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“Leemos para saber que hay otros ahí fuera”, o el mundo de Richard Ford

El novelista estadounidense habla de sus libros favoritos en un encuentro público antes de recoger el viernes el Princesa de Asturias de las Letras

Borja Hermoso
El escritor Richard Ford, el martes, en Oviedo.
El escritor Richard Ford, el martes, en Oviedo.Yeray Menéndez. (FPA)

Varias cosas sobre Richard Ford (Jackson, Misisipi, 1944). Una, pocos se elevan junto a él o por encima suyo en la disputa del cetro del mejor escritor norteamericano vivo, un par o tres a lo sumo y esto es mucho decir. Dos, no cogió un libro hasta los 18 años pero luego la cosa se hizo obsesiva: la literatura le salvó de acabar peor que mal, “en Vietnam o peor, en la cárcel” (comillas suyas). Tres, no es lo que vulgarmente entendemos como especialmente simpático ni falta que le hace a alguien cuyo trabajo consiste en evitar los dulces caminos del almíbar y la melancolía sin causa. Porque al final, se escribe por lo mismo que se lee: “Para saber que hay otros ahí fuera, que no estamos solos”. Cuatro, guarda en el frigorífico de su casa de Maine los cuadernillos donde reposan los esbozos de sus novelas. “Por si la casa arde”. Cinco, sus calcetines son imposibles, pero resulta que hay gente que hace el estilo, aunque el estilo se resista.

Seis. Richard Ford es el padre de Frank Bascombe y autor de novelones como El periodista deportivo, El Día de la Independencia, Acción de gracias o Canadá y de volúmenes de cuentos como Rock Springs o Pecados sin cuento. Esto es importante, lo de los cuentos. Uno de los maestros absolutos del género, Raymond Carver, lo dejó dicho de su amigo antes de morir a los 49: “Ford es el mejor escritor estadounidense vivo”. Pero ya se sabe que las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene uno, y una: para Ford, el mejor escritor vivo en lengua inglesa es John Banville. También le gusta Bob Dylan, “pero algunos le tienen rencor porque le pone melodía a sus versos”.

Siete. Richard Ford se ha sentado hoy en un taburete del segundo piso de la Biblioteca Pública Ramón Pérez de Ayala, en el casco antiguo de Oviedo, ha agarrado el micrófono delante de un público femenino en un 95%, sobre todo representantes de bibliotecas y clubes de lectura asturianos, y ha pronunciado una breve e intensa lección magistral sobre la literatura y sus razones para hacerla e incluso ganar dinero con ella. En teoría –y también en la práctica- se trataba de que el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016 hablara de cuatro o cinco novelas que le han marcado.

Por partes. Que nadie habla de “influencias”. “Ni hablar… eso me parece peyorativo, porque entonces quiere decir que esos libros del pasado son mejores que los míos, ¡ja, ja, ja!”. ¿Y cómo lee Ford esos volúmenes que –admite- le hacen no seguir siendo el mismo? “Pues no pienso en el tema, ni en los símbolos, ni en lo que significan… porque los libros son lo que son, no están relacionados con cosas elevadas ni con grandes ideales, ya lo dijo Mallarmé, “los sonetos se hacen con palabras, no con ideas”… y yo los leo como si estuviera hambriento”. ¿Y por qué esa hambre? “Porque los novelistas redefinen el mundo para ustedes de una manera que ustedes nunca hubieran imaginado”.

Capítulos de la lección magistral. Los libros favoritos de Richard Ford, o al menos algunos libros favoritos de Richard Ford.

1. El cinéfilo, de Walker Percy (1959). “Este libro me influyó. Yo robé cosas de este libro. Es humorístico y grave a la vez, ya saben Henry James hablaba de las cosas que ayudan y hacen daño a la vez. Todo El cinéfilo está escrito en presente, ya saben, Wittgenstein dijo –oh, soy insoportable citando a Wittgenstein- que si vives en el presente vives en la eternidad. Aunque puedes escribir en presente y luego cambiar al pasado, ya saben Joyce se cargó las reglas, ya no hace falta mantener el mismo tiempo verbal todo el tiempo”.

2. Años luz, de James Salter (1975). “James era nuestro amigo, murió el año pasado con 90 años, se cayó de la cinta de correr mientras hacía ejercicio… bueno, tampoco es lo mismo que chocar en un avión, ¿eh? Esta novela no es perfecta. No tiene trama. Pero sí las mejores frases que se han escrito en inglés. Salter sentenciaba cuando escribía, frases robustas que ejercían una autoridad y un control sobre el lector”. Richard Ford leyó dos frases como ejemplo: “Los árboles, unas cuantas casas viejas, unas ruinas, solo lloró”. “En la mujer que nos sobrecoge no tiene que haber nada familiar”.

3. La casa en París, de Elizabeth Bowen (1935). “Es sobre dos niños en una casa de París. Bowen escribe conversaciones improbables en niños de 15 años y tú te dices: ‘¡Los niños de 15 no hablan así!’. Pero ella te fuerza, te insiste, te pide que confíes. Todo es inusual como premisa, pero las premisas inusuales dan libros buenos, libros que te llevan al extremo, que te hacen pensar”.

4. El intocable, de John Banville (1997). “Las novelas tienen que ver con las consecuencias de las cosas, no solo con las cosas. Ahí vemos su peso moral, su gravedad. Banville habla de las consecuencias. Y escribe esta frase en boca del personaje Viktor Maskell: ‘Me pregunto: ¿lo habré perdido todo?’. Yo habría pagado mucho dinero por poder escribirla”.

Y el remate de Richard Ford: “¡Vámonos todos al bar!”.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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