Tú eres tonto, chaval
El compromiso verdadero con la injusticia requiere tenacidad y es incómodo por naturaleza porque obliga a dar la cara, a no callarse
Hablábamos de cine y humor y el tema se desvió, mejor dicho, se topó con el asunto del momento: la indignación y los límites de la libertad de expresión. Hay un tipo del que yo no sabía nada hasta hace una semana que de pronto saltó a todas las bocas que frecuentan las redes: Cremades, un joven barbado que hace vídeos de chistes bobalicones con tufillo rancio machistoide.Vi dos o tres gracietas y ya. Al parecer, se trataba de alguien muy popular entre aficionados al chiste (no me encuentro entre ellos porque los chistosos me exasperan). Resultó que el tal Cremades dijo en una entrevista que también había hombres violados (en las prisiones), incluso más que mujeres y que de eso no se decía nada. Una idiotez de alguien que no tiene muchas luces. Pero se lio parda. A las bobadas de Cremades siguió la condena en la plaza pública virtual. El chistoso pidió perdón, suplicó el indulto, y al poco la furia se apagó hasta el próximo combate.
Se lo dije mirándola a lo ojos y no hay tuit que compita con un cruce de miradas
Yo me encontraba ante el público para hablar de cine y comedia y acabamos enredados en Cremades. Así están las cosas: perdiendo energía en asuntos que no la merecen. Una joven muy tierna me confesó que ella jamás había pensado en el feminismo hasta que una de estas polémicas despertaron su conciencia dormida y desde entonces intervenía activamente. ¿Dónde, le pregunté, dónde te comprometes, en la facultad, en tu trabajo, en las noches de bares en las que seguramente te encuentras a menudo con tipos como Cremades pero de verdad? En Twitter. Ah, en Twitter. Y estoy harta, me dijo, de que nos llamen histéricas. Ay, le dije, si yo te contara la de veces que una mujer ha de soportar ese adjetivo a lo largo de su vida. Una de las actitudes más censuradas en una mujer es la del enfado; catalogar la protesta femenina como algo asociado a la enfermedad mental ha sido un recurso para acallar lo que se consideraba inconveniente.
Dentro de la comprensión que me producía el que una joven hubiera llegado al fin a defender su terreno, no pude evitar, sin embargo, llevarle en parte la contraria. En un futuro, le dije, quizá os deis cuenta de que las guerras virtuales se quedaron en nada, de que esta supuesta revolución llevada a cabo con enorme violencia verbal pero sin mover el culo del sofá no cambió el mundo que os rodeaba. Percibiréis que lo que conseguisteis, sobre todo, fue alimentar la vanidad de aquellos que viven de la gresca y de la provocación irreflexiva, que con vuestro enojo aumentasteis la popularidad de los que viven del escándalo, poco más. Dentro de 20 años, si es que tenéis conciencia y os preocupa el mundo que pisáis, puede que le confeséis a vuestros hijos que, al cabo del tiempo, caísteis en la cuenta de que no habíais logrado transformar vuestro entorno por mucho que participarais activamente en linchar virtualmente a unos cuantos patosos. También, si es que tenéis tiempo para reflexionar sin mirar una pantalla y abrís los ojos cuando salís a la calle, os daréis cuenta de que en esta vida hay que aprender a distinguir entre lo anecdótico y lo esencial, y que un chiste machista es una anécdota si lo comparamos con los hechos tan graves que están ocurriendo y que no llegáis a percibir porque desahogáis vuestro descontento escribiendo frases que se diluyen en un mar de agresividad virtual. Tal vez percibáis demasiado tarde que el mundo se cambia en la vida real, actuando a la vista de otros, y que hubierais hecho más por la causa de la mujer afeándole a un colega sus comentarios machistas, o no riéndole un chiste humillante a un tío que nos gusta, o censurando ese vicio masculino tan habitual de explicarnos cosas sin reparar en que ya las sabemos.
Lo virtual provoca blandura, el usuario opina parapetado en su domicilio
En mi opinión, lo virtual provoca blandura, porque el usuario opina parapetado en su domicilio; también alienta la inmovilidad y el conformismo, dado que una vez que se ha mostrado airadamente un enfado a través de los caracteres que permite el medio se puede salir del cuarto con la satisfacción falsa de haberse comprometido. Pero el compromiso verdadero con la injusticia requiere tenacidad y es incómodo por naturaleza porque obliga a dar la cara, a no callarse. Las barras de los bares están llenas de Cremades; los trabajos llenos hoy día de jefecillos abusivos y en los institutos las profesoras nos están advirtiendo de que las chicas aguantan más de lo que debieran. La fuerza, está claro, se nos va por Twitter. Cuánto quedará para que nos demos cuenta de que vale mucho más un “tú eres tonto, chaval”, dicho a tiempo, que un tuit, no lo sé, pero percibo que al fin es posible la crítica a los métodos tuiteros.
No sé si la chavala me entendió, pero yo se lo dije, mirándola a los ojos. Y no hay tuit que compita con un cruce de miradas.
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