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Joan Margarit, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana

El autor de ‘Casa de misericordia’ es el segundo autor en catalán en obtener el galardón más importante del género

Javier Rodríguez Marcos
Joan Margarit, fotografiado el pasado 4 de enero en Sant Just Desvern.
Joan Margarit, fotografiado el pasado 4 de enero en Sant Just Desvern.Juan Barbosa

Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938) ha ganado el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el más importante del género, dotado con 42.100 euros. Nacido en Sanaüja, Lleida, en 1938, es el segundo autor en catalán en obtenerlo. El primero fue, en 2000, Pere Gimferrer. Ambos publicaron sus primeros libros en castellano para escribir luego en su lengua materna. Ambos, no obstante, han tenido una presencia constante en las literaturas de los dos idiomas. Después de estrenarse con una colección de versos deudores de Pablo Neruda prologados por Camilo José Cela, Margarit ha publicado algunos de sus títulos en ediciones directamente bilingües: Estación de Francia (1999), Joana (2002). Ahora, sin embargo, acostumbra a editar sus poemarios en castellano a los pocos meses de hacerlo en catalán. Fue el caso del más reciente Un hivern fascinant / Un asombroso invierno (Proa, 2017 / Visor, 2018).

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Ese título vio la luz originalmente casi a la vez que la colección Austral lanzaba en bolsillo las 900 páginas de su poesía completa traducida con un largo prólogo de José-Carlos Mainer y una introducción del propio autor en la que recordaba que escribió sus primeros textos a los 16 años, cuando vivía en Santa Cruz de Tenerife. Su familia se había instalado en Canarias en 1954 siguiendo al padre, arquitecto empleado en un departamento cuyo nombre parece un título del hijo: Regiones devastadas. De vuelta a Cataluña, Margarit se instaló definitivamente en Barcelona en 1961. Allí estudió arquitectura, profesión que ejerció hasta la jubilación. Fue, por ejemplo, el responsable de calcular la estructura de las obras de la Sagrada Familia y ejerció como catedrático de esa misma materia en la Escuela Técnica Superior de la capital catalana. En 2005 escribió un libro titulado precisamente así: Cálculo de estructuras.

No es, pues, extraño que siempre haya atribuido a la poesía las virtudes que su maestro José Antonio Coderch atribuyó  a la arquitectura: “Una casa no debe ser ni independiente, ni hecha en vano, ni original, ni suntuosa”. Esa cita encabeza el último libro publicado hasta ahora por Joan Margarit: Para tener casa hay que ganar la guerra, sus memorias de infancia, que vieron la luz en octubre pasado.

Autor de una poesía de línea clara, narrativa y elegíaca, Joan Margarit es un raro entre los de su oficio: tiene miles de lectores. “El poeta es el compositor; el poema, la partitura; y el lector, el intérprete”, suele decir haciendo una analogía con la música. Tanta fe tiene en el lector que rescató para su poesía completa un poema descartado –“Inmigrantes”- después de que alguien le dijera que lo había releído al recibir la noticia de los atentados terroristas de La Rambla.

Otra razón por la que es un autor raro es esta: al contrario que a sus colegas, no le importa decir de qué tratan sus libros. Los poetas suelen afirmar que lo que escriben trata de la propia poesía, del tiempo o de la eternidad. Margarit, sin embargo, dice que los suyos tratan del dolor (Cálculo de estructuras), la tristeza (Casa de misericordia), la lucidez (Misteriosamente feliz), la dignidad (No estaba lejos, no era difícil) o "el conflicto y la alegría" del recuerdo en la vejez (Se pierde la señal). A todo ello habría que añadir la muerte. Concretamente la muerte de su hija Joana, a la que dedicó en 2002 un libro estremecedor. “Joana”, explica en una nota, “estaba afectada por el síndrome de Rubinstein-Taybe, una deficiencia a la vez física y psíquica que implicaba problemas motores que la obligaban a utilizar muletas y silla de ruedas. Ella comprendió que su bienestar dependía del afecto de quienes la rodeaban y aprendió muy pronto que el afecto genera más afecto (…) Treinta años después, la historia acabó en los últimos ocho meses de la vida de Joana, que son el tema del libro que lleva su nombre. Siempre estuvo presente la angustia al imaginar su indefensión una vez que el padre y la madre hubieran desaparecido. La paradoja es que ellos dos son los huérfanos”.

En su defensa del galardón, Víctor García de la Concha ha calificado a Margarit como "el gran artífice de la poesía como instrumento moral". "Es un premio que celebra la capacidad de inclusión de la poesía y de las lenguas", ha añadido Ricardo Rivera, rector de la Universidad de Salamanca, entidad convocante junto a Patrimonio Nacional. Considerado el Cervantes de la poesía, los últimos tres ganadores fueron el venezolano Rafael Cadenas (2018), la nicaragüense Claribel Alegría (2017), el leonés Antonio Colinas (2016) y la uruguaya Ida Vitale (2015). La lista la abrió el chileno Gonzalo Rojas en 1992.

Cuesta de Atocha

Cuesta de Atocha

Ellos dos van subiendo y nos cruzamos,

en la silla de ruedas,

sentado y encogido, solloza un hombre joven.

El padre, que la empuja,

echa hacia atrás los pies y, para hacer más fuerza,

estira cuanto puede las piernas y los brazos.

Así, encorvado y tenso,

puede vencer apenas la subida.

Sé lo que siente: que se ha hecho

viejo. Por un maldito instante

compadezco a ese padre: un error,

puesto que él todavía tiene a su hijo.

Esbozo una sonrisa mientras van alejándose.

Desde un portal,

una mujer me mira con reproche.

No comprende en qué escena de amor se está metiendo.

Ens creuem. Ells dos pujen: / la cadira de rodes on s’asseu / encongit, gemegant, un home jove / i el pare, que l’empeny. / Per fer més força, tira els peus enrere i / estira tant com pot cames i braços. / Així, encorbat i tens, / gairebé no pot vèncer la pujada. / Sé el que sent: que es fa vell. / Un maleït instant, en compadir aquest / pare, m’equivoco: encara té el seu fill. / Ara que ja han passat, / contemplo amb un somriure com s’allunyen. / Una dona a un portal em mira amb mala cara. / No sap en quina escena d’amor s’està ficant.

Del libro, Un hivern fascinant (Proa, 2017) / Un asombroso invierno (Visor, 2018).

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Sobre la firma

Javier Rodríguez Marcos
Es subdirector de Opinión. Fue jefe de sección de 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.

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