Alergia a los niños
La intolerancia de ciertas personas adultas a la presencia de los niños a menos de cinco metros a la redonda, con sus gritos, con sus risas, con sus preguntas, que dirían Les Luthiers, ha dado pie a no pocas películas asentadas en el contraste entre chicos con tendencia a la pesadez y grandes avinagrados. Una cuestión a la que se suma el argentino Ariel Winograd con Sin hijos, comedia romántica de estructura convencional donde el conflicto parte de una situación de enormes posibilidades: un divorciado con una hija conoce a la mujer perfecta, pero esta odia a los pequeños. Hay que esconder a la cría.
SIN HIJOS
Dirección: Ariel Winograd.
Intérpretes: Diego Peretti, Maribel Verdú, Guadalupe Manet, Horacio Montova, Martín Piroyansky.
Género: comedia. Argentina, 2015.
Duración: 90 minutos.
Enorme éxito de público en Argentina, Sin hijos parte de un guión de Mariano Vera, basado en una historia de Pablo Solarz, con más méritos en el retrato de la pareja protagonista, en el diseño de los personajes, que en el de las situaciones en sí, acomodadas, obvias y sin sorpresas. Pero el mayor problema, aparte de la puesta en escena, repleta de horrorosos ralentís y de pretenciosos movimientos de cámara que acaban dándole un aspecto hortera, surge con una cuestión más de esencia que de forma: ¿por qué está colada ella por él, cuando las mayores virtudes del personaje de Diego Peretti se centran en el día a día con su hija, y él le ha escamoteado su existencia? Por eso, cuando casi en el desenlace él le hace precisamente esa pregunta, todo se derrumba. Es un castillo de naipes con apariencia que, además, se viene abajo porque la niña debería ser encantadora y lo que parece es un adulto redicho en el cuerpo de una cría.
Babelia
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