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‘El partido’, la crónica de un instante

Andrés Burgo convierte el encuentro Argentina-Inglaterra en México 1986 en un inesperado relato sobre la memoria

Federico Rivas Molina
El escritor y periodista Andrés Burgo, en Buenos Aires
El escritor y periodista Andrés Burgo, en Buenos AiresRicardo Ceppi

“Ese partido es un aleph del fútbol que lo tuvo todo, y todo lo que tuvo nos favoreció. El macho alfa de los goles, el más ilegítimo, la deificación de un futbolista en un puñado de minutos, el trasfondo de las llagas de una guerra todavía abiertas, y el contexto deportivo perfecto: los cuartos de final de una Copa del Mundo”, escribe Andrés Burgo (Buenos Aires -1974) en el primer capítulo de El Partido (Tusquets editores – 2016). La confluencia de emociones del  encuentro que Argentina e Inglaterra disputaron en México DF, el domingo 22 de junio de 1986, ha servido a este escritor y periodista argentino para, como un alquimista, fusionar todo un Mundial en 90 minutos memorables. Y lo ha hecho sin fisuras, a lo largo de casi 300 páginas que recorre con una pluma vertiginosa. 

“Argentina-Inglaterra en el 86 es el único partido que tiene dos goles con nombres: el de ‘la mano de Dios’ y el ‘Barrilete Cósmico', ambos de Maradona", ejemplifica Burgo, como medida de la dimensión que merece lo que, claramente, ya en ese entonces se vivió como mucho más que un partido de fútbol. La Guerra de las Malvinas, disputada por argentinos e ingleses, había terminado sólo 4 años antes, y la carga emocional era enorme.

La "deificación" de Maradona y la cercanía del conflicto en Malvinas han sido el punto de partida de Burgo, pero no su hoja de ruta inevitable. Y allí reside lo que convierte a este libro en mucho más que una crónica de acontecimientos o la simple recuperación literaria de un partido mundialista disputado hace 30 años. El autor podría haber elegido a Maradona como eje conductor de su relato, pero no lo hizo. Prefirió en cambio deambular por la periferia. “Maradona ese día llegó a la cima del Everest, pero no lo hizo solo. Por eso yo decido contar la historia de los sherpas que lo acompañaron, aquellos que le permitieron convertirse en mito”, explica Burgo.

A partir de allí se inicia un trabajo casi detectivesco, riguroso y hasta obsesivo de búsqueda de los “actores secundarios que confluyeron para edificar la mitología de ese partido”. Todos los jugadores de la selección de Argentina, el cuerpo técnico, la terna arbitral, utileros y masajistas y hasta jugadores ingleses pasaron ante la lupa de Burgo. Menos Maradona, que sólo concede entrevistas a sus amigos o por dinero. Así fue que dio con un ignoto ayudante de campo del entrenador Carlos Bilardo llamado Roberto Mariani y al que ya nadie recordaba. O con el utilero Rubén Benros, “un personaje al que el fútbol grande le soltó la mano” y hoy, con 80 años, vive entre una residencia para ancianos y un bar de la ciudad de La Plata (60 km al sur de Buenos Aires).

Entre tantas voces el relato de Burgo pronto se vuelve tan vertiginoso como polifónico. Las anécdotas, cientos a lo largo del libro, reconstruirán paso a paso aquella jornada inolvidable, el "instante" que antecede a la génesis de un mito. Pero también construirán en un segundo plano otra voz, subterránea, que habla de la memoria.

“Este es un también un libro sobre la memoria”, dice Burgos, “sobre cómo anteponemos nuestros recuerdos a lo que pasó realmente”. ¿Pero qué fue lo que pasó realmente aquel 22 de junio? “Todos recuerdan cosas diferentes y crearon cosas diferentes”, dice el autor. Lo que podría parecer un problema termina por dar vida al libro, lo enriquece en la multiplicidad. El partido es ese que Maradona y sus “sherpas” grabaron en su mente, pero también el que vio Burgo cuando tenía 11 años y el que vieron todos aquellos que lo siguieron en un televisor color o blanco y negro. El partido es uno y todos a un mismo tiempo.

El día del partido en la memoria

“Ver el Azteca desde adentro del campo de juego es impresionante. Nosotros entrábamos y lo primero que veías era el cielo. Después te aparecían las tribunas, pero lo primero era el cielo, y entonces lo primero que pedías, lo pedías mirando para arriba. Parecía hecho a propósito, ¿no?” (Sergio Batista – volante)

“Yo estaba cagado, la verdad que estaba cagado, y mirá que era un viejo en el fútbol. Ya tenía casi 29 años, había jugado diez años en Primera, Copas Libertadores que eran de terror, que te escupían, una final del mundo de clubes, pero estaba cagado. (Ricardo Omar Giusti - volante)

“Yo me ponía el botín y Diego venía, me daba una palmada y me gritaba: ‘Dale, eh, dale que si vos jugás bien yo juego bien, dale que sos el mejor, dale que a estos hijos de puta los vamos a matar’. Entrabas a la cancha con el corazón que no te entraba en el pecho”. (José Luis Brown – defensor)

“Quería ver a Maradona desde que formamos en el túnel, pero él estaba adelante. Recién lo vi en el campo de juego. Vi su mata de pelo negro y la gente, si no sintió temor por su presencia, tomó conciencia de que ahí estaba”. (Steve Hodges, jugador inglés que intercambió su camiseta con Maradona).

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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