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Sueños, carnes frías y arte: una noche en el Museo Tamayo

Dos camas deambulantes forman parte de la exposición del belga Carsten Höller en el centro de arte contemporáneo de Ciudad de México

Una de las piezas de 'Two Roaming Beds (Grey)', del artista belga Carsten Höller.
Una de las piezas de 'Two Roaming Beds (Grey)', del artista belga Carsten Höller.Gladys Serrano (El País)
Luis Pablo Beauregard

Casi nunca recuerdo mis sueños. Extrañamente, el lunes 27 de mayo recordaba con claridad la pesadilla que me despertó de madrugada. Recuerdo haber oído la voz de un hombre que pedía callar a su cómplice mientras entraba a mi apartamento para robar. Más que una imagen, me venía a la mente lo real del timbre en la oscuridad. Fue una pesadilla que, sin pizca profética, suele convertirse en realidad en varios hogares de Ciudad de México. 

Supongo que ese día estaba predispuesto para soñar. Por la noche iba a dormir por primera vez en un museo. La Fundación del Museo Rufino Tamayo, en el bosque de Chapultepec, reservó con varias semanas de antelación una experiencia disponible como parte de la exposición Sunday, del artista belga Carsten Höller, que termina el próximo 30 de junio. Para entonces, 48 personas habrán pasado la noche bajo el techo de la pinacoteca y sobre una de las dos camas motorizadas que se mueven sin pausa desde el 29 de marzo a 0.7 metros por minuto y sin chocar entre ellas o con los muros gracias a un dispositivo GPS. 

Las camas son una de las obras de la exposición. Two Roaming Beds (Gray) pretende, según el artista, crear un momento de incertidumbre para sus tripulantes. “Nada garantiza que la cama en la que dormirás estará en el mismo sitio en el que estaba cuando te fuiste a dormir”, dijo Höller al comisario inglés Ralph Rugoff en 2015. El autor imaginó un ballet, la danza de un sonámbulo que no abandona el lecho. “Espero que afecte los sueños e induzca cierta locura”, añadió Höller, quien exhibe en México dorados hongos alucinógenos, un frasco con una sustancia química que desprende un olor que promete hacerte sentir el amor durante unos minutos y un reloj que suelta desde varios metros de altura píldoras a una montaña de grageas. 

Höller es un artista que experimenta con los estados de percepción y juega con la idea de la experiencia. Quienes duermen en Two Roaming Beds (Gray) tienen acceso a otra pieza, llamada Insensatus vol. 1 fig. 1: cuatro pastas de dientes de arcilla que prometen agitar los sueños. La primera es un activador para soñar más y recordarlos mejor. Después de cepillarse los dientes con un pequeño cepillo de madera, el usuario tiene tres opciones más para dar dirección a su mente. Son dentríficos marcados como infantil, femenino y masculino. 

Cerca de las camas móviles aguardaba una pequeña caja con carnes frías y algunas botellas con agua con gas. Era la cena para quien firma el texto y la fotógrafa Gladys Serrano. Los únicos dos intrusos en el Tamayo, un monstruo de concreto levantado en 1981 por los arquitectos Teodoro González de León y Abraham Zabludovsky en lo que era la bodega de jardinería del bosque. Hoy es uno de los museos de arte contemporáneo más importantes de la capital. Allí están los restos del influyente pintor mexicano y su esposa Olga. La presencia de fantasmas o de actividad paranormal en el museo fue pronto descartada por Ana Castellá, la guía durante el recorrido de la exposición. 

Elegí una experiencia de otredad. La pasta femenina contiene salvia, incienso y eleutero, conocido como ginseng siberiano. Conciliar el sueño en aquel gigante de concreto fue difícil. Las brillantes luces de Phi Wall II, una instalación lumínica sobre el techo, se colaban por los antifaces para dormir que daba el museo. Era intentar dormir, en una cama en movimiento, mientras veías una pista de discoteca sobre ti. Azul, rojo, amarillo, morado, naranja, azul… El único sonido era el motor de la cama. 

Pero soñé. Ya entrada la noche vino a mi mente la imagen de una emergencia médica. En las palmas de mis manos cargaba un diminuto bebé recién nacido que se hacía pequeño minuto a minuto por una lesión. La angustia aumentaba mientras corría en busca de un hospital, pero por error llegaba a un centro comercial. Por la mañana recordaba con transparencia que el sueño tenía un final feliz. Recordé las palabras de Höller sobre Insensatus: “El sueño es tu pintura, y las pastas los colores en una paleta. Te dan la posibilidad de producir una obra”. No sé aún qué pensar de mi arte. 

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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