El rumano Norman Manea obtiene el premio de la Feria de Guadalajara
"Me considero uno de los últimos representantes del Centroeuropa", afirma el novelista exiliado en Nueva York
El escritor rumano Norman Manea (Bucovina, 1936), que ha sido galardonado este lunes con el Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) de Lenguas Romances, ha conocido gran parte de las miserias del siglo XX, víctima del dictaduras fascistas y comunistas: fue deportado a los cinco años a un campo de concentración por ser judío durante la II Guerra Mundial y padeció la dictadura comunista rumana, que le obligó a exiliarse cuando tenía 50 años. Tras la caída del régimen de Ceaucescu, el regreso al país del que se había visto obligado a huir le enfrentó a una tremenda decepción.
Autor de novelas y ensayos, publicados por la editorial Tusquets y traducidos en su mayoría por Joaquín Garrigós, El regreso del húligan es considerada su obra maestra y una de las grandes novelas sobre el exilio y la reconstrucción de una vida. “Me considero uno de los últimos representantes de Centroeuropa”, asegura por teléfono tras conocer el fallo del jurado desde Berlín, donde llegó esta mañana procedente de Nueva York, donde reside. “Descubrir la identidad es sólo el principio de un largo proceso”, prosigue este escritor de humor cálido y piel muy blanca. “Soy rumano nacido en una familia judía, escribo en rumano, una lengua que es mi auténtica patria, soy un europeo que vive en América. Es todo muy complicado”.
Manea, que siempre ha tenido mucha relación con el mundo hispano y sobre el que la Universidad de Granada acaba de publicar una monografía coordinada por Ioana Gruia titulada La obra de Norman Manea. Crítica-interpretación, se muestra especialmente orgulloso del premio FIL, dotado con 150.000 dólares (134.000 euros) y que se entrega durante la Feria el 26 de noviembre. “Es un galardón que pone a la cultura rumana en el mapa, pero representa sobre todo un premio a la latinidad. Muchas veces se olvida que el rumano es una lengua latina, aunque en Europa Oriental”.
Tras una larga y complicada relación con su país natal, Manea recibió por primera vez un homenaje en Bucarest el pasado mes de junio con motivo de su 80 cumpleaños, al que asistieron amigos escritores de numerosas nacionalidades, entre ellos Antonio Muñoz Molina, Alberto Manguel o Gabriela Adamasteanu. Pese a ser el escritor en rumano vivo más importante y premiado del mundo, sus obras han tenido mucha mayor repercusión en España, Francia o Estados Unidos que en su propio país, tal vez por las cargas de profundidad que contiene tanto sobre el presente como sobre el pasado de Rumania. “Es aquí donde conoció la opresión irrespirable, la vigilancia policial, el chantaje del miedo, la claustrofobia de la tiranía”, escribió en este diario Muñoz Molina sobre lo que representa su país en la vida y en la obra de Manea. “Pero también es aquí donde fue muy joven y donde fue descubriendo su vocación por la literatura y por la libertad de espíritu, donde conoció el amor y la amistad”.
El pasado mes de mayo, Manea publicó un largo artículo en el suplemento Ideas de EL PAÍS sobre las dictaduras del siglo XX. Así resumía su vida: “Cuando era niño tuve el malévolo privilegio de experimentar directamente en un campo de concentración y exterminio la tiranía fascista de la raza superior, ferozmente dedicada a aplicar la Solución Final, que consistía en asesinar a todas las razas inferiores. Después de haber sobrevivido a aquello, pasé mi adolescencia y mis primeros años de adulto en la perversa y sanguinaria utopía de un Estado policial socialista, hipócrita, demagogo y con múltiples niveles de opresión. A la no tan temprana edad de 50 años conseguí salir de Rumania y tener, con retraso, la oportunidad de comparar lo que un ser humano puede hacer a otro en una sociedad cerrada y totalitaria con lo que está dispuesto a hacer en una sociedad libre, competitiva, dominada por el dinero y los intereses. La historia de la tiranía es tan vieja como la propia historia de la humanidad, y sus desastrosas consecuencias nunca han logrado evitar que su dinámica reaparezca en lugares nuevos y viejos, en nuevas épocas y bajo nuevas formas de pesadillas”.
Preguntado sobre la crisis de los refugiados vista desde su experiencia de exilio y persecución, Manea afirma: “Vivimos en un mundo muy peligroso, en un mundo que ha perdido el centro. El exilio se ha convertido en una solución extrema, la gente se ve obligada a huir de un lugar a otro. No podemos olvidar que, desde Abraham o Ulises, el exilio es una experiencia tan antigua como la humanidad. Pero con la velocidad de nuestros tiempos, se ha vuelto más opresivo. Viví el exilio a los cinco años y a los 50, sé lo que significa, es un cambio profundo y no precisamente agradable. Pero también se puede aprender mucho de él”.
Entre sus obras traducidas al castellano figuran además de El regreso del húligan, Payasos. El dictador y el artista, Felicidad obligatoria, El sobre negro –todas en Tusquets en traducción de Joaquín Garrigós– o La quinta imposibilidad. Judaísmo y escritura (Galaxia Gutenberg, traducción de Victor Ivanovici y Susana Vásquez). En la rueda de prensa posterior al fallo, la portavoz del jurado, la ensayista y crítica literaria española Mercedes Monmany, aseguró sobre el autor rumano: “Frente a las catástrofes de la historia y a los exilios a los que estamos sometidos, Manea pregunta con agudeza e ironía cómo podemos definirnos en un mundo de espejos cambiantes.
Babelia
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