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CRÍTICA | EN EL CORAZÓN DEL MAR
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los demonios del hombre

Estupenda película de aventuras dirigida por Ron Howard, alrededor del mito de Moby Dick

Javier Ocaña
Fotograma de 'En el corazón del mar'.
Fotograma de 'En el corazón del mar'.

Los mástiles en los que se asienta la grandeza literaria de Moby Dick, inabarcable novela de Herman Melville publicada en 1851, son fundamentalmente dos: la precisión en los ambientes y en la terminología marinera, y el trascendente despliegue de algunos de los grandes temas que afectan a la condición humana. Uno y otro, valores histórico y enciclopédico, junto al conocimiento, análisis y transmisión de cómo el orgullo y la codicia, la búsqueda de lo desconocido y la autodestrucción afectan y guían el interior del ser, parecen haber sido también las bases de En el corazón del mar, estupenda película de aventuras adultas dirigida por Ron Howard y escrita por Charles Leavitt, alrededor del mito de Moby Dick. Y no sobre la letra de la novela de Melville, sino sobre la (supuesta) tragedia real que la inspiró, la del ballenero Essex, en Nantucket, Massachusetts, y el espíritu intemporal que pudo regir la mente del escritor.

EN EL CORAZÓN DEL MAR

Dirección: Ron Howard.

Intérpretes: Chris Hemsworth, Brendan Gleeson, Ben Whishaw.

Género: aventura. EE UU, 2015.

Duración: 121 minutos.

"Alcanzar a entender lo incognoscible". La primera frase de la película pone ya el listón donde debe: en las alturas de la tragedia. Más cerca de la potencia narrativa y de la minuciosa descripción de la aventura de Master & commander que de cualquier travesura marina amparada únicamente por la comercialidad, En el corazón del mar, con magnífico retrato de tipos y la demostración de que Chris Hemsworth es físico, pero también voz, carisma y técnica, cumple con los condicionamientos de las epopeyas clásicas. Con brío, dureza y pasión, y a pesar de que en algún momento la película pide algo de calma en el montaje, con planos necesitados de más fotogramas de los que aparecen en pantalla, Howard huye esta vez de las concesiones a la galería popular, esas que dejaban en el vacío interesantes relatos como los de Apolo 13 y Una mente maravillosa.

De paso, la película añade además dos interesantes reflexiones: la primera, con Melville como eje, sobre el hecho de escribir, sobre el miedo a nuestra propia incapacidad y sobre el combate interior entre revelar e inventar, entre la transmisión de la verdad y la captura de la esencia; y la segunda, acerca de los sempiternos intereses comerciales y la tiranía del dinero. Y, como en Moby Dick, en su afán por llegar hasta lo absoluto, acaba alcanzando nuestra ineptitud para luchar contra la naturaleza y el reflejo de los demonios del hombre.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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