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Harbour narra el combate de una mujer inerme ante la crisis

La periodista publica su tercera novela, ‘Los ciervos llegan sin avisar’

Berna González Harbour, fotografiada esta semana en Madrid.
Berna González Harbour, fotografiada esta semana en Madrid.Claudio Ávarez

Un verano cualquiera, ella iba conduciendo su coche cuando un cuerpo tirado en el asfalto la sorprendió. Un camionero había chocado y ahora estaba convaleciente. Y ella, sola, sin móvil. Sin ayuda. Ese es el detonante de la novela Los ciervos llegan sin avisar (RBA Libros), pero también es una historia real que vivió en persona su autora, la periodista Berna González Harbour (Santander, 1965).

“Siempre me quedé con el interrogante de si alguien le esperaba, y de si esa persona querría saber que yo le hablé, que le atendí. Tampoco supe si murió”, cuenta la autora, quien resolvió esa incógnita a través de Carmen, su nueva protagonista, una mujer moderna que sufre por mantener a su hijo —y su vida social— tras quedarse en paro.

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Es un cambio considerable frente a Verano en Rojo (2012) y Margen de error (2014), sus dos primeras novelas, protagonizadas por la comisaria María Ruiz y centradas en investigaciones policíacas. “Quería contar la historia de una persona desvestida de las herramientas y del poder de la policía. Alguien, como cualquiera de nosotros, inerme ante la crisis, ante las incertidumbres. Esta es más como novela gris”, dice entre risas la escritora.

Y aunque es cierto que esta historia de supervivencia femenina se acerca más a otro tipo de narrativa, todavía guarda mucha de esa crítica social que ya llenaba sus dos primeros textos. El banco con falsos ideales que quiebra y termina por engañar a sus trabajadores, el drama de toda la plantilla que de repente se ve desprovista de su sueldo fijo y los estragos que ello causa en las relaciones de amistad de antiguos compañeros de trabajo hacen de este un relato casi demasiado real para ser ficción.

“Yo no sabría hacer ciencia-ficción, ni novela histórica. La realidad es mi materia prima”, asegura la responsable de Babelia, el suplemento cultural de EL PAÍS. “Me ayuda a empatizar con los lectores; creo que eso es lo que debe hacer un novelista”. Otra cosa que no cambia es el protagonismo femenino. González Harbour admite que no se le hace difícil escribir desde el punto de vista de los hombres, pero que prefiere seguir pagando lo que considera una “deuda pendiente con las mujeres en la literatura moderna”: “Hay una mujer de generaciones nuevas que lo ha dado todo, que lo está dando todo y que requiere todavía mucho más sitio como protagonista”, opina.

Ella siempre quiso escribir, pero no fue hasta sus 45 años cuando empezaron a brotar historias. Corría 2011 y la crisis estaba en pleno apogeo. “Vivíamos en un mundo de confort en el que parecía que no había nada cuestionable. Es posible que ese motor arrancara por la edad, la experiencia y porque llegó el momento de gritar en favor de aquellos sin poder”. Y así lo ha hecho. Primero a favor de las víctimas de los sacerdotes pederastas, luego en contra de la codicia de las empresas, y ahora para habalr de los estragos de la crisis.

Por eso otro de los protagonistas de su nueva novela es el paro, “que no solo nos quita un sueldo, sino una posición social, una autoestima, unas relaciones. Un mundo de cañas, puentes, comidas, cenas y fiestas se derrumba para Carmen. Todo se vuelve incierto porque lo que se ha llevado la crisis es la certeza. Yo quería reflejar eso”.

Quizás esta sea la única historia para Carmen, pero dice que el final de la comisaria Ruiz está todavía lejos. Al menos eso espera, pues ya tiene planeados el caso, el trasfondo político y la evolución del personaje para la próxima entrega, que quiere escribir este verano.

Eso si no se le adelanta otra historia que ya empieza a crecer en su mente, y que asegura que no será de novela negra. “Creo que este es el estado ideal del escritor: cuando tienes esa efervescencia de historias”, concluye orgullosa.

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