“El cine chileno es totalmente ecléctico”
La directora de la película 'La Once', nominada a Mejor Filme Iberoamericano en los Goya 2016, analiza la industria de su país y desgrana el documental que filmó por cinco años
A la directora Maite Alberdi (Santiago de Chile, 1983) no le gusta distinguir entre la ficción y no ficción: prefiere hablar simplemente de películas. La realizadora, sin embargo, sabe que resultaba difícil que un documental fuera nominado a Mejor Filme Iberoamericano en los Premios Goya 2016, como ocurrió con su cinta La Once. “No sucedía desde 2003 y sabíamos que era una campaña difícil. Fue sorprendente y un logro, porque es distinta a las otras nominadas. Desde los presupuestos hasta los gremios involucrados”, analiza mientras toma una Coca-Cola en una de las salas de su productora en la capital chilena, donde media docena de profesionales jóvenes trabaja a toda máquina a las diez de la mañana.
En pocas horas vuela a España, donde inicia la presentación de su filme. Arrancará este viernes en la Casa de América de Barcelona y continuará luego en Madrid: el sábado y domingo en la Cineteca y el martes en la Academia. En los tres lugares conversará con el público para calentar los motores con miras a la premiación del 6 de febrero. Sabe que la competencia será compleja ante El Clan, de Pablo Trapero (Argentina), Magallanes, de Salvador del Solar (Perú) y Vestido de novia, de Marilyn Solaya (Cuba). A diferencia de países como Argentina, solamente tres películas chilenas han ganado el premio: La frontera de Ricardo Larraín (1991), La buena vida de Andrés Wood (2008) y La vida de los peces de Matías Bize (2010). Pero Alberdi tiene ilusiones de llevarse el Goya a Chile: “Trabajamos para ganar, aunque también para la visibilización de la cinta”.
La película retrata un micromundo cotidiano, íntimo y sencillo: un grupo de ancianas nacidas alrededor de 1930 que fueron compañeras de colegio y que se reúne todos los meses a la hora del té para recordar sus días pasados. Una ceremonia que practican por décadas y que la cineasta, nieta de una de las protagonistas, comienza a registrar cuando las mujeres festejan los 60 años de egreso de la secundaria. Durante cinco años las cámaras retratan sus avatares. Con realismo, pero a la vez con bastante humor: “Me interesa la vejez, pero no desde la soledad, la pobreza y la marginalidad, como generalmente se aborda en Latinoamérica. En La Once presento a unas mujeres que están todavía lúcidas y con energía, aunque vivan situaciones humanas dramáticas”.
La realizadora, de paso, muestra a las nuevas generaciones un trozo de un Chile en extinción: el de las amistades que se juntaban a merendar o, como se le dice en este país, a tomar once. “La leyenda dice que en el siglo pasado los mineros se escapaban de su trabajo a tomar té con aguardiente a las cinco de la tarde. Para que el jefe no descubriera que bebían alcohol, hablaban de tomar once: el aguardiente tiene once letras”, explica Alberdi.
En ocasiones pareciese que la base de la película fuese el tiempo en contra, el de los descuentos, de un grupo de mujeres que parecen tener conciencia de que vive los últimos años de su vida. La angustia de los finales inminentes de sus vidas tensiona el relato. Pero la cineasta explica que la esencia de La Once no es precisamente la muerte: “Habla de la amistad, de la vejez, de las relaciones humanas, de la importancias de compartir en la mesa”. Creció con estas escenas como parte de su cotidianidad, las rutinas de la abuela, hasta que en un momento de su vida comprendió que en esos encuentros entrañables “había una historia única con personajes potentes que merecía un documental”. Y grabó unas 100 horas que, finalmente, se transformaron en 70 minutos.
Nacida en 1983, apenas vivió sus siete primeros años de vida en la dictadura de Augusto Pinochet. De alguna forma, explica, “este hecho determina temáticamente los trabajos” y los diferencia de las cintas de realizadores que vivieron en primera persona los quiebres políticos y sociales que vivió Chile desde el Golpe de Estado de 1973. La nueva camada de cineastas chilenos, relata Alberdi, se siente con menos ataduras: “Esta generación tiene la capacidad de defender sus ideas y trabajar libremente en términos de historias y de estilos. Es una cinematografía donde cada cual sigue lo que quiere hacer”. Pero, ¿hay hilos comunes? “Los que estamos haciendo cine en Chile nos caracterizamos porque producimos películas muy distintas. Y esa es una gracia. El cine chileno es totalmente ecléctico y la diversidad es enriquecedora”.
Alberdi cuenta que en su país se hace mucho cine documental y que, conjuntamente, aumenta su nivel de distribución: “Existe una asociación que se llama Chiledocs que se ha preocupado de exportar documentales locales al extranjero y llevarlos a distintas regiones del país donde antes no había acceso”.
La película ha sido un éxito de taquilla en Chile: unos 25.000 espectadores, lo que representa un número alto para el mercado local. Y La Once llega a los Goya con 12 premios en diferentes festivales, entre ellos el de mejor documental en DocsBarcelona. A la ceremonia viajarán dos de las ancianas que protagonizaron el filme. Una tercera, que no se atreve a volar a Madrid, animará los festejos que a la misma hora de la premiación se llevarán a cabo en la sede del Centro Cultural de España en la capital chilena. “Han sido las protagonistas de la película y de su difusión en el mundo”, relata Alberdi, que lamenta que algunas de ellas no estén vivas para celebrar el éxito mundial de la once más famosa que se haya preparado en Chile.
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