El ciudadano Kane tropical
Después de 20 años, se estrena por fin 'Chatô', una saga sobre el gran magnate de los medios brasileños
Puede parecer exagerado e incluso una generalización peligrosa, pero he aquí una apuesta: si no fuera por la película Chatô - El rey de Brasil muchos espectadores no sabrían quién fue Assis Chateaubriand (1892-1968), un gran magnate de los medios de comunicación de Brasil, que mandó en casi todos los aspectos de la vida pública del país entre las décadas de los 30 y los 60.
La producción de Guilherme Fontes ha tardado 20 años en llegar a la gran pantalla y, durante ese tiempo, se ha paseado por los titulares de los periódicos por razones no cinematográficas: acusaciones de desvío de fondos públicos. Finalmente, se sobrepuso a los obstáculos y llegó al público el pasado 19 de noviembre. Si hasta ahora quien leía sobre alguno de los innumerables contratiempos del largometraje en la prensa se sentía obligado a preguntarse sobre Chatô, ahora quien asiste al biopic sale con la sensación imperiosa de querer diseccionarlo - sea a través del libro de Fernando Morais, que inspiró la película, o, si tiene prisa, por Google.
Un imperio periodístico
Nacido el 4 de octubre de 1892 en Umbuzeiro, en el Estado de Paraíba, Francisco de Assis Chateaubriand Bandeira de Mello fue una persona de origen burgués, pero no exactamente de la élite. Intelectualmente curioso, estudió Derecho en Recife y debutó en el periodismo a los 15 años, escribiendo para el Diário de Pernambuco y el Correio da Manhã, en Río, entre otros. Poco a poco, fue creando su propio imperio periodístico - los Diarios Asociados – en el que llegó a reunir decenas de periódicos, revistas y emisoras de radio. Enamorado no sólo por el poder, sino también de la tecnología, quien trajo la televisión a Brasil, con la creación de la TV Tupi en 1950. Murió en São Paulo en 1968 por complicaciones de un derrame cerebral que le paralizó.
Con su poderío, este self-made man brasileño, un perfecto Ciudadano Kane tropical, ejerció una enorme influencia política en Brasil, sobre todo por haber apoyado a la Revolución del 30, que llevó a Getúlio Vargas a la presidencia del país. Desarrolló con Vargas una proximidad contradictoria, de apoyo y reveses, y actuó amenazando o gratificando a enemigos y aliados, incluso lanzando campañas en favor o en contra de ellos en sus periódicos.
Loco por las mujeres, se casó dos veces - la segunda de ellas, con una chica de 16 años - y tuvo tres hijos. Carismático, dotado de una actitud de justiciero, provocador y hasta caricato, se convirtió en senador y miembro de la Academia Brasileña de Letras y fue cofundador del Museo de Arte de São Paulo (MASP).
Chatô – El rey de Brasil es una saga grandilocuente, tanto por la trayectoria de su personaje y como por la película en sí, que ahora, para la sorpresa de los que esperaban enfrentarse con un Frankenstein, recoge buenas críticas. La primera de sus ventajas es que no se trata de una biografía realista, sino más bien de una interpretación libre, fantasiosa y con toques de farsa, que prima la cronología en favor de la acción y apuesta por una narración fragmentada.
Con Marco Ricca como protagonista (interpretando su mejor papel), junto a un elenco en el que están Paulo Betti, Andrea Beltrão, Leticia Sabatella y Leandra Leal, la película de Fontes recuerda la trayectoria de Chatô recreando una especie de juicio causado por delirios del personaje. En su lecho de muerte (por un derrame cerebral que le paralizó), imagina que participa en un programa de entretenimiento, de donde debe salir absuelto o condenado por las personas que le conocieron en vida.
El guion está escrito por Guilherme Fontes, João Emanuel Carneiro (autor de telenovelas como Avenida Brasil y La regla del juego) y el estadounidense Matthew Robbins (exguionista de Disney, recomendado por Francis Ford Coppola, que llegó asociarse al proyecto) y no es nada naturalista. En lugar de eso, cada elemento de la composición teatral recuerda precisamente el teatro que es la vida pública brasileña. Con valentía, trata a los medios de comunicación, el “cuarto poder”, como corruptos y manipuladores.
“No sé si es reo o rey”
El anfitrión de este programa-juicio - interpretado por el propio Guilherme Fontes – dice en un momento de la película: “No sé si es reo o rey”. Se refiere a Chatô, pero podría estar hablando del director, productor y ahora distribuidor del largometraje, que incluyó en sus créditos finales un agradecimiento a todos los que le ayudaron a superar la “censura” que acompañó al proyecto a través de su (larga) existencia.
Después de haber luchado por los derechos de adaptación del libro de Fernando Morais, Fontes comenzó a recaudar fondos para la película en 1995, amparándose en subvenciones públicas. Comenzó a rodar en 1997, sin haber recaudado todo el dinero del presupuesto aprobado por la ley. Los fondos se agotaron y tuvo que parar. Luego fue acusado de desvío de fondos públicos, investigado por el Tribunal de Cuentas de la Unión (donde tiene, todavía en abierto, una deuda de 80 millones de reales, aunque ha interpuesto un recurso) y, a pesar de tantas dificultades, luchó en los tribunales para terminar la película. En una entrevista al canal Globonews, asegura que costó el equivalente a 8,6 millones de reales, entre el dinero público e inversiones suyas (alrededor de 3,4 millones logrados por la participación en telenovelas).
El hecho es que se las arregló para entregarla, y si es por la recepción del público, puede estar satisfecho. Al parecer, los únicos descontentos con los resultados hasta ahora son los nietos de Assis Chateaubriand, que intentaron prohibir el estreno de la película.
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