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Obituario

Françoise Héritier, teórica de la opresión femenina

La antropóloga, sucesora de Lévi-Strauss, determinó que la discriminación a la mujer era un fenómeno de alcance universal

Álex Vicente
Françoise Heritier, antropóloga, en 2005.
Françoise Heritier, antropóloga, en 2005. JEAN-PIERRE MULLER (AFP/Getty Images)

Françoise Héritier tuvo el mismo destino que la gran mayoría de mujeres nacidas durante la primera mitad del siglo pasado. La diferencia es que esta insigne antropóloga, fallecida en la madrugada del pasado día 15 en París a los 84 años, no se plegó a la norma social. Desde pequeña entendió que todo estaba pensado para que tuviera menos libertades y posibilidades que su hermano. A él no le hacían recoger la mesa ni dedicar sus tardes a bordar. Sería el germen de una trayectoria dedicada a analizar los mecanismos de la discriminación a las mujeres. Héritier la calificó como un fenómeno de alcance universal. El segundo factor presente en todas las civilizaciones del planeta, después de la prohibición del incesto, diagnosticada por su maestro, Claude Lévi-Strauss. Convertida en gran figura de la antropología social, Héritier terminaría relevándolo, a petición de su mentor, al frente de su cátedra en el Collège de France.

Nacida en 1933 en Veauche, pequeña ciudad del Macizo Central francés, creció en un ambiente pequeñoburgués que nunca entendió su vocación. Solía recordar, por ejemplo, que su madre nunca leyó uno de sus libros. Héritier llegó a París a finales de los años cuarenta, con el sueño de convertirse en egiptóloga. Se inscribió en la Sorbona para estudiar Geografía e Historia, hasta que descubrió la etnología por casualidad, al asistir a un seminario impartido por Lévi-Strauss en la recién fundada Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (EHESS). Solía decir que ese día su vida dio un vuelco.

En 1957, Héritier decidió marcharse a África como parte de una expedición universitaria. Le negaron el puesto por ser mujer, pero la falta de candidatos masculinos decantó la balanza a su favor. Descubrió entonces el Alto Volta francés, que se convirtió en Burkina Faso tras la independencia, para estudiar a los pueblos samo. Más tarde, Héritier se trasladó a Malí para analizar a la etnia dogón. Fue en esa época cuando se casó con el etnólogo Michel Izard, también desplazado a África. Su segundo marido sería otro importante antropólogo, Marc Augé.

Su primer objeto de estudio fueron las estructuras del parentesco, gran especialidad de Lévi-Strauss. Con el tiempo, Héritier se especializó en una de esas categorías binarias que caracterizaban el pensamiento estructuralista: la distinción social entre hombres y mujeres. Lo calificó como la “valencia diferencial de los sexos”, jerarquía implícita en la organización social y sexual de todos los pueblos, que Héritier determinó que respondía “a una construcción mental y no a una realidad biológica”. Según la antropóloga, ni siquiera las diferencias de complexión física eran innatas. Desde la prehistoria, los hombres se reservaron las proteínas y dejaron la fécula a las mujeres; mientras ellos fortalecían sus huesos, ellas redondeaban su figura.

También designó la capacidad de fecundar como el primer motivo de la alienación femenina, sobre el que se construía todo un sistema de opresión y cosificación de la mujer. “¿Por qué el hecho de traer niños al mundo implica hacer la limpieza y la compra, cocinar y cuidar de un marido?”, se preguntó Héritier. “No le veo la lógica ni la relación”.

Al suceder a Lévi-Strauss en el Collège de France en 1982, Héritier se convirtió en la segunda mujer que imparte clases en esa institución, una de las más prestigiosas de Europa, desde su fundación en el siglo XVI. Sus dos ensayos más conocidos e influyentes son Masculino/femenino (1996), donde recapitulaba sus tesis sobre el género, y La sal de la vida (2012), relato más personal sobre los pequeños placeres cotidianos.

Izquierdista y feminista, pero “no militante” —solía atribuir su ausencia de toda manifestación a su fragilidad física, marcada por una enfermedad autoinmune que afectaba a los cartílagos—, Héritier defendió la contracepción como la mayor revolución para la liberación de la mujer y también la reproducción asistida. En cambio, no era favorable a la gestación subrogada.

Durante años dudó sobre el hecho de que “una igualdad idílica” terminara por llegar algún día. En los últimos tiempos, sin embargo, su optimismo había aumentado. En las semanas que precedieron a su muerte, Héritier se prodigó en los medios franceses, coincidiendo con la publicación de su último libro, Au gré des jours. Y aprovechó para apoyar a las mujeres en su lucha contra los abusos sexuales tras el estallido del caso Weinstein. “Que la vergüenza cambie de bando es esencial. Que las mujeres, en lugar de esconderse como víctimas solitarias y desamparadas, utilicen el #metoo para significarse y tomar la palabra me parece prometedor. Es lo que nos ha faltado durante milenios: comprender que no estábamos solas. Las consecuencias de este movimiento pueden ser enormes”, dijo a Le Monde. Ese habrá sido su esperanzador epitafio.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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