Premios Princesa de Asturias: ¿Qué pasa cuando no acuden los premiados?
Fred Vargas no recibirá los 50.000 euros del galardón por su ausencia. Dylan tampoco fue, pero pidió el ‘miró
A lo largo de la historia de los Premios Princesa de Asturias —nacidos como Príncipe de Asturias en 1981— se han producido ausencias de galardonados sonadas y discretas. La de Bob Dylan en 2007 dio para muchos titulares. Supuso el precedente a otras notables espantadas en su carrera, como la del Nobel de 2016. La de Philip Roth en 2012 tampoco pasó desapercibida: sus serios problemas de salud llevaron a los médicos a no darle permiso para asistir. También causó revuelo la de los hermanos Gasol hace tres años, que dos días después de la entrega comenzaban a disputar la NBA y no lograron convencer a los responsables de sus respectivos equipos. Pero este año apenas nadie cae en que falta alguien de la lista: la escritora Fred Vargas.
Bien es cierto que el foco lo consume Martin Scorsese. Entre las leyendas vivas del cine, tanto él como Woody Allen (premiado en 2002), Pedro Almodóvar (2006), Michael Haneke (2013) y Francis Ford Coppola (2015) acudieron y disfrutaron de la ceremonia y los agasajos en una Asturias entregada a los galardonados. En Fred Vargas apenas repara nadie. ¿Qué ocurre cuando un premiado no viaja a la ceremonia en Oviedo? El procedimiento está reflejado en los estatutos de la Fundación Princesa de Asturias: no reciben los 50.000 euros con que está dotado el galardón ni la escultura de Joan Miró que lo simboliza.
Nadie protesta ni pide nada a cambio. No acudir, cualesquiera que sean las razones, tiene su coste, pero el único que no ha estado dispuesto a renunciar del todo ha sido Dylan. Tan parco, pero tan espabilado, el cantante pidió que se le enviase la pieza de Miró. Por supuesto, no hubo manera.
el único que no estaba dispuesto a renunciar del todo fue Dylan. Tan parco, pero tan espabilado, pidió que le enviaran la pieza de Miró"
Vargas, en cambio, se ha esforzado en excusarse. Envió una carta de dos folios con sus razones y la fundación ha dado por más que justificada su ausencia por motivos de salud. Ha pedido perdón a los Reyes y ha dejado convencidos incluso a buena parte de los miembros del jurado que en mayo la eligieron entre 35 candidatos al galardón de Letras.
“Siento profundamente no poder devolver el honor que se me ha hecho. Poder agradecer personalmente al Rey la cálida y amistosa carta que me envió, y que conservo como algo muy valioso. En mí y para mí, conservaré siempre este premio de Asturias, que me ayuda más de lo que pueda imaginar. Les ruego que estén convencidos de mi extrema gratitud y de la sinceridad de mi pesar”. Son líneas extraídas de la misiva en la que Vargas —seudónimo de Frédérique Audoin-Rouzeu (París, 61 años)— detalla sus razones.
Pero nadie debía llamarse a engaño. El carácter de la escritora, poco dada a exponerse en público, hacía previsible su ausencia. Cuando debe enfrentarse a un auditorio sufre y rehúye participar en programas de radio y televisión. Una de las pocas veces que ha aceptado alguna invitación ha sido precisamente en Asturias: acudió en 2009 a la Semana Negra de Gijón. El ambiente entre autores de intriga le resultaba sin duda más llevadero que el protocolo, exposición y agenda de los Princesa de Asturias.
Una de las razones de su elección este año es que un sector del jurado intentó contrarrestar la gran tendencia a reconocer la literatura anglosajona en detrimento de otras lenguas. El reconocimiento dejó fríos a muchos sectores, que pensaron que su obra literaria se halla absolutamente volcada en un género específico, aunque dentro del mismo haya creado piezas de referencia como El hombre al revés o su más reciente Cuando sale la reclusa, que la convirtió en la autora francófona más leída el año pasado.
Pero apenas surgió polémica tras el anuncio, como ahora su ausencia no desata decepciones ni protestas. Quienes la conocen a fondo lo intuían. Siruela, su editorial en España, ha perdido una oportunidad extraordinaria de promoción y ayer, en el vestíbulo del Hotel Reconquista de Oviedo, cuartel general de los premios, o en las calles de la ciudad, nadie echaba en falta su figura tímida, retraída y ataviada de oscuro. La suya es una espantada discreta.
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