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Contra los agoreros

La ceremonia llega a su 30ª aniversario con buena salud y con las dudas que la llevan entre gala de televisión y entrega de premios

Gregorio Belinchón
Ricardo Darín y Javier Cámara, en 'Truman'.
Ricardo Darín y Javier Cámara, en 'Truman'.

No tiene que ver con la calidad. La cosa podría ser más dolorosa. Pero el dato es terrible: las cinco candidatas al Goya a Mejor Película suman 1,1 millón de espectadores. Y Truman aporta medio millón de ellos. Los premios de la Academia de Cine se crearon, entre otras cosas, obviamente, con un lógico interés promocional. Pero en esta edición cualquier de las cinco películas más taquilleras supera ese 1,1 millones de entradas vendidas. Algo no funciona. La Academia no deja de ser un organismo de la industria, así que parece complejo que se abran a otro cine, en realidad al Otro Cine Español, el que no encuentra salida en las salas comerciales y se cuela por las rendijas que son las cinetecas, las filmotecas, los museos y los centros culturales. Es doloroso que maravillas cinematográficas como O futebol, de Sergio Oksman; La academia de las musas, de José Luis Guerín, o Los exiliados románticos, de Jonás Trueba, por citar filmes que entraban en esta cosecha, nunca encuentren reflejo en la autodenominada "gran fiesta del cine español". Y por suerte al menos han encontrado su lugar tres películas más valiosas por su coraje que por su calidad cinematográfica (que también la tienen): B, la película, de David Ilundain, sobre el testimonio de Luis Bárcenas en la Audiencia Nacional, Techo y comida, de Juan Miguel del Castillo, el drama de una madre soltera desahuciada, y Negociador, de Borja Cobeaga, acerca de las conversaciones entre el Gobierno socialista y ETA.

Porque los Goya son también la demostración del año del cine. Vamos, de las películas que el público tenía en los cines y que muchos habrán preferido piratear. Hace 30 años los Premios Goya no pudieron empezar mejor: la primera ganadora de los premios de la Academia de Cine fue El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán-Gómez. Aquel "me cago en los padres de los hermanos Lumière" sonaría aún más fuerte, aunque esta vez en contra de las operadoras telefónicas.

La vida de los Goya ha sido azarosa. Más de lo que probablemente pensaran los padres y madres fundadores de la ceremonia. Más aún con todos los chistes que se hicieron con aquella primera película ganadora: ¿se iría la Academia a ninguna parte? Los agoreros fallaron.

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A priori, no parece que la gala del próximo sábado vaya a ser guerrillera. Dani Rovira la llevará con gracia -tiene talento- pero no parece que sea de los de montar un carajal. Otro debate es si ese es el lugar para las reivindicaciones. Ni siquiera los directores candidatos este año se han puesto de acuerdo en ello. A los telespectadores, tampoco mucho, y su opinión es tenida en cuenta: Enrique González Macho, cuando era presidente de la Academia, recalcaba: "Esto es una entrega de premios, que no se nos olvide. Y también una gala televisiva". Curiosa y compleja contradicción.

Por cierto, el año pasado se vendieron 94,2 millones de entradas por valor de 572 millones de euros, un 7,7% y un 9,4% más, respectivamente, que en 2014; el cine español obtuvo el 19% de la cuota de mercado; y la más vista fue Ocho apellidos catalanes, con 31 millones de euros.

¿Qué sabemos de la ceremonia? Que habrá un premio Nobel, Mario Vargas Llosa, que entregará los Goya a mejor guion y guion adaptado (para otro tipo de público, se confirma que irá a la gala con Isabel Preysler). Aún es posible que acudan -por lo del aniversario redondo- los Reyes. Sí estará el ministro de Educación, Cultura y Deporte, Íñigo Méndez de Vigo, que podrá aplaudir a gusto -como fan confeso de Cine de barrio- al Goya de Honor Mariano Ozores, director de algunos de los títulos más taquilleros de la historia del cine español. Va por usted, señor ministro. Y habrá discurso del presidente de la Academia, Antonio Resines, que debuta en este terreno. Aunque Resines, en unos Goya, ha hecho de todo. Por hacer hasta ha rapeado.

La quiniela

Al final, lo mejor de los Goya es la quiniela. Una vez más, hay que recordar que tienen derecho a voto 1.400 académicos. ¿Cuántos lo ejercen? No se sabe. ¿Afecta eso a las votaciones? Probablemente, porque sino algunas votaciones a los Goyas latinoamericanos y europeos no se comprenderían salvo que solo voten un puñado de electores. Es más, este año las candidaturas al Goya a mejor película europea no son, desde luego, las mejores, y debería de llevárselo la rusa Leviatán, de Andrei Zvyagintsev. Veremos. En película latinoamericana todo parece claro para la argentina El clan, de Pablo Trapero. Pero tampoco sería la primera vez que no gana ni la favorita ni la mejor película. Miedo dan.

La novia compite en 12 categorías. Y parece que será todo o nada. O bien la Academia se vuelca en este drama de Paula Ortiz basado en Bodas de sangre, de Fedérico García Lorca, o decide darle los premios principales a Truman, de Cesc Gay, que parte con seis candidaturas, y dejarle a La novia los cabezones de vestuario, diseño artístico, banda sonora... En los premios Forqué, que dan los productores, y que sirven para aclarar el panorama, ganó Truman (La novia no entró en la selección por fechas).

Para amarrar apuestas: Ricardo Darín, como protagonista, y Javier Cámara, como secundario, ambos de Truman, son claros favoritos. Daniel Guzmán, en dirección novel con A cambio de nada, también. Película de animación: Atrapa la bandera. Actriz secundaria estará entre Luisa Gavasa, por La novia, y Elvira Mínguez, por El desconocido. Actriz revelación para Irene Escolar por Un otoño sin Berlín (aunque cerca esté Antonia Guzmán, candidata a sus 93 años con A cambio de nada). Actor revelación para Álex García, por La novia (aunque es una categoría abierta).

Y acabamos con la batalla encarnizada. Goya a mejor actriz protagonista. Compiten Inma Cuesta por La novia, Penélope Cruz por ma ma, Juliette Binoche por Nadie quiere la noche (Nobody Wants the Night) y Natalia de Molina por Techo y comida. La Academia no suele elegir a intérpretes extranjeros, así que queda un enfrentamiento sin claro favorito entre Cuesta, De Molina y Cruz. Este premio desnivelará empates en muchas porras caseras.

No mucho más. Solo una última petición. Por favor, que la ceremonia, con duración prevista de tres horas, no se vaya más allá de tres horas y media. ¿Será posible algún día?

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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