Exclusivamente para niños
La película se obceca en el ejercicio de la siempre complicada comedia de 'slapstick'
El descomunal triunfo editorial de Los futbolísimos, saga de libros infantiles escritos por Roberto Santiago, con más de un millón y medio de ejemplares vendidos, está asentado en tres bases: la, en general, preferencia de los niños lectores por la identificación y los ambientes reconocibles, alejados de las exóticas aventuras en lugares reales, pero en las antípodas de la cotidianidad, hacia las que se dirigían generaciones anteriores; el fútbol como incuestionable eje del ocio de la mayoría de la sociedad española contemporánea, incluidos los críos; y el gusto por el misterio y una cierta aventura, presente en cualquiera de las sagas más exitosas de las últimas décadas, ya desde los clásicos de Enid Blyton.
LOS FUTBOLÍSIMOS
Dirección: Miguel Ángel Lamata.
Intérpretes: Julio Bohigas, Carmen Ruiz, Milene Mayer, Joaquín Reyes.
Género: infantil. España, 2018.
Duración: 103 minutos.
Un boom que se traslada ahora al cine con esos mismos fundamentos y que, de forma paradójica en un producto exclusivo para niños, donde mejor funciona no es ni en los partidos de fútbol ni en las aventuras ni en el misterio, sino en las secuencias en apariencia más intrascendentes, las conversaciones: entre hermanos, entre amigos, ya sea en dúo o en grupo, y entre padres e hijos, amparadas por la comedia, la complicidad, la amistad, el primer amor y el aprendizaje.
Quizá también de forma sorprendente, Los futbolísimos, basada en la primera de las doce novelas de la saga, El misterio de los árbitros dormidos, no viene bajo el timón de Santiago, también realizador de cine (El penalti más largo del mundo, El club de los suicidas…) hasta la llegada de la notoriedad de los libros, y aquí en labores de coescritura, además de un breve cameo final, sino bajo la dirección de Miguel Ángel Lamata, el inclasificable y desigual todoterreno responsable de Una de zombis, Isi/Disi y Tensión sexual no resuelta.
Con buen empaque de producción y una excelente banda sonora de Fernando Velázquez. omnipresente sin subrayar, marcando cada tono pero sin comerse las imágenes, la película de Lamata se obceca en el ejercicio de la siempre complicada comedia de slapstick, tan difícil de coreografiar, filmar y montar, y ofrece demasiado tiempo a la investigación del enigma de los árbitros dormidos. Sin embargo, el fútbol está aceptablemente rodado y las inevitables moralejas finales en torno a los villanos de turno son estupendas.
Aun teniendo claro que es imposible meterse en la cabeza y en la piel de los chicos que han arrasado con las librerías y que acudirán con ilusión a las salas, a muchos de los espectadores adultos acompañantes les sonarán los ambientes de competición infantil del fin de semana (y, sobre todo, de enseñanza y entretenimiento), por lo que puede que para los padres sea suficiente que el mensaje sea positivo. Siempre que por una vez sean conscientes de que la película no es para ellos.
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