(Me llamo) Sebastián, revolución musical y sexual en Chile
“No canto acerca de ser gay, sino sobre ser libre", dice el cantautor
Las vueltas de la vida: en el mismo gran estudio de Televisión Nacional de Chile donde hace años un adolescente Sebastián Sotomayor cayó eliminado de un olvidado show de talentos, hoy (Me llamo) Sebastián hace su ingreso triunfante de un salto al set del programa Puro Chile para interpretar las canciones de su más reciente disco, La belleza (2015), la obra que le ha dado la mayor exposición a la fecha.
Ambos nombres son la misma persona, pero Sotomayor representa el pasado, y (Me llamo) Sebastián es el presente y el futuro de un ascendente cantautor, pianista y arreglador de 28 años que llena teatros a tablero vuelto en Santiago de Chile, gracias a un carisma y desparpajo sin igual en la escena pop local.
La obsesión de su padre por convertirle en un niño estrella tras oírle cantar a los 5 años de edad, implicó para el pequeño Sebastián un largo periplo por un sinfín de concursos que lo marcaron para bien y para mal. “Lloraba en mi habitación a los 12 años cuando me decían que no podría ser famoso por mi gordura. Por otro lado, adquirí un sentido integral del espectáculo, con herramientas que me han servido mucho porque en realidad soy muy tímido”.
Timidez es lo último que uno imaginaría al enfrentarse a las canciones de (Me llamo) Sebastián, cuyas letras autobiográficas no dejan espacio a metáforas ni a dobles lecturas acerca de su homosexualidad y el duro hábitat en el que le ha tocado desenvolverse, con un lujo de detalles que sonrojaría al más lenguaraz.
El disco La belleza es un valiente confesionario sobre su intimidad, el maltrato, la represión (“Nadie nos ordene cómo vivir el amor”, canta en ♥), el submundo de los servicios sexuales, y sus recurrentes inseguridades físicas. Una proclama a años luz de las tibias alusiones de sus contemporáneos que salieron del clóset vacilantes, en un Chile que aún carga imponentes conservadurismos.
En vivo el resultado es aún más estimulante gracias a su avasalladora personalidad en escena, sus talentosos músicos –la banda heterosexual–, los globos, las bailarinas, las coreografías, los colores y el vestuario exagerado. Pareciera que nada le da pudor. “A mí me da vergüenza todo, pero igual hago las cosas. Te das cuenta que la vergüenza es un fantasma en tu cabeza, algo que no existe”.
Con un trabajo de completa autogestión, (Me llamo) Sebastián se ha presentado en Nueva York, San Francisco y Ciudad de México, y ha concretado colaboraciones con artistas como Gepe y Francisca Valenzuela que no han hecho más que ampliar su audiencia, al punto que el radar del cotizado productor Cristián Heyne ya lo sondeó para un próximo trabajo en conjunto.
“Lloré al recibir un correo electrónico de una niña que me dijo: "Conozco todas tus canciones, pero mis padres son evangélicos y no soy libre de ir a verte. Por favor sigue haciendo música para que cuando yo sea realmente libre, podamos encontrarnos en un concierto". Yo no me merezco esto”, piensa el músico. “Es una suerte que estoy viviendo y la voy a aprovechar para seguir siendo honesto. En la academia me decían que ser cantante significaba verte bonito, guardar las apariencias, ser políticamente correcto. Soy todo lo contrario a eso”.
Babelia
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