Así que creo que se parecerán más a mí”. Él, que se definió a sí mismo como un escritor-actor, quiere dejar de serlo. “Es cierto que siempre me he considerado como alguien capaz de escribir en varios estilos, pero ya está bien por el momento”.

Los personajes crecen

Mikael Blomkvist, que en el primero de los libros de Larsson era un enérgico periodista cuarentón con alma de veinteañero, parece aquí más cerca de los sesenta que de los cincuenta. Avejentado, triste, quizás hasta un poco deprimido. Por momentos parece que el personaje adivinara que esta es su última aventura. “Quizás. Según iba escribiendo los libros, Mikael cada vez se parece más a mí. Obviamente, es más sencillo identificarme con un periodista de mediana edad que con una dura y joven superhacker. Creo que le he vuelto más sensible. Al principio era una figura paterna, Lisbeth era muy joven, y él era su protector. Pero los roles se han dado la vuelta. Ahora ella es mucho más independiente, y cuando ella no está, él está perdido. Y aunque públicamente no lo reconoce, en su interior sabe que es así”.

Salander, el gran hallazgo de Larsson, también ha cambiado, incluso de aspecto. La chica del enorme tatuaje de un dragón en la espalda, de los piercings y los pelos de colores, ahora parece más una ejecutiva treintañera. “Todavía es joven. En cierta medida, siempre lo será. Pero es más madura. Ha reflexionado tanto sobre su infancia. Sobre los traumáticos acontecimientos que vivió de niña que eso le ha hecho más sabia. En mi opinión el personaje era un poco duro de más. Un poco demasiado tópico. Así que he tratado de mostrarla un poco más débil”.

Como lector, uno no percibe esa debilidad. Si algo se le puede achacar a Lagercrantz es que ha convertido a aquella inadaptada en una especie de Batman que lo mismo te desarma a un grupo de duros agentes rusos con las manos desnudas, que conduce su moto a través de cristaleras, que pilla un ordenador portátil un par de minutos y con unos códigos que se sabe de memoria te deja una ciudad a oscuras. “Nunca he ocultado que veo similitudes entre ella y el Batman de las películas de Christopher Nolan. Ambos tienen un pasado tenebroso, pero no se han dejado vencer por él”.

Y además están los secundarios. Ministros, periodistas, mujeres maltratadas, o ese mendigo fallecido que usa, entre otras cosas para hablar de cuánto ha cambiado su país. Las personas sin hogar, asegura en libro, antes eran una herida abierta en Suecia. Ahora, dice, lo han normalizado. “Cuando tenía alrededor de 13 años fui con mis padres a Nueva York y vi a un hombre sentado en la calle. Tuve que preguntarle a mi padre qué hacía allí. Ese fue mi primer mendigo. Y de repente están por todas partes en Estocolmo y la tragedia de la normalización significa que algo se ha roto en mi país”.

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