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Los directores latinoamericanos apuestan por el cine de autor

Los brasileños Gabriel Mascaro y Kleber Mendonça Filho y el catalán Albert Serra hablan sobre la cocina del séptimo arte

Cecilia Ballesteros
Los directores Albert Serra, Gabriel Mascaro, Pawel Pawlikoswky y Kleber Mendoça
Los directores Albert Serra, Gabriel Mascaro, Pawel Pawlikoswky y Kleber MendoçaDANIEL VILLA

Como no podía ser menos en la babel del cine latinoamericano, con sus distintos matices, los directores del continente reivindican el cine de autor frente al sistema de producción de películas que impera en Hollywood. En una reunión a puerta cerrada celebrada en el Teatro El Milagro,  en pleno centro de la Ciudad de México y en el marco de los Premios Fénix que se entregan hoy, tres de los cineastas que compiten por el galardón a la Mejor Dirección: los brasileños Gabriel Mascaro (Boi Neon) y Kleber Mendonça Filho (Aquarius) y el catalán Albert Serra (La muerte de Luis XIV), moderados por el polaco Pawel Pawlikoski, ganador del Oscar a la Mejor Película Extranjera por Ida en 2015, debatieron este miércoles sobre la cocina del séptimo arte. Pese a sus diferentes trayectorias y estilos (Mascaro viene del mundo del documental, Serra de la literatura y Mendonça Filho, de la crítica de cine), a que en el encuentro se mezclaron varios idiomas y a que el director de Aquarius dice no sentirse "latinoamericano, como todos los brasileños", coincidieron en la reivindicación de la autoría intelectual de los filmes, incluso del guión, frente a los estadounidenses que delegan más el trabajo en la realización de una película.

"¿Cuáles son las diferencias con el cine anglosajón y cómo conciben la dirección?", fue la pregunta del polaco Pawlikoski, con unas gafas negras de sol que no se quitó ni un segundo durante el encuentro. Serra, un cineasta inclasificable y que se ha autodefinido como el mejor de España, cuyo Luis XIV es su primer largo fuera de Cataluña, afirmó que empezó a hacer cine a los 26 años gracias a la expansión de la tecnología digital y porque "según te vas haciendo mayor, hay que hacer algo, todo se vuelve muy aburrido". En su caso, las películas tienen algo de performance, "de recuperar esas noches mágicas de los sábados con amigos", tanto que rueda de una forma especial: a veces cambia el guión sobre la marcha, no escribe los diálogos, solo los temas a tratar, no tiene ideas preconcebidas y durante el rodaje si está lejos de la escena, no quiere oir los diàlogos y si está cerca, se pone de espaldas. "Ryan Gosling me contó que el director de Drive, Nicholas Winding Refn, no se quitó los cascos durante todo el rodaje y le funcionó", dijo. Tampoco le importan mucho los aspectos técnicos, que siempre se pueden corregir en postproducción, y en cambio tiene una teoría psicológica para enfrentarse al rodaje: que el director es el menos egocéntrico de un equipo que, en teoría, solo quiere "destrozar" la película.

"Coincido con Albert en muchas cosas, excepto en eso de ponerme de espaldas", aseguró Mendonça Filho, que se ha quedado fuera de la nominación por Brasil a los Oscar de este año por la campaña del equipo de su película contra el presidente conservador Michel Temer, pero a diferencia del catalán, tiene colaboradores en los que confía. Su obsesión es el sonido y le preocupa, sobre todo, la verdad en la pantalla, mucho más que la precisión técnica. "Hay grandes películas clásicas, obras maestras, en las que la escena cumbre está fuera de foco. No creo en la perfeccion absoluta sin belleza", aseguró y citó a Lars Von Trier como el cineasta que consiguió dotar de prestigio al cine digital y a una honestidad que él tambièn profesa. En este sentido, Gabriel Mascaro, cuya segundo largo Boi neon, ambientado en el mundo de los rodeos de Brasil, fue la gran sensacion del Festival de Cine de Venecia, tampoco hace mucha distinción entre ficción y documental, sino que maneja una especie de híbrido, y presta mucha atención a la música. "Manejé hasta tres guiones distintos, lo mio es más un proceso de investigar un tema y asi te vas acercando a la historia, es más una experiencia", afirmó.

Como no podía ser menos, la reciente y falsa polémica sobre Bernardo Bertolucci y la ocultación del detalle de la mantequilla a Maria Schneider en El último tango en París, también sobrevoló el encuentro ante las inevitables preguntas por las relaciones entre actores y directores. "Un poco de violencia con los actores no está mal", aseguró Serra, que a veces utiliza el truco de que uno de los intérpretes no sepa qué va a pasar en la escena y el otro sí, justo a la manera del director italiano. "Los actores no son muy listos en ese sentido. Yo los elijo porque los conozco en la vida real y me caen bien como personas, pero nunca son tan interesantes como ante la pantalla", aseguró el catalán para quien el casting, como para el resto, la fotogenia, entendida como la presencia escénica, es una parte fundamental. "Hasta un 50% o un 60% de la película", aseguró Mendonça Filho, que recordó las desavenencias de directores como Polanski, Hitchcock y Kubrick con muchos de sus intérpretes. Mascaro cerro el debate con una anécdota muy grafica: "Le dije a uno de los protagonistas que tenía que masturbar a un caballo. me respondió que cuando yo lo hiciera primero. Y lo hice, pero claro, después ya no se podía rodar esa escena". "A veces, incluso podemos ser amables con los prisioneros", bromeó Pawlikoski. 

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Sobre la firma

Cecilia Ballesteros
Redactora de Internacional. Antes, en la delegación de EL PAÍS América en México y miembro fundador de EL PAÍS Brasil en São Paulo. Redactora jefa de FOREIGN POLICY España, he trabajado en AFP en París y en los diarios El Sol y El Mundo. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense. Autora de “Queremos saber qué pasó con el periodismo”.

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