El rigor de dos artistas

"El éxito se antoja más dulce / para aquellos que nunca lo tuvieron", escribió en uno de sus poemas Emily Dickinson, escritora estadounidense que, en vida, apenas vio publicada una decena de sus más de 1.800 poemas. Convencida de su don artístico, y con una obra con propensión hacia lo sublime, Dickinson es también la protagonista de una película que tiende hacia lo sublime: Historia de una pasión, con la que el británico Terence Davies vuelve a construir una obra de riguroso aparato formal que, en su despliegue, con severa sencillez, trasciende la cotidianidad de su personaje para alcanzar también a la persona y a su obra, a su nobleza y a su poesía.

Davies, en cierto sentido, es un director de estancias, más de interiores que de exteriores. El hombre capaz de articular una película en apenas un portal (Voces distantes), y alrededor de una ventana (The deep blue sea), ha conformado esta vez su película-descansillo. Nadie como él para relatar la existencia de una compleja mujer que apenas salió de casa, y a la que en sus últimos años bastaba con observar la vida desde la puerta de su habitación del primer piso, vislumbrando unas escaleras que daban a un mundo que ya no le interesaba más que en sus versos, y oyendo voces familiares o de visitas que, tenues y apesadumbradas, opinaban sobre un universo personal, brillante e intransferible que, en realidad, solo es un misterio objeto de conjeturas.

Dickinson era una mujer educada en el puritanismo que, dotada de una fuerte personalidad, hizo de la fragilidad y el retraimiento un modo de vida; quizá también un modo de muerte. Y Davies la filma desde ese estilo pictórico sin pomposidad tan suyo, con más circunstancia que artificio, y con su sempiterno sentido musical. Austera, rigurosísima y más compleja aún que el resto de la filmografía de Davies, Historia de una pasión es también la oportunidad vital para una actriz en principio alejada de este tipo de productos artísticos: la sensacional Cynthia Nixon, de Sexo en Nueva York al (posible) Oscar, previo paso por la desasosegante personalidad de una mujer genial.