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Cuatro compositores talismán para la diva

Bellini, Verdi, Puccini y Strauss fueron los músicos que más suerte y prestigio le aportaron en su carrera

Jesús Ruiz Mantilla
Montserrat Caballé en la ópera 'Ariadna en Naxos' de Richard Strauss en la Ópera de París en1986.
Montserrat Caballé en la ópera 'Ariadna en Naxos' de Richard Strauss en la Ópera de París en1986. CORDON PRESS

Difícil hacer recuento en esta época de absoluta especialización sobre la carrera de una diva a la antigua, es decir, menos tiquis miquis a la hora de elegir papeles. Aun así, el esplendor de Montserrat Caballé vivió diversas fases, unidas a algunos compositores y géneros talismán.

Idilio con Bellini. Buena parte del mundo comenzó a adorar a Caballé gracias a Bellini. Ya llevaba mucha traca a las espaldas desde su debut internacional en Basilea en 1956 y comenzaba a colarse en el podio que disputaban Maria Callas y Renata Tebaldi. Pero fue a principios de los setenta cuando tocó bien la fibra de los aficionados con la Norma de Bellini al debutar con el papel en La Scala de Milán. En las listas de las mejores castas diva de la historia es la número uno. El compositor belcantista sirvió también para que la cantante abordara otro de los personajes que la hicieron marcar la diferencia, la Imógenes de Il pirata.

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Madurez con Verdi. Dos son los grandes papeles que definen la madurez de Caballé a la hora de adentrarse en Verdi: Aida y la Desdémona de Otelo. Aun así fue uno de los compositores que Caballé abordó con ganas y que le dieron grandes noches en ambas operas junto a Plácido Domingo. No queda ahí su recorrido verdiano. La Leonora de Il trovatore, Traviata y Luisa Miller pueden incluirse entre sus roles de estrella.

Maestría en Puccini. No se puede decir que el universo desgarrado de Puccini fuera una meta lejana para Caballé. Lo atravesó desde los principios de su carrera con la Mimi de La Bohème. Pero no fue el papel que más aplausos le aportó. Las grandes figuras dramáticas del toscano tenían reservada un hueco para la gloria. Concretamente Tosca y Turandot, los dos personajes que le hicieron marcar hitos concretos. El primero de ellos provocando delirios cuando tenía enfrente a Pavarotti, junto al que también disfrutó varias Bohèmes.

Fue con Arabella, de Strauss, con quien Montserrat Caballé debutó en 1962 en el Liceu. A partir de entonces, Strauss se convirtió en un músico de fortuna para ella".

El talismán de Strauss. Fue con Arabella, de Strauss, con quien Montserrat Caballé debutó en 1962 en el Liceu. A partir de entonces se convirtió en un músico de fortuna para ella. Otro acontecimiento fue su mariscala de El caballero de la rosa en Glyndebourne. Durante sus comienzos en Basilea se adentró en el repertorio alemán y eso le permitió ser apreciada por los críticos como alguien más versátil para una época en que a las divas las seguía definiendo el repertorio italiano principalmente.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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