Extravagante y portentoso
José María Blázquez marcó con su magisterio a generaciones de historiadores de la Antigüedad
He compartido mi vida académica y buena parte de la personal con la de José María Blázquez desde que lo conocí en los setenta. También nos daba clase Santiago Montero. Montero fascinaba por su elocuencia, sus saberes universales, la trascendencia de sus palabras, la dimensión profunda de su discurso. Blázquez era todo lo contrario, o nos lo parecía. Representaban dos generaciones separadas por una insalvable cesura. Me pareció que mi universidad correspondía más a la de aquel profesor extravagante, lenguaraz, provocador, despojado de la fatuidad del catedrático, preocupado por publicar en el extranjero, deseoso de participar en los congresos internacionales, dispuesto a trabajar incansablemente por dotar a la historia antigua española de una posición prestigiosa en las universidades europeas.
Esto solo se podía lograr yéndose a los mejores centros de investigación y aprendiendo a trabajar como lo hacían en ellos reconocidos investigadores. Con este procedimiento Blázquez logró forjar una generación de profesionales con los que se levantó una disciplina hasta entonces inexistente en la universidad española. Sería injusto no reconocer que otros profesores españoles ajenos a Blázquez emprendían un itinerario curricular ejemplar, el que ahora es habitual encontrar entre los jóvenes. Aquella época fue estimulante por lo infrecuente de la formación fuera de España. La escasez de catedráticos y el incremento de universidades favorecieron que muchos de aquellos jóvenes discípulos de Blázquez ocuparan cátedras pronto. En gran medida, la disciplina actual es heredera de su magisterio.
Autor prolífico
Blázquez fue un autor prolífico. Centenares de libros y artículos corroboran la afirmación. Escribió numerosos manuales tanto de historia de Oriente, de Grecia, de Roma o de la península Ibérica. Varias generaciones de estudiantes universitarios han usado esos manuales. Además participó en abundantes empresas editoriales para dotar a las universidades y al público interesado de un material de calidad y asequible. Promovió los cursos de verano en la Complutense y puso todo su empeño para que los participantes publicaran sus contribuciones.
Fue pionero en el estudio de Tarteso, de la presencia fenicia en Occidente, del periodo de los Barca, de la conquista romana, de las religiones prerromanas, de los orígenes del cristianismo peninsular, de los mosaicos romanos en Hispania, de la minería, del comercio y de un sinfín de problemas que culminan con la crisis del siglo III, las invasiones bárbaras y el surgimiento del islam.
Fue distinguido con importantes honores en Alemania, Italia, EE UU y, naturalmente, España. Sin lugar a dudas, ha sido el historiador de la antigüedad más reconocido en el extranjero.
Todo el esfuerzo realizado para situar nuestra disciplina en plano de igualdad con las universidades europeas lo llevó a cabo sin alharacas ni pretensiones. Apasionado por su trabajo, sabía controlar la tensión con humor, un humor disparatado y llano que lo hacía entrañable.
Fue un viajero empedernido. Desde su cátedra de Salamanca promovió viajes de estudios. En aquel lejano 75 fuimos de paso del ecuador a Egipto. Desde entonces he dedicado la casi totalidad de las semanas santas a recorrer con él los espacios no solo de la antigüedad clásica, sino de otras culturas y civilizaciones, desde Malí a Xian, desde Moscú al lago Turkana. Centenares de viajeros nos han acompañado y han comprobado la infatigable tolerancia del maestro desaparecido. En otras ocasiones nos escapábamos a Londres con los estudiantes de la Complu. Allí nos sobrecogió el golpe del 23-F y pretendía que llamara a la embajada para ponernos a su disposición. A sus 88 años hicimos el último viaje, Estambul, Troya, Éfeso, Gordion y el odeón de Afrodisias escuchó por última vez su voz.
Se nos ha ido un maestro extravagante y portentoso, pero sus 90 años de presencia imponente nos dejan una huella indeleble.
Jaime Alvar Ezquerra es catedrático en la Universidad Carlos III de Madrid.
Babelia
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