‘Canción sin nombre’ engrandece el cine peruano
La ópera prima de Melina León, primera cineasta peruana en estrenarse en la Quincena de Realizadores de Cannes, ahonda en el escándalo del robo de bebés que sacudió Perú en los años ochenta
Después de haber sido estrenada en la Quincena de Realizadores de Cannes, de exhibirse en el Festival de Cine de Sídney y a días de proyectarse en Munich, Canción sin nombre (2019), de la cineasta peruana Melina León, se posiciona como la candidata favorita a convertirse en la mejor película del año del país sudamericano. Por el momento, su directora ya ha roto una barrera y es distinguirse por ser la primera mujer peruana en presentar su trabajo en el Festival de Cannes.
El largometraje de ficción, de 97 minutos, es un drama basado en hechos reales, sobre el robo y venta de bebés en Perú. Una red integrada por jueces, funcionarios y los médicos que atendían a mujeres con bajos recursos económicos en clínicas falsas en los años ochenta. Los niños eran dados en adopción, principalmente en el extranjero. La cinta narra la historia de Georgina Condori, cuya hija recién nacida desaparece de uno de estos centros médicos fraudulentos. En su desesperada búsqueda, la protagonista contacta a un periodista solitario del diario La República, que accede a investigar el caso.
León, quien estudió una maestría (máster) en dirección de cine en la Universidad de Columbia, escribió el guion con el autor estadounidense Michael J. White. Pasaron casi 10 años desde el inicio del proyecto hasta su estreno en Cannes. El rodaje se realizó en 2017 durante cinco semanas, después de otras cinco de preproducción. En una entrevista reciente, la directora comentó que uno de los primeros acuerdos con el director de fotografía, el peruano-chileno Inti Briones, fue filmar en invierno en Lima: fue una decisión de lenguaje visual. Algunas de las escenas más impactantes son planos de Condori bajando o subiendo el cerro por la noche o de madrugada, entre la bruma, la soledad y el peligro de la época de los toques de queda, los atentados terroristas y los allanamientos intempestivos de las fuerzas del orden.
Briones ha trabajado en la última década con los directores brasileños Walter Salles y Felipe Hirsch, la estadounidense Julia Loktev y el chileno Alejandro Fernández, entre otros, y si bien el guion y las actuaciones en Canción sin nombre son sobresalientes, la fotografía eleva la película a una categoría superior. En este drama, la cámara y la edición tienen su propia belleza y prioridad. Las críticas encuentran referencias al cine mudo, a los primeros filmes de terror, a la obra de Luis Buñuel y a El caballo de Turín, del director húngaro Béla Tarr.
"El trabajo con Inti (Briones) se caracterizó en su momento por ver varias películas y conversar mucho sobre los temas, lo que significaron esos años para nosotros, lo que aprendió con sus maestros y lo que aprendí yo. Los directores que más vimos fueron Béla Tarr, Andrey Zvyagintsev y Jia Zhangke", explica León a EL PAÍS.
Época de crisis
Canción sin nombre, que se estrenará pronto en Perú, muestra también imágenes de archivo y las portadas de los diarios de 1988, en medio de una de las peores crisis económicas que afectaron al país: "Medicinas subirán 50%", "Limeños pasan primer día del 88 en tinieblas", etcétera.
El personaje principal, Georgina Condori, migra en 1988 a Lima desde Ayacucho, la región más afectada entre 1980 y 2000 por la violencia del grupo terrorista Sendero Luminoso y el combate de las fuerzas del orden. La joven de 20 años salva su vida, al igual que otros miles de desplazados por la violencia y se instala con su pareja en una choza en un cerro de la periferia sur de la capital, una zona llena de humedad y neblina en el invierno, próxima al mar.
León aclara que aunque la red de tráfico de bebés fue denunciada en 1981, ella recrea la historia años después porque tiene un mejor recuerdo de 1988. Su padre fue uno de los periodistas que informó sobre los bebés robados, pero el reportero de la película, que encarna el actor Tommy Párraga, es un personaje completamente ficticio.
La cineasta sostiene que su decisión de hacer la película en blanco y negro se debe a la época de los sucesos: "Las fotografías (de los periódicos) eran en blanco y negro", dijo en el programa El placer de los ojos del crítico de cine Ricardo Bedoya.
El peso principal de la historia recae en Georgina, interpretada por la actriz novel Pamela Mendoza Arpi, y en el periodista que le ayuda a buscar al bebé robado. La mayoría de los personajes son o se van volviendo enemigos o ajenos al drama de Condori, incluido el Estado, que no responde a las denuncias de las mujeres pobres, que hablan quechua e indocumentadas. Pero el drama incluye otros elementos que hacen poderoso el relato, por ejemplo, una de las locaciones es un importante y desconocido edificio de Lima, las Galerías Mogollón, una joya arquitectónica de los años cincuenta.
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