El palacio de Liria será museo y abrirá todos los días a las visitas
La mejor pinacoteca histórica privada de España ha iniciado las obras para su conversión, que inaugurá en unos meses
María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo y Silva Bazán, vestida de blanco con una faja roja brillante, ya no tendrá que abandonar más el palacio de Liria, como avanzadilla de las joyas que se custodian en el domicilio particular más grande de Madrid. El retrato que pintó Goya a la decimotercera duquesa de Alba, en 1795, será el icono de la nueva vida que le espera a la residencia de la familia: en los próximos meses se convertirá en museo abierto todos los días y previo pago, tal y como ha confirmado la familia y desde la Fundación Casa de Alba a EL PAÍS.
Las obras de acondicionamiento de los espacios del edificio privado de Madrid más importante del siglo XVIII han empezado hace unos días, con la reforma de taquillas y la instalación de una tienda y la familia pretende abrirlo al público antes del verano, aunque dependerá de la marcha de las obras. La casa de los Alba se exhibirá tal y como se ha mostrado hasta el momento, desde 1975, como un palacio habitado y habitable. Apenas habrá variaciones en el paso por los salones, la cocina o el comedor. Las fuentes consultadas advierten que controlarán el aforo, para evitar el colapso de las salas y los daños sobre el delicado patrimonio que se exhibe (alfombras, enseres, relojes, bronces, escultura y la porcelana que inunda las esquinas).
Con su inauguración como museo, Liria pondrá fin a la lista de espera de dos años para conocer el lugar. Hasta la fecha de la apertura —que según los responsables de la fundación anunciará en los próximos días el duque de Alba, Carlos Fitz-James Stuart Martínez de Irujo— las visitas seguirán sucediéndose gratuitamente, los viernes por la mañana, de diez a doce, en exiguos turnos de 16 personas.
Un museo único
Con esta decisión del duque de Alba y presidente de la Fundación Casa de Alba, Madrid pasa a tener un nuevo atractivo para el turismo cultural: el público podrá recorrer parte de la planta baja y todas las estancias de la primera, mientras que la segunda quedará al margen de las visitas. Los responsables de la fundación prefieren no adelantar el precio de la entrada, aunque hace siete años, en CentroCentro Cibeles, se pagaron 10 euros por ver una parte de estos fondos, en la exposición temporal El legado Casa de Alba: mecenazgo al servicio del arte.
Entonces se exhibió una selección de 150 piezas y por la muestra pasaron 160.000 personas. Las obras volaron de Madrid a Dallas, donde el Meadows Museum alquiló la exposición tal cual. Cuando el palacio de Liria abra sus puertas como museo, podrán verse en su contexto esas obras de arte como decoración de una vida noble, más que como piezas de museo en salas de exposiciones.
Este apunte es importante para entender la dramatización con la que la última duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart y de Silva (1926-2014), decoró su palacio ante las visitas del público. Los interiores de las plantas baja y primera se muestran desde 1975, pero en ellas no vivió la familia. Pensó en sus colecciones y en la forma de mostrarla al público, un caso insólito en España pero habitual en el Reino Unido. De hecho, palacios como Cerralbo o Lázaro Galdiano se han convertido en museos, sin rastro de vivienda.
Una vieja aspiración
En 1976 Cayetana creó la fundación para mantener íntegro (e inviolable) el legado histórico de la familia, formado principalmente por la colección que montó Carlos Miguel Fitz James (1794-1835), decimocuarto duque de Alba. A él le deben la compra de las pinturas de las escuelas italiana, flamenca y española. Entre las joyas —señaladas como cardinales en el Museo del Prado— destacan ejemplos de Bellini, Palma el Viejo, Perugino, Tiziano, Luca Giordano, Andrea del Sarto, Guido Reni, Rembrandt, Rubens, Antonio Moro, Teniers, Ingres, Murillo, Ribera, Velázquez, Goya, Mengs o Raimundo de Madrazo.
La fundación se compone desde su creación por 219 óleos, 54 dibujos, 177 acuarelas, 137 miniaturas, 52 tapices, el archivo y la biblioteca (de más de 30.000 volúmenes, con los Diarios de a bordo de Colón, una Biblia miniada del siglo XV o el testamento autógrafo de Felipe II), además de los muebles y los objetos que se podrán ver en el recorrido. Y, por supuesto, el mayor jardín histórico privado que se conserva en el centro urbano madrileño. El palacio neoclásico levantado por Ventura Rodríguez, de 1770, fue destruido por los bombardeos franquistas en la Guerra Civil y reconstruido por Edwin Lutyens entre 1939 y 1956.
Carlos Miguel asumió la tarea de reconstruir una gran colección, perdida tras la muerte sin herederos de la decimotercera duquesa, de la que se vendieron cuadros como La Venus del espejo, de Velázquez, o La escuela del amor, de Correggio, que hoy podemos ver en la National Gallery de Londres. El decimocuarto duque se lo gastó todo en comprar arte y arruinó a la familia (con el ideal de montar un museo), pero consiguió comprar grandes obras como Virgen de la Granada, de Fra Angélico, vendida al Estado por 18 millones de euros, en 2016. Ahora los Alba han encontrado una fórmula para explotar y conservar su patrimonio.
Cayetana y Goya, los iconos
En palabras de Fernando Checa, exdirector del Museo del Prado, “el palacio de Liria contiene la mejor pinacoteca histórica conservada en manos privadas que existe en España”. La decoración de los muros del edificio es la evolución del retrato oficial como signo de distinción aristocrática. En la segunda de las salas del ala izquierda de la planta principal, una de las más célebres del palacio, cuelgan los dos magistrales retratos de Goya: el de la decimotercera duquesa y el de la marquesa de Lazán. La primera composición tiene la declarada finalidad de recordar la cultura ilustrada de Cayetana y sus relaciones con Goya, uno de los momentos de mayor esplendor cultural de la Casa de Alba. Junto a ellas, está el autorretrato de Antonio Rafael Mengs y otras tres obras suyas. Por si fuera poco cuelgan dos obras de Agustín Esteve y varias de Vicente López.
Babelia
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