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‘Meru’: dos mundos coinciden

El documental sobre la ascensión a un pico del Himalaya indio triunfa en Estados Unidos y explica de forma admirable las razones para abrazar el alpinismo

El publicó designó como mejor documental del pasado festival de Sundance el título ‘Meru’, la historia de una ascensión de tres alpinistas a una cima de 6.310 metros. Fue un premio viral que sirvió para que la cinta se estrenase en media Norteamérica. Fue una sorpresa y un reconocimiento importante para un tipo de trabajo que siempre pasa desapercibido cuando se ve enfrentado al cine que se escribe con mayúsculas. Ahora que acaba de estrenarse la esperada ‘Everest’, la sección Savage del Festival de Cine de San Sebastián programa hoy ‘Meru’, metraje en el que aparece el mismo Jon Krakauer cuyo relato ha inspirado ‘Everest’. La coincidencia sirve para dibujar el abismo entre lo que el cine comercial considera que es el alpinismo y lo que ésta actividad es en realidad. El Everest mide 8.848 metros, y el Meru apenas 6.310. El Everest fue conquistado en 1953; la aleta de tiburón del Meru central, en 2011. El gran público sigue creyendo que más alto significa más difícil y que las montañas están tan superpobladas, sucias y banalizadas como puede estarlo el techo del mundo. Para corregir ésta errática corriente de opinión e iluminar el significado del alpinismo auténtico llega ‘Meru’, dirigido por Jimmy Chin, un trabajo de largo recorrido, mimado y filmado con escasísimos medios: minimalismo de resultado y eficacia enorme.

No trata éste trabajo de la conquista de una ruta de montaña, sino de la necesidad vital de aventura, compromiso y amistad que empuja a tres hombres camino de un sueño. Los protagonistas han jurado a sus familias no regresar a las montañas, han prometido no morir en ellas, pero han estado tan cerca de perder la vida entre la nieve y el hielo que no aciertan a entender por qué siguen entre los vivos. Alguno se siente culpable. Pero sí entienden que a cambio no pueden traicionarse, y eso significa darlo todo por aquello en lo que creen. “Sé que tras mi accidente tengo más posibilidades de morir en altura por un edema cerebral, pero creo que merece la pena correr el riesgo”, explica sin descomponerse Renan Ortzuk, uno de los tres protagonistas del documental.

En 2008, los tres pasaron 19 días colgados de la pared para quedarse a 100 metros de la cima y renunciar. El ‘milagro’ del documental ‘Meru’ es que el público entiende sin esfuerzos por qué los tres regresan en 2011, por qué deciden sufrir de nuevo, exponerse hasta el límite.

Hace casi un siglo, George Leigh Mallory espetó a un periodista que solo deseaba conquistar el Everest “porque está ahí”. El inglés ya era consciente de que explicar la pasión por la montaña era una pérdida de tiempo. Mallory murió camino de la cima en 1924 y fue Conrad Anker quien halló sus restos momificados en 1999.

Conrad Anker es el motor pasional del trío y el eje de ésta historia. Ha estado persiguiendo éste reto durante casi un par de décadas inspirado por su mentor, Mugs Stump, quien se acercó al Meru en 1988 y murió en 1992 guiando en el Denali. Anker quedó huérfano entonces y encontró un alter ego en Alex Lowe, pero éste falleció en un alud y Anker acabó casándose con su viuda y adoptando a sus tres hijos. Su vida es de película. Es un tipo que tuvo maestros a los que admirar y seguir, alguien que sintió su afecto y compañía cuando la montaña era un lugar brillante pero desconocido y ahora es alguien que se ve en el papel de mentor y pone su luz a un sueño.

Hasta ‘Meru’, sólo existían dos tipos de cine de montaña: el que entusiasmaba a los expertos y no recaudaba un euro; y el que satisfacía a los profanos, exasperaba a los muy iniciados y extraía beneficios en taquilla. En este sentido, ‘Meru’ ha acercado, al fin, dos mundos que parecían condenados a no entenderse jamás.

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