El amigo imaginario
Iroshi Okuyama, jovencísimo director novel de 22 años, opta para su película por un inclasificable tono
El cambio de domicilio, de ciudad, de ambientes y de amigos durante la niñez y la adolescencia hace tiempo que se convirtió en un clásico universal de los relatos juveniles en todos los géneros. La nostalgia, el temor y la soledad suelen ganar a la aventura y a las expectativas: la infancia es conservadora por naturaleza.
JESUS
Dirección: Iroshi Okuyama.
Intérpretes: Yura Sato, Riki Okuma, Hinako Saeki, Kouichi Nihei.
Género: drama. Japón, 2018.
Duración: 78 minutos.
Cualquier aspecto colateral puede incluso agrandar el desasosiego y los que acompañan a la mudanza del niño de 9 años de la película japonesa Jesus no son baladíes: el descubrimiento del catolicismo, del rezo diario y de conceptos y nombres absolutamente nuevos para él en el nuevo colegio; y la mudanza a la casa de la abuela, que también se convertirá en su compañera de dormitorio tras el reciente fallecimiento del abuelo. Primeros encuentros con la muerte y el más allá. Demasiado.
Iroshi Okuyama, jovencísimo director novel de 22 años, opta para su película por un inclasificable tono que parece circular por el drama, pero en el que a veces explota el humor negro y, sobre todo, un onirismo en el que adquiere singular protagonismo cada aparición de su nuevo amigo (imaginario): nada menos que Jesucristo.
Y aunque sea poco probable que Okuyama haya visto Marcelino pan y vino (Ladislao Vajda, 1954), al cinéfilo español le puede resultar imposible quitarse la comparación de la cabeza porque, en el fondo, en las mentes de ambos niños habita la misma indefensión y semejante incomprensión ante aspectos teológicos imposibles para esas edades. Eso sí, frente a la potente mística casi terrorífica de la película de Vajda, Okuyama visualiza al Mesías como una especie de mezcla entre la Campanilla de Peter Pan (fulgor luminoso, incluido) y el Pepito Grillo de Pinocho, en una fina línea en la que a un lado está la feliz ingenuidad y al otro, el ridículo.
Rodada en un cada vez menos desacostumbrado formato 4:3, Jesus, Premio Nuevos Directores en San Sebastián 2018, en una competición en la que también estaban las españolas Viaje al cuarto de una madre, Apuntes para una película de atracos y Ciervo, y la vietnamita La tercera esposa, es mejor cuanto más atrevimiento decide imponer su director: los brotes de negra comicidad; la sucesión de planos de las flores. Sin embargo, como a una línea contemporánea de cine autoral en medio mundo, le falta altura y trascendencia, y prefiere refugiarse en una sutileza y unos simbolismos más pétreos que brillantes, sin abundar en los complejos universos teológicos que, por decisión propia, había osado abordar.