Gutiérrez Aragón, el cineasta que llegó de la literatura
El director y escritor disecciona la escritura fílmica en su discurso de ingreso en la Real Academia EspañolaToma posesión del sillón F mayúscula
"Que el oficio de narrar historias le venía de la literatura era tan patente que sus compañeros de la Escuela de Cine de Madrid le vaticinaron que sería un buen guionista, pero mostraron sus dudas sobre si sería capaz de llegar a ser director de cine. Manuel Gutiérrez Aragón (Torrelavega, 1942), director de 20 películas y la serie El Quijote de Miguel de Cervantes, ha recordado este domingo en su discurso de ingreso en la Real Academia Española sus comienzos en la literatura, los orígenes en sus narraciones, esos cuentos plagados de personajes fantasmales y de colores saturados por la pasión, sin más soporte sólido que la palabra, con los que atormentaba a sus hermanos pequeños.
En En busca de la escritura fílmica, título del discurso con el que el cineasta y escritor (ha publicado tres novelas y un ensayo), toma posesión del sillón F mayúscula, en sustitución de José Luis Sampedro, Gutiérrez Aragón disecciona un viaje vital lleno de idas y venidas, de hallazgos y pérdidas, pero de “difícil arrepentimiento”. La historia intelectual y creadora de alguien que era solo lector y hacía redacciones en el instituto y de pronto tiene que pasar de la escritura textual a buscar la escritura. Todo un proceso de aprendizaje. Flanqueado por la escritora Carme Riera y la filóloga Aurora Egido, el sucesor de una saga de académicos de cine como José Luis Borau o Fernando Fernán Gómez estuvo acompañado en la ceremonia por una nutrida representación del mundo cinematográfico. José María Merino fue el encargado de contestar al nuevo académico.
Una profesión, la de director de cine, que abandonó en 2008 (su última película fue Todos estamos invitados), para centrarse de nuevo en la literatura. “Tiempo después deshago el camino que recorrí, ahora con más sosiego”, ha asegurado en su discurso, en el que ha hecho un repaso al lenguaje fílmico, al caos de los rodajes, al descubrimiento liberador del trabajo de los actores, a esas emociones que casi se pueden tocar en el cine o al oficio de guionista —"pertenezco a la escuela de los guionistas gruñones, aquellos que nunca están del todo de acuerdo con la película que le sale al director, a veces con la película que me sale a mí mismo”—.
“¿Ha finalizado mi propia búsqueda de la escritura fílmica?”, se preguntó el nuevo académico. “No, mientras haya que seguir reorganizando el caos y uno se presente voluntario”. “Hay algo que compartimos los narradores de toda clase de ficción, literaria o cinematográfica. Para nosotros, los límites de lo posible son los límites de lo que puede ser contado”.
Babelia
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