Llegar a FIL
La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, la inmensa fiesta con la que cierra el año de libros y se abre el nuevo amanecer
Fui a la primera y en poco más de tres décadas solo falté a cinco. Todo esto empezó con piso de tierra aplanada y carpas de plástico o tela endeble. Libros, libros, libros… y autores. En vivo. Empecé por llegar para verlos de cerca y robar autógrafos en libretas o servilletas y Gabo solo firmaba en libros y recuerdo una carcajada de Juan Marsé y una noche que no termina aún con Juan José Arreola y una cátedra de sobremesa entre José Luis Martínes y Alí Chumacero; en no pocas rondas, Don Luis González de guía, señalando libros en los miles de estantes y los regresos se volvían un problema de sobrepeso y también de excesos: la semana de las listas se convirtió lentamente en la semana de reconocer amigos y detectar la cíclica nómina de farsantes, plagiarios y dos caras, la semana del desmadre y el tren de Tequila, la de los premios y premiados, las nuevas ediciones, los libros por venir, los jóvenes lectores, los mil jóvenes en un salón, la mirada atónita de los extranjeros, la sala creciente de los negocios, el rumor de los libros electrónicos y su llegada en pantallas de teléfonos, la comida de cada país invitado de honor y los autores que venían en redilas para hacerse escuchar en su propia cultura, las edecanes en cada pasillo, los variados estands y luego, la fusión en consorcios, los miles y miles de niños que vienen a jugar y por ende, leer; los diseñadores y sus portadas, la danza de la tipografía fina y el mal gusto de tantas portadas estridentes, los bestsellers, los longsellers, los triunfos efímeros, la llamarada de petate, el clásico intocable, las noches de música en el atrio, el autor que llena los teatros y el poeta que lee a solas, la señora que ahorra todo el año para comprar sus libros entrañables y el oficinista que llega corriendo, casi al cierre, para buscar una novelita erótica; el náufrago de la Feria que se queda encerrado todos los años, antiguo tenedor de libros de una editorial grandota, subsiste con agua de los grifos y comiendo papeles sueltos que se deshojan de los ejemplares libros devueltos. Cada año, resucita despeinado en medio de la ceremonia de inauguración, donde se premia al inmortal de turno, en medio de un vendaval de discursos largos y la semana es en realidad el año editorial del mundo entero donde cada autor que pueda anuncia lo que viene de primavera y todo escritor de veras, recapitula lo escrito a lo largo del año.
Feria Internacional del Libro de Guadalajara. FIL. La inmensa fiesta con la que cierra el año de libros y se abre el nuevo amanecer. Las presentaciones de exactamente 50 minutos y las conferencias que se pueden prolongar, los encuentros ecuménicos, la alianza de cuentistas, los autores de visita, los bardos locales, las niñas de colegio y los miles de anónimos visitantes que vienen de todo México y del mundo para celebrar el libro de hace años, el título sorpresa, la revelación secular, el raro inédito, el escaso ejemplar de un libro legendario, las palabras de los autores ante el micrófono y las fiestas en corrillo, las pandillas que vienen arreando, el asomo de las canas, el joven editor que llega con el primer ejemplar de su sello y el silencio por los ausentes… todo de tinta, adrenalina y revuelo. Un abrazo para Marisol y todo el equipo de arcángeles que hacen posible que este año llegue de nuevo la FIL, ahora que desde lejos parece que no duermo por andar precisamente celebrando las mil y una historias que nos unen.
Babelia
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