“Me hubiera gustado ser director en el Hollywood de los ‘westerns”
El cineasta argentino Andrés di Tella contesta al carrusel de preguntas de este diario
Andrés di Tella (Buenos Aires, 1958) acaba de recibir un golpe duro. De los más duros. Su padre, Torcuato, gran mecenas argentino, murió el pasado 7 de junio. Ha dejado conversaciones inacabadas con él y la reciente pérdida fluye gota a gota en sus respuestas.
Menciona a Ricardo Piglia y a Billy Wilder como principales referentes. “Más de una vez, al escribir un texto, al definir una voz en off para una película, al plantear un relato... me he hecho la pregunta: ¿cómo lo habría hecho Piglia?” Últimamente le ha dado por buscar postales antiguas y fotografías anónimas. “Me hacen soñar con tiempos pasados e imaginar destinos”, reconoce.
Los próximos 27 y 28 de junio el fundador del Festival de Cine de Buenos Aires (BAFICI) estará en la Casa América de Madrid para introducir su última película, 327 cuadernos.
¿Qué película le cambió la vida?
2001: Una odisea del espacio. La vi cuando tenía nueve años y no entendí nada. Pero me dejó fascinado.
¿Cuál es la última película que le hizo reír a carcajadas?
La fiesta inolvidable con Peter Sellers. A veces río a destiempo, o de cosas de las que nadie se ríe. Una vez mi mujer llegó tarde al cine y pudo ubicarme en la platea gracias a que era el único que se reía.
¿Quién sería su espectador perfecto?
El que se ríe en un momento que yo no había imaginado que era gracioso, o que llora en un momento que no había imaginado que era triste.
¿Qué personaje se asemeja a usted?
Me gusta mucho el detective privado de los cuarenta que interpreta Humphrey Bogart. Pero en realidad, me parezco más al impresentable personaje de Peter Sellers en La fiesta inolvidable…
¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?
Con mi padre, que se acaba de ir, para seguir la conversación interrumpida.
En una fiesta de disfraces ¿de qué se disfrazaría?
Una vez me disfracé de romano antiguo con una sábana a modo de toga. Me tomaron por Mahatma Gandhi. Desde entonces, abandoné los disfraces.
¿Qué película regalaría a un niño para introducirlo en el cine?
Kes, de Ken Loach.
¿Cuál es su lugar favorito?
Belgrano R, que es mi barrio de la infancia. Un barrio de casas bajas, árboles y plazas con cafés. Tengo la suerte de vivir allí hoy.
¿Qué significa ser director de cine?
Poder contar una historia y que el espectador la sienta como propia, como un sueño privado.
¿Qué película le hubiera gustado dirigir?
Me hubiera gustado ser un director de estudio en el Hollywood de los años treinta o cuarenta, dirigiendo westerns, policiales, comedias, dramas. Elijo Tener y no tener (1944) de Howard Hawks.
¿Cuándo fue la última vez que lloró?
Ayer mismo, escuchando una canción de Paul McCartney, Let Them In (Déjalo entrar). No sé por qué, pensé en mi padre. Como si sir Paul me estuviera diciendo que tengo que aceptar su muerte: dejarlo ir y, a la vez, dejarlo entrar. Saber que lo llevaré adentro para siempre.
¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?
No fueron palabras sino, simplemente, el ejemplo de sus vidas. Su generosidad con los demás, sin esperar nada a cambio.
¿Qué le diría a su presidente, Mauricio Macri?
¡Suerte! ¡La necesitamos todos!
¿Qué quería ser de pequeño?
Astronauta. Supongo que será una cosa generacional, por lo del hombre en la Luna…
¿Primera borrachera?
Si la recordara, no habría estado borracho.
¿Un sueño recurrente?
Sueño que ha quedado mal cerrada la puerta de la casa de mi infancia.
¿Un olor?
El del aguarrás, que sentí hace poco al pasar por una obra y que me remitió mágicamente al taller de artes plásticas del colegio, donde pasábamos tardes de felicidad en la adolescencia.
¿Qué cambiaría de los últimos 30 años de América Latina?
Yo, que he vivido una dictadura militar, prefiero limitarme a agradecer la democracia, de la que gozamos —mal o bien— desde hace 30 años.
Babelia
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