Olmo Calvo, autor de una de las fotos del año: “Pensé: ¿qué imagen transmite mejor la soledad de enfrentarse al mar?”
El fotógrafo se internó en el Mediterráneo frente a las costas de Libia en un rescate de inmigrantes de la ONG Open Arms
Una de las 30 mejores imágenes del año para EL PAÍS muestra en la distancia, en altamar, a un grupo de inmigrantes en su embarcación. Son apenas unas cabezas de alfiler sobre un fondo de cielo y agua grises, prendidas en el naranja de los chalecos salvavidas. La foto la tomó para la agencia AP el reportero Olmo Calvo (Santander, 1982) el pasado febrero. La hizo a ras de agua, la misma perspectiva del centenar de emigrantes que navegaban a la deriva a 90 kilómetros del puerto libio de Al Khoms, y justo después de que una ola pasara por encima de la embarcación en la que el fotógrafo navegaba hacia ellos.
"Tuve un poco de miedo porque temí que la ola me hubiera estropeado el equipo; me dije: 'aquí se termina todo mi trabajo", comenta por teléfono el fotógrafo. Limpió de salpicaduras su objetivo 24-70 milímetros ("una óptica muy versátil, que te permite un angular para tomar distancia y panorama en un plano muy abierto, y a la vez algo de zoom para poder sacar algún rostro") y, en mitad de la vorágine del rescate, tuvo un momento de "mínima tranquilidad". "Entonces pensé: ¿qué imagen transmite mejor la soledad de esta gente enfrentada al mar?".
La foto, dice su autor, replica la misma sensación que él tuvo y que ahora evoca: "Esa inmensidad, esa gente que mirara donde mirara lo único que veía era agua y olas, ese bote de goma con un motor con el que es dificilísimo alcanzar las costas italianas...". En su fuero interno, pidió que a bordo no hubiera heridos graves, ni cadáveres.
La instantánea se tomó en una fracción de segundo, pero comenzó a fraguarse hace justo un año, en la Nochevieja de 2017. Porque para lograr una imagen así primero hay que embarcar en Barcelona hacia Malta y luego viajar empotrado en una misión como las de la ONG Proactiva Open Arms, en las que el mal tiempo juega malas pasadas a rescatadores y fotógrafos. Calvo tuvo que esperar días y luego semanas para llegar a la zona y encontrar una "ventana meteorológica" (buena mar durante tres días seguidos) que augurase la salida desde la costa libia de las embarcaciones donde los inmigrantes se internan mar adentro y que, además, permitiera al buque de rescate alcanzar las pateras con seguridad.
Cuando uno ofrece a los medios un trabajo sobre inmigración y te responden 'es que hemos publicado ya mucho de esto', yo les digo: 'ya, pero es que sigue sucediendo"
En la imagen, tomada a posta desde lejos, no se identifican las caras de los inmigrantes, pero Calvo pudo verlas cuando por fin fueron rescatados. En este caso apenas tuvo tiempo de conocer sus historias personales, porque ese mismo día fueron trasbordados a un buque italiano. Aun así, recuerda a una mujer que llegó angustiada y gimoteando. "Esos rostros cercanos se te quedan". Una de las cosas que más le impresionan de sus trabajos en rescates en altamar es la diversidad de situaciones dentro de los botes. Y, aunque Olmo Calvo sea un profesional de la imagen fija, recuerda sobre todo sonidos: "En una misma embarcación te encuentras gente, quizá no conscientes del todo de la situación, que sonríen, entonan himnos religiosos o canciones alegres a los niños; y otras que lloran de desesperación".
En circunstancias tan diversas como las crisis migratorias de los rohinyás perseguidos, en Lesbos o los Balcanes, el ojo de Calvo capta un punto en común: "Todos están en esa situación de manera forzada, sea por la pobreza, la inseguridad o la guerra". ¿Y cómo se fotografía eso? "El contexto hace mucho y hay que construir un discurso en dos estratos: el primero consiste en contar el dinamismo: los equipos de rescate sacando a la gente o los intentos de saltarse una frontera, pero luego la acción baja, llega la rutina, y te acercas a las personas. Ahí tienes que dedicarle casi más tiempo a conocer a esas personas que a hacer la foto, que a veces es algo casi anecdótico en la relación entre fotógrafo y fotografiado".
¿Le preocupa que la repetición de las imágenes de rescates termine acostumbrando a los lectores? "Si existe algún problema con eso muchas veces está en la mirada viciada de quien mira, aunque se abuse también del amarillismo en algunas imágenes", comenta. "Cuando uno ofrece a los medios un trabajo sobre inmigración y te responden 'es que hemos publicado ya mucho de esto', yo les digo: 'ya, pero es que sigue sucediendo".
Entiende, con todo, que los lectores exijan diversidad de noticias, pero no por eso, observa, "hay que dejar de sacar estas realidades". "Las historias que contamos tienen por sí mismas suficiente carga dramática como para tener que inventarnos juegos visuales; no vale hacer cualquier cosa para justificar que la gente esté aburrida y que haya que contárselo de manera diferente para que les llegue".
El fotógrafo freelance comenta con humor que lleva "años" pagando autónomos. "Aunque en los últimos años ya sí, no siempre he podido dedicarme por completo al fotoperiodismo. La verdad es que nunca nadie me ofreció un contrato". Con todo, ve ventajas en trabajar por libre, aunque a veces pierda "mucho tiempo y dinero" en coberturas de las que no saldrá ninguna imagen vendible. Otras, en cambio, obtiene fotos que demandan varios medios. Así ha ocurrido hace solo unos días, de nuevo con Open Arms, en el rescate de un bebé en Malta. "No le quiero dar mucha importancia a nuestra precariedad, porque es cierto que los fotoperiodistas nos quejamos de nuestras malas condiciones, que lo son, pero es que la situación es así para la mayoría de los trabajadores. Veo a la gente que lleva comida a domicilio con una mochila a la espalda, sin seguridad, a cualquier hora, y al final ves que se trata de algo generalizado, aunque yo lo denuncie en mi profesión".
Babelia
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