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Este chico sabe latín

Un estudiante murciano de 18 años es el campeón de España de esta lengua, un idioma imbatible

Juan Cruz
Ignacio Martínez Leandro, estudiante de latín, en la biblioteca Antonio Nebrija de la Universidad de Murcia.
Ignacio Martínez Leandro, estudiante de latín, en la biblioteca Antonio Nebrija de la Universidad de Murcia.Pedro Martínez Rodríguez

Ignacio Martínez Leandro, 18 años, científico de formación, hizo caso a su padre, estudió latín y ahora es un genio. Su maestro es Aurelio Bermejo, que puso este anuncio en www.culturaclasica.com: “Profesor jubilado enseña latín gratis”. De la existencia de ambos y del premio que acaba de ganar Ignacio, hubo noticia hace una semana en Tenerife, donde la Sociedad de Estudios Clásicos convocó a latinistas preclaros: Jaime Siles, Emilio Crespo y Antonio Alvar.

Siles contó la historia de Ignacio y del maestro. Para él ese es un aviso de que se puede revertir el aplastamiento que sufren aquí el latín y el griego. Por cierto, señaló Siles que fue doña Sofía quien detuvo la mano del ministro Wert cuando este disminuía más el legado de la lengua de Homero. Y Alvar explicó que si se aprende latín se puede ordenar no solo la sintaxis de la vida, sino incluso las estanterías de un supermercado.

Tanta pasión llevó a Ignacio Martínez y al maestro a cumplir el estudio como un campeonato. El premio que ganó el estudiante murciano es el principal que se da en el mundo, el Concurso Ciceroniano para alumnos de latín en su versión española. En Arpino, Italia, donde nació Cicerón, se celebró la final mundial del certamen. Ahí Ignacio fue el décimo. “Con más tiempo hubiera sido primero”, dice el maestro.

Ignacio es diabético, así que no pudo atender todas las horas de Skype que lo unen con su maestro, residente en Barcelona. Un total de 40 horas en año y medio. “Una enseñanza inolvidable para los dos”. A Ignacio se le ha acentuado la pasión por una lengua que le ha ayudado a consolidar su estructura mental, “para entender el mundo”. Todo fue gratis, menos el Método de latín de Aurelio Bermejo, “que además es muy barato”.

En aquella sesión de Estudios Clásicos, Alvar explicó que si se le amputaba al preámbulo de la Constitución estadounidense todo lo que ahí viene del latín no se comprendería nada. La cantidad de palabras que decimos para explicar, ahora, tanto los adelantos como las tradiciones proceden de las lenguas clásicas. “¡Cicerón no se ha superado! Si la clase política europea leyera a Platón o a Cicerón tendría Europa, como quería T. S. Eliot, el alma que ha ido perdiendo”, dice Siles. Bermejo asiente.

Emilio del Río (profesor en la Universidad de La Rioja) aceptó el reto de Pepa Fernández (No es un día cualquiera, RNE), y desde hace seis años lleva con ella en la radio una sección, Verba Volant. El aprendizaje de los clásicos, dice, “nos hace libres”. Su libro Latin Lovers (Espasa) está escrito con esa convicción.

Del Río ha sido político, como Antonio Maíllo, que esta semana dejó el Parlamento andaluz para volver a dar clases de latín. Ahora es parte del ejército de los que consideran el latín un instrumento “para ordenar la mente y el propio idioma”. Feliz con el latín, Maíllo quiso dejar una palabra como guía de los que quieran seguir cultivando la esencia de la civilización que nos contempla. Spes es esa palabra. Esperanza. A Emilio Lledó, maestro de todos, le pedí una palabra griega. Y apuntó Agnoia: “Corrupción de la mente, falsificación que acaba corrompiendo al propio corrompedor”. Todo se aprende en los clásicos.

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